Libertad de expresión

El trasfondo de la fatua que cambió la vida de Salman Rushdie

El ayatolá iraní Ruhollah Jomeini emitió un edicto religioso que condenaba a muerte al escritor

Ricard G. Samaranch
y Ricard G. Samaranch

TúnezPoco después de la publicación del libro Los versos satánicos a finales de 1988, el escritor Salman Rushdie se dio cuenta que el libro había desatado una polémica más grande de la que se imaginaba. Una parte de las comunidades islámicas de varios países, sobre todo del Reino Unido e India, su país natal, organizaron manifestaciones en las que se quemaron ejemplares del libro al considerarlo blasfemo. Varios estados prohibieron su venta, como Sudán, Bangladesh o la misma India. Decenas de librerías británicas y norteamericanas recibieron amenazas por exhibirlo en sus estantes, y algunas fueron objeto de un atentado. Pero lo que cambió de verdad la vida de Rushdie fue lo que pasó el 14 de febrero del 1989: el ayatolá iraní Ruhollah Jomeini emitió una fatua que lo condenaba a muerte.

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Jomeini era uno de los clérigos más respetados de la rama chiita del islam, además de ser el líder supremo de la República Islámica de Irán. Es decir, era una figura a la vez política y religiosa. De hecho, jugó un papel clave en la Revolución Iraní de 1979 que provocó la caída del sah Reza Pahleví. Su fatua o edicto religioso representaba un juicio según la ley islámica, y apelaba a los musulmanes del mundo entero a aplicarla con sus propias manos. Durante muchos años, Rushdie se vio obligado a vivir escondido y rodeado de unas fuertes medidas de seguridad.

Un año y cinco días después de la condena, Rushdie, nacido en el seno de una familia musulmana, hizo un comunicado público pidiendo perdón que no fue aceptado por Jomeini. El escritor, de nacionalidad británica, tuvo que esperar más de una década para que el gobierno iraní, liderado entonces por el presidente reformista Mohamed Jatami, retirara su apoyo a la fatua. Aun así, varias instancias del país reaccionaron recordando que el edicto continuaba siendo vigente, puesto que solo la persona que lo había emitido podía revocarlo. Entonces, en 1998, ya hacía cerca de diez años que Jomeini había muerto.

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La fatua recibió muchas críticas por parte de teólogos y predicadores islámicos. La mayoría alegaban que, según la sharía o ley islámica, una condena a muerte por apostasía solo podía tener lugar después de un juicio en el que el acusado tuviera el derecho a defenderse, y también a renegar de su ofensa. Probablemente, el defecto de forma estaba relacionado con el hecho de que su verdadera motivación era política y no religiosa.

La radical decisión de Jomeini resultó sorpresiva, puesto que la publicación del libro había pasado bastante desapercibida en Irán. Por eso, los analistas la interpretaron como un intento de Khomeini de desviar la atención del final, unos meses antes, de la guerra entre Irán e Irak, que tuvo unas consecuencias desastrosas para Teherán. Pese a la muerte de centenares de miles de jóvenes iraníes, Khomeini no consiguió mover la frontera con Irak. La fatua era un golpe de efecto para renovar las credenciales antiimperialistas de una Revolución Islámica que perdía brillantez y, además, arrebatar a sus adversarios regionales, sobre todo Arabia Saudí, el liderazgo en la defensa de un mundo islámico ofendido por la obra de Rushdie.

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Por primera vez, la polémica puso sobre la mesa de la conversación global las diferentes percepciones sobre los límites de la libertad de expresión entre Occidente y el mundo islámico, sobre todo en todo aquello que se puede interpretar como ofensas a la figura del profeta Mahoma o a los textos sagrados. Unos años después, se viviría una controversia parecida a raíz de la publicación de varias caricaturas irreverentes de Mahoma en varias revistas europeas, entre ellas la francesa Charlie Hebdo. En este caso, no se emitió ningún fatua por parte del régimen iraní, sino que fue el grupo terrorista autodenominado Estado Islámico quien horrorizó al mundo con un brutal ataque contra la redacción de Charlie Hebdo.