Aitana Bonmatí, luz en medio de una gala propia del pasado
BarcelonaNunca me han gustado las galas del Balón de Oro. Esta manía de dar glamur al fútbol, buscando escenarios lujosos, intentando conseguir parecer los Oscars del fútbol. Ver a los deportistas que por un día tienen que vestirse de etiqueta, los photocalls y todo lo demás. Además, hace años que France Football no acaba de acertar con algunos de los presentadores o invitados para protagonizar las actuaciones musicales. El primer año que dieron un premio a la mejor jugadora del año, la noruega Ada Hegerberg tuvo que aguantar cómo un cretino llamado Martin Solveig la recibía en el escenario y, cuando apenas hacía segundos que aguantaba el trofeo, le preguntaba si sabía hacer twerking. El DJ se creía muy gracioso pidiendo a la mejor jugadora del planeta que moviera el culo en el escenario. No le habría hecho esta broma a un hombre, claro. Y muchos hombres se delataban a sí mismos cuando decían que no había para tanto. Es evidente que estaba completamente fuera de lugar.
En la gala de este año ha actuado Rema, cantante nigeriano. Sí, el tipo que bajó del escenario y decidió ir saludando a todos los nominados que estaban en primera fila. A todos los hombres, vamos, ya que ignoró a las futbolistas que tenía delante. Vale, Rema no tiene por qué seguir el fútbol jugado por mujeres, a pesar de ser nigeriano, el país con la mejor selección africana, que hizo un gran Mundial con la gran Asisat Oshoala en sus filas. ¿Pero nadie de organización puede cuidar estos detalles? Quizás no estaba previsto que bajara del escenario, pensaréis. Cierto. Y quizás mejor así, ya que siempre va bien recordar en un día de celebración que queda mucho por hacer. Si, la gala tuvo a este cantante fuera de juego, y seguramente no fue un acierto que el premio a la mejor jugadora lo diera Novak Djokovic. El tenista serbio ha soltado de vez en cuando algunas frases que lo convertían en un candidato poco ideal, como cuando criticó a la japonesa Naomi Osaka por no ser lo suficientemente fuerte mentalmente. Recordémoslo, el propio Djokovic perdió los estribos pocos días después en los Juegos de Tokio, pero ya había menospreciado a una mujer que alertaba sobre la salud mental. Y, cómo no, el serbio puede pensar como quiera, como cuando no se ha mostrado muy partidario de igualar lo que cobran hombres y mujeres en el deporte. Solo faltaría que no pueda decir lo que piensa, pero entonces que le entregue el premio a otro hombre. No a Aitana Bonmatí.
O quizá ya va bien así. Así, en un día precioso, nos queda claro que todavía queda mucho por hacer para que las Alexias o Aitanas del futuro no lo tengan tan difícil. Porque, por encima de todo, fue un día de fiesta. También aquellos que no creemos mucho en los premios individuales en el fútbol nos emocionamos con Aitana, sus padres y su gente. Qué camino, el suyo. Ya pueden decir misa los Djokovic, Martin Solveig o Rema. Gente como Aitana es imparable y no necesita su reconocimiento.