La extraña y larga despedida de Xavi Hernández

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Xavi Hernández quitándose la medalla de subcampeón de la Supercopa, el domingo en Riad.

BarcelonaLa despedida anunciada de Xavi, ese largo adiós que durará meses, te deja el cuerpo extraño. Por un lado, se empatiza con quien sufre. Por el otro, cuesta entender el calendario que ha escogido. Cuesta imaginar que el equipo reaccionará y levantará el vuelo sabiendo que el técnico se marcha y quién sabe quién ocupará su cargo. En los próximos meses, el ruido sobre quién será el próximo entrenador llegará a ser insoportable. Ya han aparecido más de quince nombres. Más de uno ya se ha visto obligado a hablar para negar que quiera venir al Barça. Con el riesgo de que fuera filtrado, quizás era mejor decirle al presidente Laporta que la decisión estaba tomada y permitir al club trabajar en un repuesto sin tanto circo alrededor ni tanta presión.

Pensar que los jugadores se enchufarán es una moneda al aire. Es una situación nueva para todos y quién sabe cómo reaccionará el equipo. La sensación es que, en estos momentos, el Barça ha quedado debilitado. Laporta decía que aceptaba la propuesta de Xavi, porque es una leyenda, como viniendo a decir que en otro caso no lo habría permitido. Ahora todo el mundo le mirará a él para ver si acierta con el técnico siguiente. Y tendrá que negociar con toda Europa consciente de las necesidades blaugranas.

Xavi ha verbalizado grandes verdades sobre lo complicado que es trabajar bajo presión, en una sociedad donde el taco y el insulto se han normalizado. Lo entiendo. Ahora bien, no puede hacerse el sorprendido. Ya sabía que el Barça era así. Que la sociedad era así. Y que cuanto más arriba subes, más te expones. Aunque sea injusto, cuando aceptas el cargo de técnico del Barça sabes que te tocará vivir con la crítica. Mejor ignorarla, porque muchas veces puedes obviar el ruido de las redes y las tertulias, no mirar qué se dice de ti y pedirles a los tuyos que no te lo hagan saber. Hay gente que sale bien. Luis Enrique o Valverde conseguían hacer la suya tanto cuando les iba bien como cuando les iba mal. Es una cuestión de carácter, supongo. Xavi se va sintiéndose maltratado cuando públicamente el presidente siempre lo ha defendido, cuando el estadio nunca le ha silbado y cuando el primer año entero de mandato la prensa lo mimó. ¿Había personas cercanas a Laporta y periodistas criticándolo con fuerza últimamente? Sí. Pero con estos resultados, es normal.

Los presidentes de gobierno, alcaldes, directores de empresas y entrenadores de fútbol ya saben que tienen que sufrir más presión. Con Xavi se ha tenido paciencia suficiente. Esta temporada menos, pero también era una temporada en la que el club anunciaba que se ganarían títulos y se iniciaría una nueva era. Si se generan expectativas, la gente se lo cree. Y después de la buena última temporada, esta, en vez de crecer, el equipo se ha roto. El Barça es genial cuando se gana. Pero es un infierno cuando se pierde, como Xavi siempre recuerda. Quizás viendo cómo iba el equipo, el técnico ha entendido que había que empezar a subir el camino de salida. Ha saltado del barco. Dentro queda Laporta, obligado a hacer uno de sus milagros para evitar el naufragio.

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