El Clásico

El Barça destroza el Bernabéu: "Queremos una manita, queremos una manita"

Exhibición del equipo azulgrana, que firma la goleada más grande en el feudo blanco desde el 0-4 de la temporada 2015

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Bogeria azulgrana  al Bernabéu

MadridMinuto 55 de partido. El Santiago Bernabéu, lleno a rebosar, enmudece. Desde una esquina del imponente feudo blanco se escucha cantar a cerca de 300 forofos azulgranas, que ven en directo renacer al Barça. "Queremos una manita, queremos una manita", cantan, a pleno pulmón. Hasta que, avergonzada, la afición blanca contesta con algunos silbatos. Acaba de subir el cuarto gol de Aubameyang al marcador. Mientras Xavi se funde en un abrazo con su hermano y asistente técnico, Òscar, Carlo Ancelotti vive su peor noche como entrenador del Madrid. Los blancos seguramente ganarán la Liga y siguen vivos en la Liga de Campeones, pero el Barça ha recuperado su identidad. Lo ha hecho con Xavi en el banquillo y lo ha confirmado destrozando al Real Madrid en su casa. Fue una noche para sentirse orgulloso de ser del Barça. Fue una noche para volver a hacer bailar al conjunto blanco en su casa y para hacerlo con una camiseta en la que se lucía la señera desde el hombro hasta la cintura. Porque el conjunto azulgrana es fútbol, pero también es identidad.

Solo han pasado unos meses desde que una lona gigante con la foto de Joan Laporta y el lema "Ganas de volver a veros" presidió el Paseo de la Habana, a cien metros del Santiago Bernabéu. Ayer fue la primera vez que el Barça pisaba el feudo blanco desde esta idea poderosa de marketing ideada por Lluís Carrasco durante la campaña electoral. Laporta puso el carisma, Carrasco fue el ideólogo y el ejecutor está siendo Xavi. A pesar de no ser la primera apuesta del abogado barcelonés, el técnico de Terrassa está brindando a los forofos del Barça una ilusión ya casi perdida por cómo se había gestionado el equipo los últimos años. Xavi viajó especialmente motivado al partido del Bernabéu, con ganas de volver a ser un enfant terrible, esta vez desde el banquillo.

Quizá la distancia al frente de la Liga podía haber hecho pensar que sería un derbi descafeinado, quizás el forofo blanco acudió a su estadio todavía en obras con un ademán de superioridad, inconscientes de que acabarían viviendo una noche para olvidar. La puesta en escena en un Bernabéu vestido de gala para la ocasión quedó pronto barrida. Antes del silbato inicial, mientras los jugadores azulgranas compartían indicaciones sobre el terreno de juego, con Busquets animando a Ferran Torres, Piqué haciendo lo mismo con Eric y Araujo, la grada del Bernabéu se gustaba haciendo lucir un mosaico en el que presumía de 120 años de historia. A la vez resonaba el himno, dejando unos breves instantes de silencio desde la megafonía para que la parroquia blanca se animara a poner a prueba los pulmones. Esta elaborada performance solo sorprendería al Barça justo los primeros diez minutos cuando el Madrid intentó hacer ver que querría discutir la posesión de la pelota a los azulgranas.

El Bernabéu, especialista en canonizar jugadores, quería elevar a límites insospechados los atrevidos esprints iniciales de Vinícius, pero los de Xavi se entregaron al fútbol entre líneas de Busquets y a las ideas de Pedri. El canario no se cansaba de pedir la pelota, se disculpaba con Alba cuando recorría toda la banda sin premio y servía pelotas dulces a su amigo Ferran. Ansu Fati heredó el dorsal 10 de Messi, pero el liderazgo del argentino encima del terreno de juego lo ha recogido Pedri. Pero si el canario y Busquets temporizaban el fútbol cada vez más dominante en el feudo blanco, los picotazos irían a cargo de Dembélé y Aubameyang.

Cuanto más lucía el Barça, más silbatos se escuchaban en un Bernabéu que pasó de imponente a impotente. La grada también buscaría culpar al arbitraje de Martínez Munuera, cuando lo único que había hecho era no silbar un penalti a Vinícius que nunca existió, como se encargó de recordar el propio Piqué al brasileño, cogiéndolo fraternalmente del cuello. De la furia pasarían a la decepción: golazo poderoso de Araujo que evidenciaba la manifiesta superioridad azulgrana. Los pocos centenares de forofos del Barça cada vez se hacían escuchar más coreando el nombre de Xavi. Fueron unos privilegiados. "Tenim un nom que el sap tothom: Barça, Barça, Barça", se escuchaba en el Bernabéu después del silbato final.

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