El Barça se deshace en un Camp Nou encendido por una nefasta actuación arbitral (0-1)
El equipo, que vive su peor momento, suma la tercera derrota seguida en el estadio en una actuación vergonzosa de Díaz de Mera
El Barça de Xavi pasa por su peor momento y contra el Rayo Vallecano (0-1) encadenó la tercera derrota seguida en el Camp Nou, pero el colectivo arbitral tendrá que revisar la actuación de Isidro Díaz de Mera. El colegiado de Castilla-La Mancha, que apenas silbaba su tercer partido en el estadio azulgrana, fue incapaz de controlar un partido en el que el conjunto madrileño no se cansó de perder tiempo e, incomprensiblemente, ni siquiera revisó un penalti en el que Álvaro Catena hizo caer claramente a Gavi dentro del área. Con el Camp Nou registrando la tercera entrada más pobre de la temporada en la era Xavi (57.023 espectadores), la afición desplazada al estadio acabó de los nervios, tanto por la nefasta actuación arbitral como por un Barça que sigue sin encontrar el rumbo a su juego.
El conjunto azulgrana, con más orgullo que fútbol, acabó el partido muriendo en el área rival, pero el Barça no hizo un buen partido. Las cosas se empezaron a torcer bien temprano. El Rayo tiene dos demonios en las bandas que se conocen bien y disfrutan buscándose: Isi Palazón a la derecha y Álvaro García a la izquierda. Un cambio de juego delicioso del primero lo recogió el segundo, con una acción eléctrica -control y chute veloces- que sorprendió tanto a Sergiño Dest, lento siguiendo la marca, como a Ter Stegen que poco pudo hacer ante el chute ajustado de Álvaro García. A pesar de que la puesta en escena del Barça había sido buena, el conjunto madrileño golpeó cuando solo se habían jugado siete minutos, alimentado, así, los miedos de un hecho que nunca ha pasado en un misma temporada: encadenar tres derrotas seguidas en el Camp Nou. El Rayo de Andoni Iraola no escondía sus cartas: justo después del primer gol, casi era Isi quien se hubiera podido plantar ante el alemán, pero llegó una pierna providencial de Eric Garcia justo a tiempo para evitar males mayores.
El gol, a pesar de ser un cubo de agua fría, no alteró los planes de un Barça dispuesto a avanzar a partir del dominio de la pelota. Pero, como en los últimos partidos, los azulgranas estaban imprecisos y no conseguían generar peligro. Y el Rayo, por su parte, se encargaba de hacer lo que otros muchos rivales ya le han hecho al equipo de Xavi: ceder la salida de pelota al defensor menos virtuoso en este aspecto, Ronald Araujo. Mientras el uruguayo recibía el calor de una grada de animación que volvió al Camp Nou después de su protesta contra el Cádiz -en la que la primera grada del Gol Nord quedó totalmente vacía-, era Gavi quien buscaba ofrecerse entre líneas delante de un apático Frenkie de Jong. El equipo volvía a echar de menos a Piqué en la raíz y Pedri en la sala de máquinas: el juego no tenía ni el ritmo ni el impulso necesario para hacer sufrir a un rival que hacía enfurecer a la afición con las pérdidas constantes de tiempos del portero Stole Dimitrievski, convertido en el enemigo número uno del respetable junto con el colegiado Isidro Díaz de Mera.
Con más corazón que fútbol, el Barça empezó poco a poco a asediar la portería rival. Primero con un chute al palo de Jordi Alba, después con un remate desviado de Aubameyang... El equipo buscaba el orgullo a partir del carácter de Gavi, un chico que hay que recordarlo cada partido: solo tiene 17 años. En cada lucha de Gavi, en cada carrera del joven jugador de Los Palacios, la afición latía con él, ansiosa de recuperar el sabor del triunfo y las buenas sensaciones del Barça de Xavi en el templo azulgrana. Buscar las piernas de Dembélé también era un recurso habitual, pero el francés, más pendiente de ocupar los carriles interiores, que de dar amplitud, una tarea que recaía en un tímido Dest, más pendiente de Álvaro García que de proyectarse en ataque. La ocasión más clara del primer tiempo sería un remate de Gavi al larguero a las puertas del descanso, poco antes de que Díaz de Mera perdonara una amarilla clamorosa al central Alejandro Catena para hacer caer Dembélé en el frontal del área. Con el francés chutando la falta por encima del larguero moriría una primera parte muy floja del Barça.
El calvario de Frenkie de Jong
Para tratar de solucionarlo, Xavi sacudió la coctelera en el descanso. Un desaparecido Dest, solo recordado por suerte en la fotografía del primer gol al verse superado en la acción veloz de Álvaro Garcia, dejaría a Clément Lenglet -Piqué también había calentado, pero las sensaciones físicas no eran buenas. A pesar de que el equipo mantenía la estructura de 4-4-2, en momentos muy puntuales mutaba a un sistema de tres centrales en el que Jordi Alba se lanzaba mucho más al ataque. Pero el Barça no encontraba ni orden ni juego, empeorando las prestaciones de una primera parte que ya había sido deficitaria.
Con poco fútbol, Xavi tocó más teclas: hizo entrar a Nico y a Memphis por un Frenkie De Jong que vivió uno de sus peores partidos como azulgrana y un Ferran Torres con poco protagonismo. El equipo recuperó un poco el orden, pero seguía siendo incapaz de hacer daño a un Rayo que solo estuvo intimidado por un chute muy blando de Memphis. A falta de veinte minutos, Xavi activó rápido el plan B haciendo entrar toda la pólvora que le quedaba: Adama Traoré y Luuk de Jong. Con las modificaciones, el Barça pasaba a jugar definitivamente con tres centrales y con uno doble pívot formado por Nico y Busquets mientras la punta de ataque quedaba fiada al delantero neerlandés.
Con el conjunto madrileño abocado a perder tiempo, sin que el árbitro fuera capaz de controlarlo y con la afición cada vez más enfurecida ante un colegiado incapaz de controlar el partido, el conjunto azulgrana se encomendaba de nuevo a la energía inagotable de Gavi y a los espacios que conseguía detectar Memphis. Hasta que llegaría la montaña rusa final, un penalti clamoroso de Gavi que el colegiado no quiso silbar ante la incredulidad de todo el mundo, un mano a mano de Adama, chutes desviados de Dembélé... El Barça no jugó bien, la pelota no quiso entrar y el árbitro estuvo nefasto.