Barça

El Barça se quita los miedos de encima y pone la directa hacia la Champions (2-1)

Memphis, siempre fiel a la cita con el gol, y Sergio allanan el camino a un equipo que cierra la herida del Camp Nou

Memphis, celebrando su gol contra el Mallorca
01/05/2022
3 min

BarcelonaCuando el Barça mire hacia atrás, los tropiezos en el Camp Nou que hicieron que temblara todo esta primavera se recordarán como un susto, como un agujero en el camino que acabó con el himno de la Champions sonando en el estadio entre semana. Sacándose un peso de encima, el equipo de Xavi cerró la herida que significaba jugar en casa superando al Mallorca en un partido en el que se acabó con un nudo a la garganta (2-1). Todo cuesta, en esta temporada en la que se tienen que sentar los cimientos del renacimiento azulgrana. La prioridad era ganar para dar un nuevo paso hacia la Liga de Campeones. Un objetivo mucho más realista que haber soñado con ganar la Liga. Esto era hacer castillos en el aire.

Al Barça le tocaba tener los pies en el suelo. Después de ver como los malos resultados se convertían en piedras en los bolsillos de un equipo que avanza más lento de lo que Xavi querría, el técnico de Terrassa sacó el bisturí. Pequeños cambios para conseguir grandes resultados y hacer crecer a un equipo siempre castigado por las bajas, con Pedri mirándolo todo con una mirada triste en la grada y Ansu con ojos de ilusión en el banquillo, después de recibir por fin el alta. Poco pudo hacer en su regreso al césped el joven delantero. Xavi apostó por recuperar la mejor versión de Memphis, demasiado olvidado últimamente, situándolo por la izquierda para permitir a Ferran actuar por la derecha, donde le gusta jugar al valenciano. Funcionó en parte, puesto que Memphis demostró mantener una relación muy sólida con el gol, pero Ferran sigue sin encontrar su lugar, demasiado nervioso. En la segunda parte marcó, mirando hacia el cielo en señal de agradecimiento, pero era una broma de mal gusto del destino, puesto que el VAR descubrió un fuera de juego milimétrico.

No era un contexto fácil, en una noche de un domingo veraniego que invitaba a estar en las nubes en vez de picar piedra contra un rival defensivo que llegaba firmando el empate a un estadio que volvía a presentar otra entrada flojita. Nada nuevo, de hecho. Un espectáculo que no valía el dinero que cuestan las entradas que los turistas sí que compran, pero muchos socios no. Como pasa en tantos rincones de una ciudad donde los precios parecen más pensados para los visitantes que para los ciudadanos.

Memphis al rescate

La realidad, desnuda, era esta. Había que ganar como fuera para consolidar la segunda posición. Pero el equipo que no hace tanto corría como una centella ahora parecía lento, jugando a trompicones. Los jugadores parecía que seguían atrapados en las arenas movedizas de las dudas. Frenkie de Jong era un buen ejemplo, brillando solo cuando podía cruzar el campo con espacios, libre. El partido, incómodo como un nudo de corbata demasiado estrechado, se podía resumir en la mueca de dolor de Piqué, que duró en su regreso a la titularidad menos de media hora. 

Sin la clarividencia de Pedri, el Barça buscó las centradas y pelotazos largos. Una centrada la pilló Araujo, que cuando ya celebraba su renovación acabó con un palmo de narices, puesto que estaba por muy poco en fuera de juego. Una segunda pelota larga sí que encontró el camino de la gloria, cuando Jordi Alba se entendió con una sola mirada con Memphis, para poner la pelota que el neerlandés desgarró con un chute violento. Lo más difícil se había hecho. Con más espacios, el equipo se quitó miedos de encima. Ya por delante, el Barça volvió a ser el Barça, firmando los mejores momentos de fútbol en semanas en la segunda parte: con De Jong y Ferran haciéndose perdonar en parte los pecados con sus carreras y Sergio asegurando el resultado con un chute marca de la casa desde la frontal (2-0). 

 Xavi decidió convertir el partido en una conchabanza colectiva, uniendo a jugadores y aficionados para quemar en una hoguera todos los malos recuerdos de los últimos días y encarar el tramo final de temporada con la cabeza alta. Se trata de pensar en un futuro simbolizado en Ansu Fati, que pudo volver a los terrenos de juego, confiando en que esta será la buena, que por fin reencontrará la estabilidad que tanto necesita el joven delantero y todo el equipo. Con Ansu en el césped la fiesta ya estaba completa en un Camp Nou que pasó de celebrar el 3-0 de Ferran, gol en fuera de juego, al palmo de narices del 2-1 del Mallorca, obra de Raíllo en un despiste defensiva de un Barça que sigue teniendo los pies de barro en defensa. Un gol simbólico. No evitó el triunfo azulgrana, pero sirvió para recordar a todo el mundo que todavía no se ha llegado a buen puerto. La Champions ya se ve en el horizonte, pero en la nave todavía entra agua.

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