Los adoquines

Cuando el Barça valida el odio

Joan Laporta y algunos de sus directivos en el Barça en una imagen de archivo.
08/12/2024
2 min

Tenía previsto escribir sobre la dependencia de Lamine Yamal y apuntar una teoría: que lo extraordinario en este Barça de Hansi Flick no es lo que está pasando ahora, sino lo que ocurrió antes, al principio. Por ejemplo, en la semana de los cuatro goles al Bayern y los cuatro al Madrid. Es muy difícil, por no decir imposible, mantener ese nivel de excelencia con un entrenador recién llegado, una plantilla corta y una mayoría de adolescentes en puestos clave rindiendo por encima de las expectativas en un arranque tan espectacular. El divertimento, la ilusión, la alegría, la sospecha y la esperanza de un futuro brillante están basados en hechos, datos y la identificación que generan jugadores, además, formados en La Masia. De eso pensaba escribir. Hasta que me contaron lo de la gala del 125 aniversario del Barça.

Entre los invitados por la institución había tuiteros que llevan años –antes incluso de que Twitter fuera X– dedicándose a señalar, asediar e insultar a periodistas y que vieron así premiada, validada, su labor: con un asiento en el Liceu. También había señores de pódcast, muy gamberros ellos, que utilizan expresiones tan elaboradas como decir que tienen que "comerles la polla" y que las usan una y otra vez hasta la náusea. El público mayoritario del acto —oh, sorpresa— eran más señores, muchos de ellos jóvenes, a los que la vulgaridad les parece revolucionaria, un cambio de paradigma. Cuando hablamos de masculinidad tóxica también nos referimos a esto.

Ahora que en el debate público empieza a enseñar la patita el mal que como sociedad estamos sufriendo a causa de las redes organizadas, y financiadas, propagadoras de odio y que empezamos a ser conscientes del peligro que representan, no estaría de más que en vez de hablar en abstracto señaláramos hechos concretos. Porque eso en el Barça ocurre, está pasando. Y no se trata de corporativismo, no es que no te inviten a una gala. No es personal y, por supuesto, no lo digo por mí. Se trata de quién ocupa este espacio y con qué objetivo, de qué mensaje llega, de qué relato se intenta imponer y a quién se intenta acallar, amedrentar o arrinconar. El silencio por parte de los medios de comunicación tradicionales también resulta significativo y la reflexión es urgente. Porque el Barça de Joan Laporta ya ha elegido, y no es buena noticia.

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