Barça

Camp Nou: la grada de la discordia

El derribo del tercer anfiteatro del estadio, el legado de Núñez, sigue generando polémica un año después del inicio de las obras

BarcelonaHace un año que las obras del nuevo Camp Nou están en marcha. La antigua tercera gradería ya es historia y en su lugar se están instalando en marchas forzadas los pilares de uno de los rasgos diferenciales de lo que será el nuevo estadio. Un proyecto retocado respecto al que diseñaron los arquitectos catalanes Pascual y Ausió, ganadores del concurso para la construcción del nuevo estadio en el 2016. Los cambios han levantado mucha polvareda y son, todavía hoy, motivo de polémica. La última, el pasado lunes, en una mesa de debate muy caliente que organizó la asociación Arquitectes per la Arquitectura.

Para entender qué ha pasado es necesario retroceder hasta finales del 2020, unos meses antes de que Joan Laporta ganara las elecciones a la presidencia del Barça. La junta saliente de Josep Maria Bartomeu había dejado el Espai Barça a punto de caramelo, pero los nuevos mandatarios consideraban que el proyecto no era suficientemente bueno y que podía sacarse mucho más rendimiento. Poco después de llegar al cargo, hicieron correr que no veían claras algunas cosas. De entrada, el precio, fijado en 815 millones por la antigua directiva, pero que estaban seguros de que sería mucho mayor.

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También la movilización de 12.000 abonados de primera a tercera gradería, tal y como explicaba en múltiples ocasiones la vicepresidenta Elena Fort. Entre esto y algunas "carencias estructurales", decidían limpiar y reformular el proyecto de arriba abajo. En vez de alargar la tercera gradería, se haría nueva. Y como el precio se disparaba decían que lo compensarían con más ingresos, gracias a un doble eslabón de lonjas vip, una idea que copiaron de una visita que realizaron al US Bank de Minneapolis, en Estados Unidos.

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Cuando se hicieron públicos los cambios, la directiva se topó con las primeras oposiciones. Principalmente por el precio, porque hacer nueva la tercera gradería suponía una inversión mayúscula. "Es como hacer un puente de 800 metros de largo a 60 metros de altura", ejemplificaba un arquitecto vinculado a las obras del Camp Nou. De los 600 millones de presupuesto votados en referendo en el 2014, se pasó a 815 en el 2020. Un año después se estimaba que serían 1.200 y, por último, 1.450, el importe de la financiación del Espai Barça. En este punto algunos pidieron volver a la propuesta de Bartomeu, pero Laporta y los suyos se negaron en redondo: "El proyecto estaba obsoleto".

¿Realmente hacía falta tirar al suelo la tercera gradería del Camp Nou?

Aparte de la movilización de abonados, la directiva argumentaban los problemas estructurales de la tercera gradería, construida bajo la presidencia de Josep Lluís Núñez a raíz del Mundial de 1982. Desde algunos sectores se acusó a Laporta de querer acabar con un símbolo del nuñismo –el expresidente siempre dijo que de lo que estaba más orgulloso era de haber hecho esa gradería–, pero la junta actual lo negó sistemáticamente y adujo razones arquitectónicas.

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"Técnicamente la decisión era irrevocable. La calidad de los materiales era inferior y había un tema de seguridad. Así constaba en los informes", decía hace unos meses Fort durante una sesión informativa del Espai Barça para los socios. Pero no todo el mundo acepta esa tesis. "No es cierto que hubiera que tirar al suelo a toda costa. No se presentó ningún informe que dijera que no había más remedio", decía al ARA Jaume Llopis, antiguo miembro de la comisión del Espai Barça, cuando fue preguntado al respecto hace unos meses.

"Había problemas, sí, pero se podían arreglar", coinciden tres arquitectos distintos que siguen de cerca el proyecto de reforma. "Si fueran ciertos los problemas de seguridad, en el Camp Nou no hubieran ido 90.000 aficionados por partido hasta el último día", añade uno de ellos. "La carbonatación del hormigón tiene solución. ¡En caso contrario, no quedaría derecho ningún edificio de Barcelona!", dice la misma fuente.

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"Si a un arquitecto le pides qué es mejor, siempre te dirá que lo mejor es echarlo todo al suelo y hacerlo nuevo. En comparación con lo que había, el Barça tendrá una tercera gradería más moderna y funcional. Será claramente mejor. Pero, claro, habrá costado mucho más dinero. ¿Seguro que la podremos pagar?", reflexiona otra de las fuentes consultadas. En este sentido, en otra sesión informativa donde se debatió sobre la cuestión, Fort invitó a Lluís Moya –director técnico del Espai Barça– para que saliera al escenario y dijera a los socios que no había otro remedio que derrocar al obra de Núñez. Pero Moya, que se vio entre la espada y la pared, huyó de estudio y contestó otra cosa.

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Con el proyecto que se está ejecutando quedan salvados los 12.000 aficionados que debían moverse de la primera gradería, pero los perjudicados son los de la tercera. Y es que, haciéndola nueva, los que estaban en primera fila pasarán a ver el fútbol desde mucho más lejos. En concreto, ocho metros más atrás y diez metros más arriba. La nueva primera fila será como la 13ª antigua, según han calculado algunos abonados, que descontentos con su ubicación futura están moviendo los hilos para crear una plataforma de afectados que haga de lobi con el club y les dé alguna alternativa. Por el momento son una veintena. "Han convertido la tercera gradería en un gallinero", protestaba en su día Jordi Moix, directivo responsable del Espai Barça en el anterior mandato.

Muchos cambios respecto a la maqueta ganadora del concurso de arquitectura

Más allá del coste y de posibles incomodidades, el otro gran tema de debate es si la reforma final se parecerá más o menos al que diseñaron Pascual y Ausió en su día. "Ha habido retoques, pero se mantiene la esencia", garantizaba Moya en una intervención en el Colegio de Arquitectos, cuando desveló algunos cambios en el proyecto pensados ​​para que las obras se pudieran hacer lo antes posible y así ajustar cese a los plazos marcados por el club. Pero no todas las modificaciones son culpa de la actual junta. Tal y como explicó el ARA, William T. Mannarelli, antiguo responsable del Espai Barça, advirtió a la directiva de Bartomeu de que la propuesta ganadora era irrealizable, ya que supondría disparar el presupuesto. Así que, de forma discreta, la mutilaron. Por ejemplo disminuyendo el ancho de las terrazas y optando por materiales decorativos de menor calidad. Cuando Laporta decidió hacerse suyo el proyecto no empezó de cero a partir de la maqueta ganadora, sino de los trabajos de Mannarelli y su equipo.

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Ahora ya no hay vuelta atrás, las obras están en plena ebullición y la gran duda es si se cumplirán los plazos previstos, empezando por la idea de dar por terminado el exilio en Montjuïc a finales de año, o si la reforma estará totalmente terminada el verano del 2026. Pero, por encima de todo, un único deseo, tal y como decía el lunes arquitecto Òscar Tusquets: "Me consuela un poco que, por mal que vaya el proyecto de nuestro estadio, nunca estaremos tan equivocados ni será tan feo como el Bernabéu".