Salir del pozo con herramientas del pasado
Este fin de semana hablaba del Barça con un amigo que conoce bien alguna de las interioridades del club. Es una mente brillante, un talento que se mueve a nivel internacional y con un currículum excelso. Alguien que no habla de oídos. Defendió la gestión de Laporta sobre todo porque el actual presidente fue valiente a la hora de afrontar la delicada situación heredada de Bartomeu. También porque plantó cara a todas las grandes constructoras que querían hacer agosto con el Espai Barça con un precio infladísimo prepactado. Obviamente, no todo eran florecillas. Sombras las hay, y muchas.
La tesis de fondo era que la evolución del negocio del fútbol pone al Barça contra las cuerdas, con inferioridad a la hora de competir contra los grandes clubs europeos, el Real Madrid incluido. Y que la valentía de Laporta, que ha permitido al Barça ahorrarse cientos de millones, justificaría incluso que algunos hicieran negocio con comisiones –en ningún caso el amigo dijo que Laporta se llevara comisiones de Limak u otras operaciones– . Lo que venía a decir es que hace falta un giro a la hora de estructurar el Barça y que los arrebatos de Laporta y su gestión personalista son un mal menor, un imperativo fruto del contexto actual.
Añadía, además, que los directivos no pintan nada. Que el Barça tiene un modelo de gestión caduco. Los miembros de la junta deberían cobrar, evitando así que siempre estén buscando su oportunidad de mercado para compensar las horas dedicadas a fondo perdido. Además, debería buscarse la fórmula de retener a los altos ejecutivos, que se marchan, algunos atemorizados por las maneras de hacer del presidente y otros porque utilizan al Barça como trampolín. Obviamente, un cambio así no depende exclusivamente de la institución. Habría que cambiar, más allá de los estatutos, la normativa que rige los clubs deportivos.
Con estas conversaciones de bar no se sacará el Barça del pozo económico en el que se encuentra. Al mismo momento, en toda Catalunya, habría miles de conversaciones similares. El Barça quita muchas horas de sueño. Pero, ciertamente, la mirada cortoplacista que utilizamos para analizar la actualidad deportiva, ya sea en un bar del centro de Ciutat Meridiana o en los despachos nobles de Sant Gervasi, no nos permite poner el foco en los problemas estructurales que se arrastran desde hace décadas.
El club es gestionado al igual que hace 30 años. El Barça del siglo XXI está gobernado con herramientas y mentalidad del pasado siglo. Y no hablo del modelo de propiedad, sino del modelo de gestión. Cuando el debate gire en torno a esto y no de los fichajes, las pancartas y la última polémica de turno, se podrá situar al Barça donde atañe.