

La Sagrada Família ha pedido licencia al Ayuntamiento de Barcelona para iniciar la fachada de la Glòria, y esto me ha animado a repescar algunas reflexiones que había hecho hace muchos años sobre los entornos del monumento.
La Sagrada Família es la polémica preferida de muchísimas generaciones de barceloneses, y yo paso a menudo por debajo de los cimientos, porque el túnel del AVE (también una discusión muy dramática en su momento) circula por la calle Provença.
Los alrededores de la Sagrada Família están muy consolidados (hace años que se han ido edificando), pero el planeamiento vigente prevé el derribo de una franja ancha de fincas frente a su fachada principal. Es lo que los planos muestran en color naranja como clavo 14a y en color verde como clavo 17/6: equivalen a 300 viviendas afectadas por la transformación en zona verde y otras 600 pendientes de regulación específica. Sin embargo, es evidente que lo que dice el planeamiento no tiene ningún sentido y que habrá que resolver las afectaciones urbanísticas de otra manera. Hablamos de cientos de vecinos que viven con incertidumbre y de afectaciones que degradan el tejido edificado condenado hace muchos años. Ahora dibujar una alternativa más viable es una oportunidad para afrontar las externalidades del turismo masivo y convertir el entorno en un pedazo de ciudad algo más decente.
La transformación del entorno de la Sagrada Família requiere sensibilidad: deben pensarse los accesos sin romper con la lógica del Eixample, poniendo en valor los interiores de manzana y manteniendo la cadencia entre manzanas, pasajes, patios interiores y alturas armónicas. Procurar borrar las preexistencias sólo generaría un pastiche indigno de los tiempos actuales. Los frentes de las calles Marina y Sardenya y sus últimas, con galerías desordenadas y patios irregulares, deben preservarse porque también tienen ya, pasados unos años, cierto valor patrimonial, de paisaje urbano unitario.
Pero, sobre todo, los accesos a la Sagrada Família tienen potencial para generar un recorrido más completo, que permita deshacer aglomeraciones. Hay que decir que desde el nuevo Parque de las Glòries hasta la Sagrada Família, pasando por el recinto modernista del Hospital de Sant Pau, se puede llegar al mirador de los Tres Turons, y explicar que Barcelona es Gaudí y, al mismo tiempo, el barrio del Carmel. La forma de hacer de la burguesía, la iglesia y la monumentalidad conviven desde hace décadas con la informalidad y la autoconstrucción. Es más completa la lectura de la ciudad cuando se realiza desde esta doble perspectiva, la de la ciudad monumental y la de los barrios de la gente que construyó precisamente esta monumentalidad. Pensar en clave de línea (recorrido) en lugar de punto (monumento) ayuda a mitigar la afluencia masiva de los turistas, que pueden moverse a pie en lugar de estancarse en una sola esquina.
Gaudí concibió a la Sagrada Família para que se pudiera ver desde las diagonales, garantizando siempre la percepción de dos fachadas. Esta idea ya fue recogida en el Plan de Enlaces de 1917, que proponía espacios a su alrededor que favorecieran esta perspectiva. Mirarse la Sagrada Família sólo frontalmente es una tontería fruto de la obsesión por el orden de los totalitarismos.
El urbanismo se ha convertido en una disciplina tan técnica, tan dependiente de la aprobación de decretos, trámites, planes y estudios económicos, que hace tiempo que la ciudad va posponiendo la toma de decisiones proyectuales y compositivas de los entornos de la Sagrada Família con nuevas ideas. Volver a dibujar, pensar en las vistas, en los itinerarios y en la convivencia entre usos cotidianos y turismo me parece un proyecto apasionante para una ciudad como Barcelona, donde el sector de la arquitectura puede realizar propuestas urbanas significativas.
Objetivamente, el barrio de la Sagrada Família es uno de los más densos de Barcelona. En clave vecinal es difícil entender que sea necesario diseñar accesos para una edificación que genera miles de visitantes (e ingresos) sin tener en cuenta las dotaciones para espacios comunitarios a nivel de barrio. Pero es que no es incompatible una cosa con la otra: hacer sitio para el centro de visitantes de la Sagrada Família implica necesariamente pensar cómo hacer sitio para vivienda protegida, espacios educativos, CAPs, alojamientos para gente mayor y centros cívicos y de entidades. Puede hacerse todo a la vez.
De momento, cuando los peatones caminan por la Diagonal, existe una imagen simbólica: una pequeña apertura entre dos fincas residenciales de cinco plantas en la calle Aragó, condenadas por el planeamiento vigente, con un cartel azul que dice: "Parking Manhattan". Y al fondo, en segundo plano, se erigen la Sagrada Família y sus grúas. La escalera micro y la escalera global, en una sola foto. ¡Bienvenidos a Barcelona!