

BarcelonaAndreu Rauet, un periodista de Reus con ganas de verdad, tiempo para rascar y buenas fuentes (lo que por desgracia no sobra en las redacciones del país), ha querido poner orden en el caos de empresas con nombres extraños, impagos reiterados y silencios cómplices asociado a la desaparición del club de fútbol de su ciudad. Si en un primer documental, nacido de un encargo en la universidad, intentó relatar la tormenta perfecta que hundió al Reus Deportiu, ahora, en una segunda entrega, pone el foco en las prácticas que sus propietarios desarrollaron para capitalizar el proyecto con dinero de inversores privados que captaban a través de dos intermediarios.
Las jugosas rentabilidades prometidas se convirtieron en un caramelo envenenado. El dinero, se calcula que unos 7 millones de euros, se esfumó. Solo se abonó una pequeña parte de los intereses pactados, y según se recoge en el documental Laportagate, al menos uno de estos escasos pagos se ordenó a través del despacho profesional de Joan Laporta, que es uno de los imputados por las cinco querellas por estafa agravada que de momento se han interpuesto en el marco de esta trama. Quién sabe si evidencias como esta hicieron que el presidente del Barça hablara en primera persona de la desaparición del Reus cuando declaró a finales de enero por una presunta estafa de 4,7 millones incluida en este pastel. Hasta ahora, Laporta se había desmarcado del tema.
Otra familia que se ha querellado por el mismo motivo participa en el documental de Rauet y va aún más allá. Acusa al mandatario azulgrana de haberle ofrecido recuperar el dinero con trabajos ficticios en el Barça, algo que, según apuntan, ya se habría consumado con los fichajes de Toni Cruz y Bryan Bachner por el club después de que Laporta ganara las elecciones del 2021. "A Bryan lo han untado", confesó una de las captadoras que buscaba dinero para el Reus, mientras que la cuenta bancaria de Cruz aparece aparece en los e-mails de las inversiones fallidas en el Reus que ahora se han judicializado. Tanto el ex de La Trinca como Bachner callan cuando se les pregunta al respecto. Mala señal.
Ya sabemos que Laporta gestiona el Barça como una "empresa familiar" y, de hecho, un buen grupo de barcelonistas aceptan que su gobierno tenga tics autoritarios regados con generosas dosis de populismo. También somos conscientes de que negocios personales como los del Reus no le salieron bien y que, en parte por este motivo, hizo un esfuerzo tan titánico para recuperar la notoriedad que le proporciona la presidencia azulgrana. Todo esto puede digerirse, especialmente para sus fans, tratándose de Laporta. Lo que ya no lo es tanto es que el club que preside tenga que soportar tener a un dirigente imputado por una presunta estafa que, según los querellantes, ha intentado compensar con dinero que no es suyo, sino de los socios que lo votaron.
Más allá de la posible estafa, que la justicia ya dirá si existió o no, aquí lo que importa es si realmente Laporta ha utilizado al Barça para tapar agujeros del pasado. Si todo es mentira, ya tardan él y el club (pobre club) en poner demandas a diestro y siniestro. Cada día que pasa sin acciones contundentes en este sentido será alimentar la sensación de que no queda nada limpio. Por mucho que Hansi Flick y sus jugadores hagan entrar la pelotita.