¿Competencias en inmigración? ¡Siempre las hemos tenido!


El Instituto Catalán de Estadística (Idescat) acaba de publicar unas "proyecciones demográficas" para la próxima década en forma de tres escenarios (también hace proyecciones hasta 2074, pero no me parecen interesantes).
En el escenario "Alto", la población catalana seguiría creciendo al mismo ritmo que a lo largo del siglo XXI y ganaría un millón de habitantes; en el escenario "Medio" crecería a dos tercios de ese ritmo y ganaría más de medio millón de habitantes; en el escenario "Bajo" crecería al ritmo del País Vasco y se situaría en los 8,2 millones y ganaría solo 200.000 habitantes.
Remarco que se trata de proyecciones, no de predicciones. Contra lo publicado, el Idescat no nos está diciendo lo que va a pasar, sino lo que podría pasar. Con esta idea en la cabeza, debemos formularnos dos preguntas: qué nos conviene que pase, y de qué y de quién depende que pase una cosa u otra. Respondámoslas una a una.
Desde mi punto de vista, no cabe duda de que el mejor escenario es el "Bajo", y que el "Alto" sería una catástrofe económica, cultural y social. Seía una catástrofe económica porque la única manera de ganar población es a base de inmigración poco calificada (la calificada, que también hay, es extremadamente escasa), lo que implica que la productividad catalana seguiría degradándose, y, como dice Paul Krugman, "la productividad no lo es todo, pero a la larga lo es casi todo". Es significativo que la única comunidad española en la que la productividad ha subido significativamente sea el País Vasco, donde la población ha crecido muy lentamente. En un escenario en el que la productividad catalana no suba, el estado del bienestar es insostenible, lo que debe traducirse inevitablemente en dolorosos recortes.
Desde un punto de vista cultural, basta con hacer constar que el número de catalanes que utilizan el catalán como "lengua habitual" no sería ahora del 33% sino del 41% si la población hubiera crecido al ritmo vasco, y caería al 29% en el próximo decenio en el escenario "Alto". Desde el punto de vista social, nuestros problemas con la vivienda se agudizarían más allá de las posibilidades de los voluntariosos programas de construcción de vivienda pública que ahora nos disponemos a poner en marcha.
Vamos ahora a la segunda pregunta: de qué depende que se materialice uno u otro escenario.
La comparación entre lo ocurrido en los últimos años en el mercado laboral de Catalunya, las Baleares y el País Vasco nos proporciona la respuesta. Baleares y Catalunya son dos de las economías que (en términos relativos) más puestos de trabajo han creado en Europa, mientras que el País Vasco es una de las que menos. Tanto en Baleares como en Catalunya el motor de esta creación ha sido el turismo, que ha pasado de 10 a 15 millones de visitantes extranjeros en Baleares y de 9 a 20 (!) en Catalunya. Aquí ha ayudado también el desarrollo de algunas industrias agroalimentarias que utilizan mano de obra poco calificada, las cárnicas en particular. Dado que ni en Baleares ni en Catalunya había disponibilidad de mano de obra autóctona, esta enorme creación de puestos de trabajo se ha traducido en un flujo inmigratorio de mano de obra poco calificada insólito en Europa.
Ahora bien, ¿quién ha determinado que en Baleares y en Catalunya se crearan tantos puestos de trabajo poco cualificados? Exclusivamente los respectivos gobiernos autonómicos, a base de permitir, cuando no de estimular, la creación de suelo urbanizable en la costa, la conversión de vivienda en vivienda de uso turístico y una promoción incansable.
Esto significa que lo más importante que ha pasado en Catalunya en las últimas décadas tanto desde el punto de vista económico como social y cultural, que es el paso de los 6 a los 8 millones de habitantes, ha estado siempre en nuestras manos. La lectura política de este hecho es a la vez desalentadora y esperanzadora.
Es desalentadora porque implica que nos hemos comportado con una perfecta falta de responsabilidad. En la miríada de programas electorales, acuerdos de coalición, programas de gobierno y proclamas de todo tipo que se han sucedido en este convulso período, ningún partido ni ningún líder ha planteado la pregunta crucial: cuántos tendríamos que ser. Se trata, sin duda, de un fracaso estrepitoso de la autonomía catalana que nos obliga a plantearnos si somos merecedores no de lo que aspiramos, sino de lo que ya tenemos.
Pero es esperanzadora porque significa que está en nuestras manos determinar si en los próximos diez años lo que veremos será la materialización del escenario "Alto", el "Medio" o el "Bajo". Depende exclusivamente de nosotros.
¿Y el acuerdo para la delegación de competencias en materia de inmigración? Es un asunto de orden público que celebro, pero que nada tiene que ver con lo que estamos considerando, porque no tendremos más o menos inmigración si quien aplica la ley es un guardia civil o un mosso d'esquadra.