Déjame decirte

La paz de Illa en un Madrid en llamas

El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, este jueves en Madrid.
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MadridEl presidente de la Generalitat, Salvador Illa, hizo el jueves una conferencia importante en Madrid, pero que tuvo que competir con los numerosos frentes informativos abiertos estos últimos días. También es verdad que las noticias lo son más cuando se plantean en forma de conflicto e Illa se presentó en la sala principal del Bellas Artes –una prestigiosa institución cultural– con un mensaje abierto y conciliador. Merece la pena, en todo caso, que también en Catalunya, y no solo en la capital, se tome nota del discurso alternativo defendido ante un buen puñado de ministros, consejeros y empresarios, con una cuidada puesta en escena, de la que ha quedado testigo audiovisual para siempre. Para mí, que llevo muchos años de vida periodística en Madrid, la importancia de esa cita está en el cambio sustancial de discurso por parte de un presidente de la Generalitat. No hace falta tener a mano muchos datos estadísticos para poder recordar que desde hace mucho tiempo las visitas oficiosas u oficiales de quien es también el más alto representante del Estado en Catalunya estaban caracterizadas por mensajes que al menos eran de queja e insatisfacción. Illa, en cambio, ha dejado claro que quiere dar otro enfoque a las relaciones institucionales, y por lo general al planteamiento de su presencia en Madrid, concepto que va bastante más allá que el de la simple denominación de una ciudad. Ahora bien, lo que me pregunto, muy sinceramente, es qué va a resultar de todo esto.

Comparto que la orientación del mensaje del presidente Illa difícilmente podía ser otra. Las cosas le van razonablemente bien, aunque este año tampoco tendrá a mano la herramienta de nuevos presupuestos. Ni él, ni Pedro Sánchez. Pero diría que ambos se han hecho a la idea y están conformados, sabiendo que esto no les impedirá seguir haciendo camino. Sin embargo, este camino es cuesta arriba. En cuanto al líder de los socialistas catalanes, el sufrimiento le vendrá por todos lados, por la derecha y por la izquierda. Tiene una ventaja, y es que el gobierno del Estado es también mayoritariamente socialista, en este caso en coalición con el Sumar de Yolanda Díaz, que cada día parece más inquieta con la competencia y las críticas que le hace Podemos. Illa podría sacar rentabilidad de su relación con Sánchez y el gobierno central si no fuera porque quienes tienen un crédito hipotecario concedido al líder del PSOE son los partidos independentistas, que necesitan ir cobrando intereses supuestamente cada vez más altos.

En este contexto, lo más importante para la Generalitat sería que sacara adelante el acuerdo de financiación que debería implicar la implantación de un sistema similar al del concierto del País Vasco. De esto se habla desde el inicio de la legislatura. Pero es el propio gobierno el que lo ve cada vez más complicado. Por otra parte, ya hemos comprobado que con el PP no hay demasiadas coincidencias posibles y que su respuesta a cualquier iniciativa en este terreno es la de oponerse y, si puede, presentar un recurso al Constitucional. Lo digo después de lo que ha pasado con la condonación de la deuda de las comunidades autónomas. Para el gobierno esta propuesta era una forma de intentar hacer camino hacia un acuerdo en el Consejo de Política Fiscal y Financiera sobre una revisión del modelo de financiación autonómica. Pero no lo ha logrado. Las perspectivas, por tanto, son malas. Para Illa la cara positiva de esa moneda es que los más defraudados serán, llegado el caso, quienes dieron el voto a Sánchez por ser presidente, pensando que la plena soberanía fiscal se había obtenido. Sería, en cualquier caso, un triste consuelo. Y si el panorama pinta tan incierto, ¿de qué van a servir las buenas palabras de Isla en su visita del jueves a Madrid?

Colaboración con el Estado

De entrada, un discurso de mano abierta y colaboración con el Estado, como el que hizo Illa, renueva y oxigena un poco el ambiente. Lo hace todo algo más respirable. El jueves no pude dejar de recordar las visitas a Madrid de Jordi Pujol, Artur Mas, José Montilla y también de Carles Puigdemont, alguna auspiciada por Manuela Carmena, cuando era alcaldesa de Madrid, donde la criticaron mucho por prestar la sala de actos del ayuntamiento a dirigentes independentistas. Por razones obvias –la Audiencia Nacional todavía tiene pendiente un juicio– Illa no citó el pasado jueves a Jordi Pujol. De su larga etapa de gobierno quedó, entre otros, la expresión "peix al cove" para definir el afán de ir aumentando competencias, aceptando incluso las que no podían comportar demasiadas satisfacciones, como fueron las de las prisiones. Pero ahora estamos en una fase en la que los peces pueden acabar siendo virtuales. Puede ocurrir que cuando alguien mire al fondo del saco o de la cesta resulte que no hay pescado fresco ni nada consistente. Veremos, por ejemplo, cómo queda la participación de los Mossos en el control de fronteras. Dirá que soy demasiado pesimista, pero hace poco un veterano dirigente socialista me recordaba qué hizo José Luis Rodríguez Zapatero después de que Pasqual Maragall le dijera en un comité federal del PSOE que debía acordar determinadas concesiones a Catalunya porque debía a los socialistas catalanes y sus votantes el éxito de haber llegado a la presidencia. "Nuestro secretario general –me decía este veterano– no contradijo a Maragall, pero esa misma tarde empezó a realizar llamadas a unos ya otros para evitar que se descontrolara la situación".

A pesar de todos los antecedentes, me reafirmo que el discurso de Illa debía hacerse. Venimos de unos años de combustión y convulsión. Y el problema principal no es que Sánchez pueda acabar viéndose trabado por las exigencias de Catalunya. El problema es que Illa vino a Madrid con un mensaje conciliador, cuando en torno a ellos son tiempos de guerra. Ahora hablo metafóricamente de asuntos internos, no de la situación internacional. La misma mañana del jueves, del Congreso salían llamas, con votaciones dictadas una vez más por el puro tacticismo. Me diréis que por eso hacía aún más falta una voz que volviera a poner en valor el concepto de lealtad constitucional. Pero vivimos en un país en el que hay jueces que se resisten a aplicar la ley, por ejemplo la de amnistía, cuando todavía no ha sido declarada inconstitucional, y no creo que lo sea. Tengamos fe, por tanto, y tampoco despreciemos la esperanza y la caridad.

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