Algunos no lo recordarán, pero el fichaje de Frenkie de Jong, al igual que el de Philippe Coutinho, generó bastante consenso entre el barcelonismo. Debido a que eran tiempos en que el fair play financiero no se estudiaba en las redacciones de la ciudad, la apuesta de Josep Maria Bartomeu y compañía por reclutar a un joven y vigoroso centrocampista por el que suspiraba toda Europa no despertó muchas críticas. Al contrario. Había que empezar a preparar el relevo de Sergio Busquets, que ya pasaba de la treintena, y se aplaudió que el Barça mejorara la oferta para asustar el interés del PSG, que también quería fichar al entonces futbolista del Ajax, el escuela en la que se inició Johan Cruyff. Sobre el papel, el plan tenía pocas fisuras.
Cinco años y medio después, no es ninguna novedad decir que De Jong no ha sido el creador de juego que esperábamos. También es un hecho que su contrato, diferido y ampliado por Bartomeu antes de dimitir, agujerea las cuentas del Barça sin que esto se haya traducido en rendimiento. Todo ello ha convertido al neerlandés en la encarnación perfecta de la herencia que Joan Laporta gestiona desde que ganó las elecciones. No es casual que Mateu Alemany intentara colocarlo al Manchester United hace dos veranos para poder aspirar a fichar a Bernardo Silva. Y tampoco es sorprendente que el futbolista evite dejar un club que le asegura un buen sueldo hasta el 2026. Fuera de Barcelona, la ciudad en la que ha nacido su hijo, hace más frío de lo que parece.
La actitud conservadora de De Jong es criticable porque vuelve a demostrar que, en el fútbol, el dinero lo es casi todo. También se entiende que el laportismo incondicional dispare contra una apuesta que hizo Bartomeu y que está pagando la junta a la que apoya. Pero una cosa es lamentar que el neerlandés cobre mucho por jugar poco (ahora menos, porque está lesionado y ya veremos cuándo vuelve), y otra muy diferente cargarle también el muerto de la salida por la puerta trasera de İlkay Gündoğan para inscribir a Dani Olmo, una decisión que solo es fruto de la improvisación. Por no hablar de los que todavía creen que De Jong cobra más que Lewandowski solo porque a uno lo fichó Bartomeu y al otro lo contrató Laporta.
Más datos y menos relato. Y sobre todo, más autocrítica. No porque De Jong tenga una ficha alta, esté lesionado y no quiera irse se lo puede declarar culpable de todos los males del Barça. No fue él quien fichó a Vitor Roque a precio de oro ni quien le firmó cuatro años a Lewandowski con un contrato creciente. Tampoco es el responsable de que el club todavía no haya presentado los números 23-24, del sainete contable con Barça Vision ni de los vaivenes con Nike. La herencia no es como el papel. No lo aguanta todo.