Es un síntoma de inteligencia respetar deportivamente al Real Madrid y ser consciente de sus virtudes, sobre todo porque en la final de Copa se respiraba en el ambiente culé unos aires de superioridad que después no se trasladaron sobre el terreno de juego de manera apabullante cuando había porras que apostaban por goleada sí o sí. En la segunda parte en Sevilla el Madrid dio un susto y después de la dolorosa eliminación del Barça en las semifinales de la Champions es natural sentir vértigo y cierto cosquilleo en la barriga teniendo en cuenta el talante sufridor del barcelonista junto a la certeza de que el fútbol a menudo carece de lógica, pero hasta aquí.
Hace 15 años me prometí no volver a animar a mis amigos culés después de que celebraran eufóricos en el balcón de mi casa el 2-6 los mismos que un día antes estaban cagaos, pero no puedo resistirme a preguntar en voz alta otra vez a qué le tienen miedo ahora cuando mientras escribo esto Xabi Alonso ya le está pisando lo fregado a Ancelotti que a su vez ya se ha reunido con emisarios de Brasil, los quirófanos de clínicas privadas han hecho caja hace una semana con varios futbolistas madridistas, la defensa es de circunstancias y la sensación general en la otra orilla es la de que han tancat la paradeta y piensan más en el Mundial de clubes que en el Clásico. Porque además, conviene recordarlo, hasta un empate también le vale al Barça y la última vez que perdió en Liga fue el año pasado, el 21 de diciembre frente al Atlético.
Los de Flick lo tienen todo a favor, incluyendo a un equipo joven y desacomplejado que encima viene herido en su orgullo y que ha ganado en madurez competitiva porque de las derrotas se aprende una barbaridad y la de Milán, por mucho que escueza, estoy convencida de que no ha sido en vano. Que es el principio y no el final como aseguró uno de los veteranos, Íñigo Martínez. Es el Real Madrid el que afrontó la temporada con las expectativas por las nubes, casi descontando títulos y ahora se agarra desesperado al último clavo ardiendo. Es el Barça el que ha demostrado ya en los tres últimos clásicos que puede vencer de diferentes maneras y les tiene comida la moral. Sí, el fútbol no atiende a la lógica a veces, pero en serio: ¿Quién dijo miedo?