Doble derrota en una de las noches más tristes del Camp Nou (2-3)
El Eintracht elimina al Barça de la Europa League en una noche en que los alemanes se hacen suyos tanto el césped como la grada
BarcelonaTan viejo como es, el Camp Nou ha vivido una de sus noches más oscuras. Una doble derrota, primero en la grada y después en el césped. Mientras miles de alemanes se hacían suyo un estadio menos azulgrana que nunca, el Eintracht de Frankfurt ha cortado las alas del equipo de Xavi Hernández, dejándole fuera de combate de forma inesperada de una Europa League que el Barça se animaba a ganar por primera vez (2-3). Un torneo que debía ser un símbolo del renacimiento azulgrana, pero ha acabado por convertirse en la corona de espinas de un equipo que tras hacer sonar música celestial en el Santiago Bernabéu, ha perdido magia. Un golpe de los que duele, de los que te deja sin aire, en un rincón. El primero que recibe Xavi, que afirmaba que había que ganar y convencer, sin saber que tocaría perder y decepcionar. Así es el Barça, exagerado. Cuando gana, como el día de Madrid, gana de forma exuberante. Y cuando cae, queda roto en mil pedazos.
La penitencia parece no terminar nunca, en el Camp Nou. El Barça ha descubierto que le queda mucho trabajo por hacer en un partido desagradable. Tanto a nivel deportivo como a nivel social. Tenía que ser una gran noche europea y las llaves del Camp Nou han acabado en manos de extraños, con los aficionados mirando hacia el palco, preguntándose cómo se ha llegado hasta aquí, en que el equipo visitante se siente más acompañado que el Barça. Los goles llegaron demasiado tarde, cuando el pescado ya estaba vendido.
Todo parecía una pesadilla. Como entrar en tu casa y encontrarte a unos desconocidos, con los pies sobre la mesa del comedor. Incómodos ya antes de empezar el partido, cuando han sido abucheados en su propio estadio por los miles de alemanes que ocupaban espacios donde deberían haber estado aficionados del Barça, los jugadores han entrado con el pie izquierdo al partido. Nerviosos, alterados. Y Eric, inocente, ha cometido un penalti ya a los tres minutos de juego. Kostic no ha fallado, convirtiendo la grada en una fiesta de la cerveza gigante. Estaba escrito que sería un día de luto. Muchos socios, como si lo olieran, habían preferido marcharse de vacaciones. Otros han aguantado la penitencia en la grada, viendo cómo su equipo jamás se sentía en control del escenario. Si hace poco el Barça tenía una hoja de ruta, ahora vuelve a tener dudas después de una goleada tan cruel como poco esperada.
El Eintracht, un equipo con piernas para correr, tenía ya lo que buscaba sin haberse despeinado después de hacer el primer gol. Y podía atrincherarse en torno a Trapp, ese portero que quería olvidar el regusto amargo del día que recibió seis goles en el Camp Nou con el PSG. Lo ha logrado. Al Barça le tocaba picar piedra, intentando mantener la calma a pesar de que el reloj pasaba a ser un enemigo. Y en un contexto tan extraño, quien mejor se sentía era Ousmane Dembélé, convertido en una carcoma capaz de generar peligro cada vez que atacaba. Pero no era suficiente. Sin Frenkie de Jong de salida, Gavi y Pedri no conseguía escurrirse rodeados de gigantes. Y cada pérdida era como tener una espada de Damocles sobre el cuello. Tras insinuar dos veces que podían dañar la contra, los alemanes han golpeado con un disparo espectacular de Rafael Santos Borré. El colombiano, aprovechando el área donde Mingueza hacía lo que podía como lateral, ha enviado el balón a la escuadra. Gigante con pies de barro, el Barça ha dominado sin morder. Y cada contra alemana era un film de miedo. La amenaza de recibir el tercero.
Sin la luz de Pedri
Con Aubameyang desconectado del juego, el Barça se redescubrió débil. En lugar de reaccionar cuando más hacía falta, ha seguido precipitándose por un acantilado. Cada partido de los últimos jugados estos días ha parecido peor que el anterior, con los cansados, desconcertados. El sistema que había hecho volar los sueños de la afición ya ha sido desactivado por entrenadores como Olivier Glasner, quien ha golpeado una y otra vez la espalda de un Barça demasiado revolucionado, atrapado por la maldición de no poder ganar en el Camp Nou cuando llegan los partidos europeos. De los últimos 11, solo ha ganado uno, por 1-0 contra el Dinamo de Kiev. En un día para olvidar, Pedri ha terminado sustituido en el descanso por molestias en el muslo. El canario, que simboliza la luz, el faro que marca el camino, se ha apagado en un partido donde el juego del Barça era demasiado previsible, llano. Los nervios, malos compañeros de viaje, no han ayudado.
Xavi ha llamado a filas a un Frenkie de Jong que había pasado una mala noche, mientras la grada de animación dejaba vacía su zona, en señal de protesta con el club, por haber permitido que el Camp Nou pareciera el estadio de Frankfurt. Después de 10 minutos, sin embargo, han vuelto para apoyar a un equipo que, desesperado, ha ido apretando a un Eintracht que conseguía sobrevivir. Cada balón salvado dentro del área de Trapp era celebrado por un gol por una grada dividida, crispada, como una comunidad de vecinos mal avenida. Xavi ha ido quemando las naves. Primero con Adama Traoré y Sergiño Dest, para tener más piernas, para atacar una y otra vez. Pero hacerlo también era abrir las puertas a los ataques de un Eintracht que se olía que les tocaba escribir una de las páginas más brillantes de su historia. Y Kostic, con un disparo cruzado, ha terminado de sentenciar a mediados de la segunda parte. Y aún pudieron llegar a más, de hecho, con un rival físicamente pletórico que se ha convertido en el ogro de una de las noches más oscuras en años en el Camp Nou.
El Barça ha terminado cargando la cruz de tener que atacar para defender su honor. Busquets ha encontrado el camino del gol, dos veces. Uno con un disparo lejano y otro que no se ha subido al marcador, ya que el VAR ha descubierto un fuera de juego por pocos centímetros. No, no fue el día. Y cuando el Eintracht ha cometido el único error defensivo al cometer un penalti, el reloj marcaba ya el minuto 99. Memphis ha marcado, pero ya no quedaba tiempo para nada. El Camp Nou ha sido saqueado, en una derrota que duele tanto, que envía al rincón de pensar a todos. Tanto a los que han permitido el triste espectáculo de la grada, como un equipo que necesita recuperar el rumbo que parecía haber encontrado recientemente.