BarcelonaEl tópico de considerar a la prensa de Barcelona como un enemigo potencial del Barça esconde un problema conceptual básico: la creencia errónea de considerar que el periodismo debe remar siguiendo la misma corriente de quien gobierna el club. Demasiadas veces se ha oído a miembros de la entidad azulgrana pedir públicamente que los jugadores, la afición, la directiva y la prensa deben ir todos a una. Esta suposición es la antítesis de lo que le corresponde hacer a un periodista, al que la sociedad le otorga el papel de fiscalizar al poder. Y el Barça es poder. Mucho más de lo que puede parecer a primera vista. Por eso tantos tienen tantas ganas de entrar a pesar de la desgraciada situación económica.
De hecho, los primeros que son (o eran) conscientes de esta función del periodismo son los actuales directivos del Barça que ahora señalan a la prensa cuando se publican informaciones que los fiscalizan. Los mismos directivos que hace algo más de tres años aplaudían a los mismos periodistas cuando fiscalizábamos a la junta de Josep Maria Bartomeu. Incluso algunos de ellos también hacían de fiscalizadores a través de sus cuentas en las redes sociales. Las declaraciones contra la prensa de Joan Laporta, Xavi Hernández y Frenkie de Jong son solo la punta del iceberg de la obsesión pública y privada hacia nuestro gremio dentro del club. Sucedía en tiempos de Bartomeu (el Barçagate es la prueba) y sucede con Laporta.
Quien escribe ha tenido constancia de que, después de publicar algunos artículos durante el segundo mandato de Laporta, responsables del club han elaborado listas negras con los nombres de los posibles topos internos que podían haberme dado la información. Pero la obsesión por descubrir quién transmite información a los periodistas está destinada al fracaso en un club con más de un millar de trabajadores y decenas de directivos, ejecutivos, entrenadores y jugadores con abundantes dosis de ego y ambiciones personales. El topo es (casi) todo el mundo. De todas formas, la obsesión sigue y se va magnificando. "Hay personas en el club que os tienen ganas", me escribió por WhatsApp un compañero de profesión después de que desveláramos en el ARA que la subasta del NFT de Alexia Putellas tuvo varias anomalías.
En algo tienen razón los integrantes del Barça: el nivel de fiscalización periodística al que está sometida la entidad azulgrana es prácticamente único en el mundo del deporte. Pese a que lo expresan con espíritu de queja, debería ser un motivo para sentirse orgulloso de pertenecer a esta entidad. La fiscalización es una señal de salud democrática del Més que un club que los dirigentes pregonan. El Barça, aunque algunos considerarán que solamente son 11 hombres o mujeres detrás de un balón, es uno de los máximos representantes de Catalunya en el mundo y sería nocivo que el periodismo mirara hacia otro lado ante su labor diaria.