Jordi Alba no se lo esperaba
El lateral del Hospitalet vive una suplencia amarga después de la explosión de Alejandro Balde
BarcelonaEl último partido del Barça 2021/22 fue un amistoso en Australia. Xavi Hernández y la mayoría de la plantilla volaron en chárter a Sydney durante más de 10 horas. El viaje, contando la diferencia horaria, supuso casi un día entero. Un esfuerzo considerable —para 90 minutos de fútbol contra una selección de estrellas del país oceánico— que despertó críticas de la plantilla. Entre los más molestos con la obligación de formar parte de la expedición estaba Jordi Alba, uno de los dos capitanes que cogieron el avión (Piqué y Sergi Roberto estaban lesionados). Espontáneo y expresivo, el lateral catalán se quejaba del amistoso ante los compañeros, algunos de los cuales eran jóvenes del filial. "Preguntaba por qué se tenía que hacer ese viaje y la respuesta era muy sencilla: para pagar contratos como el suyo", explican al ARA desde el vestuario culé.
Efectivamente, el bolo en las antípodas generó entre tres y cuatro millones de euros que, entre otras cosas, sirven para respetar fichas como la de Alba, que este año supondrá alrededor de 30 kilos sucios entre sueldo y diferimientos. El carrilero tiene contrato hasta 2024 después de una revisión al alza del expresidente Josep Maria Bartomeu, la última de todas las que acordó cuando el Barça todavía no había colapsado a raíz del covid. A Piqué y Busquets, capitanes y portadores de contratos todavía más caros que el suyo, la entidad les pidió —sin éxito— una rebaja para generar fair play financiero en el último mercado de fichajes. En cambio, con Alba no hubo ni siquiera una propuesta informal para que renunciara a parte de sus emolumentos, cuando él estaba dispuesto a diferir otra vez si esto tenía que ayudar a registrar nuevos fichajes, también los que podían comprometer su participación, como Marcos Alonso.
De hecho, el 18 azulgrana tenía clarísimo que la dirección deportiva apostaría por un jugador que doblara su posición después de una temporada en la que sus bajas eventuales las cubrían futbolistas no específicos como Mingueza y Dest. A diferencia de Piqué, al que Xavi comunicó a principios de junio que tendría mucha competencia y que jugaría sustancialmente menos que en temporadas precedentes, Alba no tenía noticias de nada que no fuera empezar la temporada conservando la etiqueta de indiscutible, un papel parecido al que todavía tiene Busquets. Solo preveía una alternancia con Alonso, un veterano con el que también había pugnado por la plaza en la selección española. Entendía que el club le llevara competencia después de un curso sin rotaciones ni suplencias por falta de alternativas naturales. Porque el único que lo podía oxigenar, el joven Alejandro Balde, no contaba para Xavi.
El decorado, sin embargo, cambió radicalmente el día del estreno oficial del Barça contra el Rayo Vallecano, un partido que los azulgranas empataron sin goles y en el que Alba hizo una mala actuación. El lateral se vio superado por Isi Palazón en su zona y despertó algún silbido de la afición. La junta, encendida por los contratos heredados, también manifestó internamente su malestar por el triste papel de Alba, que había jugado de titular los partidos importantes de la pretemporada (Real Madrid y Juventus) y conservó el puesto en el once la primera jornada. Entre el ruido institucional y el pobre rendimiento, Xavi movió el árbol en la visita a la Real Sociedad. A la espera del fair play necesario para poder confirmar la llegada de Alonso, el entrenador se la jugó con Balde, que respondió a la insólita confianza asistiendo a Lewandowski en la primera jugada del partido. Desde entonces, el joven barcelonés no ha abandonado la titularidad en la Liga. Ahora es Alba quien lo oxigena, mientras que Alonso queda para escenarios de máxima exigencia como el de Múnich.
El factor Balde ha cambiado los planes de Alba, que se ha acostumbrado a sentarse junto a Piqué en el banquillo de suplentes del Barça. El sábado pasado las cámaras lo captaron bostezando y con cara de pocos amigos mientras sus compañeros ganaban al Elche en el Camp Nou. En el vestuario lo ven contrariado con una situación que él no preveía y que se puso todavía más fea cuando detectó que le movían la silla el último día del mercado con un ofrecimiento a la desesperada para que el Inter de Milán se lo llevara cedido. "De la misma manera que yo voy de cara, me gustaría que también fueran de cara conmigo", espetó días más tarde el lateral en un acto promocional. Cree que el club no lo ha tratado bien y, a veces, víctima de un fuerte temperamento, paga su malestar con los miembros del staff que definen pautas físicas especiales para cada futbolista. "Total, si después no jugaré", ha llegado a decir entre dientes.
José Luis Gayà, el preferido de Mateu Alemany
Alba aprovechará estos días la parada internacional para coger distancia con el Barça y centrarse en la España absoluta, donde conserva la plaza a pesar de ser suplente habitual en el Camp Nou. En la roja intentará reivindicar su juego a las órdenes de Luis Enrique, cuando antiguamente solía pasar lo contrario: que lo jugaba todo de azulgrana y el asturiano, con el que había tenido diferencias, convocaba a otros laterales izquierdos. En la selección competirá con José Luis Gayà, que sigue siendo futurible del Barça por la insistencia de Mateu Alemany. El capitán del Valencia sigue sin renovar y, aunque lo haga, el director de fútbol culé lo seguirá considerando para reforzar la defensa el verano que viene. Siempre que, eso sí, consiga deshacerse antes del contrato de Jordi Alba.