BarcelonaDani Olmo y Pau Víctor siguen sin estar inscritos mientras Joan Laporta continúa mudo y sin ofrecer ninguna explicación al desastre, el ridículo. Ni siquiera ha sido capaz de emitir un comunicado ofreciendo algún detalle del acuerdo al que ha llegado para malvender los palcos de un Camp Nou al que tampoco se sabe cuando se regresará a pesar de que según sus propios cálculos, ya debería estar abierto. Palcos vendidos a Qatar y Dubai, a los que él mismo consideraba, calificaba de corruptos, dinero sucio. Y todavía habrá que dar gracias que el comisionista Darren Dein aquí no ha mojado pan, que ya es noticia. Los que han despertado, al fin, es la oposición: diez plataformas culés han firmado un documento en el que reclaman la salida del presidente del club o que se someta a una cuestión de confianza.
Tengo una duda, una sospecha. Si la pelotita entra, si en la Supercopa de Arabia Saudí en una supuesta final el Barça gana al Real Madrid, ¿la indignación por la gestión del club será la misma? Yo creo que no. Y justo ahí está el problema. Que el primer equipo de fútbol masculino sostenga a una entidad, a un presidente y a una directiva formada por una panda de palmeros que ya ha ofrecido muestras de sobra de su incapacidad y falta de profesionalidad, da la justa medida del desastre.
Laporta y sus mariachis han tenido cuatro meses, cuatro, desde que inscribieron a Olmo gracias a la lesión de Christensen para encontrar ingresos y ahora, como siempre, jugarán a los recursos judiciales, el relato de Madrid nos roba y a el van a por nosotros para desviar el foco de lo esencial: su ineptitud. Y lo peor es que tiene pinta de que seguirá colando porque los laportianos, al estilo Trump, están muy bien organizados y en estos cuatro años han acosado, intimidado y amedrentado gracias a las redes sociales a cualquiera que osara exponer argumentos, cuestionar y/o criticar al amado líder. Los laportianos, pura secta, son alérgicos a la realidad de la incompetencia de los familiares, amigos y conocidos del presidente y encontraron terreno abonado en el periodismo bufandero que prioriza dejar claro que son ante todo barcelonistas para terminar siendo señalados por youtubers, creadores de podcast y cuentas con seudónimos que molan, y mienten, más y mejor que ellos.
