El mundo del fútbol es tan cruel que reduce un sueño adolescente a un simple valor especulativo. Vitor Roque no es la primera víctima de este juego y, seguro que tampoco se convertirá en el cromo más inquietante de la trayectoria del agente André Cury con el Barça. Empezó con las aventuras de Henrique y Keirrison en la primera etapa de Joan Laporta y se mantuvo prolíficamente bajo el ala de Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu con la operación Neymar como cabeza de cartel —y decenas de incorporaciones dudosas como Douglas o Matheus—. Es curioso cómo, gobierne quien gobierne el club, el personaje sigue entrando y saliendo del plató como si fuera uno de esos invitados recurrentes de las sitcoms de los 90. Se hace pesado como Janice de Friends, pero es mucho más caro. Cuando fue despedido en 2020, cobraba casi 700.000 euros como responsable delscouting en Brasil.
En este enésimo capítulo de André Cury Productions, las responsabilidades están bien repartidas entre todos los protagonistas del auca decadente que es el Barça. La secuencia de los hechos es elocuente: un club que carece de dinero para llenar el vacío de Busquets decide gastarse en diferido 30 millones de euros fijos y 31 en variables en un delantero de 18 años que no es prioritario. Cuando el equipo tiene la desgracia de que se lesiona uno de los pilares del centro del campo, la oportunidad no se utiliza para reforzar el área que quedó mal resuelta en verano, sino que se adelanta la llegada de la promesa brasileña. El choque adaptativo es importante y en la Ciudad Deportiva comprueban el espacio sideral entre expectativas y realidad: basta con ver cómo Vitor Roque controla el balón ante el ojo clínico de Xavi. Después de 310 minutos y 2 goles, no hay forma de digerir el sapo.
Xavi, que como buen hombre de club, había dicho públicamente que el fichaje de Vitor Roque no sólo era de Deco sino también suyo, pretende ahora que se marche cedido para hacer sitio a jugadores que necesita de verdad. ¿Quizá debería haber levantado la voz hace meses? Mientras, Cury ya se ha encargado de decir que, si sale, debe ser traspasado y, además, ha atacado al entrenador para darle menos oportunidades que a Lamine Yamal o Cubarsí. Casi da risa que tenga que ser este agente quien, metafóricamente, nos enseñe que la Masia es el antídoto a tirar el dinero que no tienes por la ventana. De paso, también se evitaría recaer en relaciones tóxicas que forman parte de la lista negra de un forensic extraviado desde hace dos años en un cajón de la Fiscalía. Tigrinho, tú no tienes ninguna culpa.