De los “sangus” de Núñez al sushi de Laporta

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Joan Laporta, emocionado, abrazándose con Xavi Hernández

“Le invité a mi casa en un acto muy amable y estuvimos comiendo unos pequeños sanguos.” En 2024 los sandwiches se han convertido en sushi selecto, pero las lágrimas del presidente también aparecen intermitentemente para inyectar solemnidad en el discurso cuando más lo necesita. Sí, Laporta aprendió lo mejor de su infamado maestro. Pudo pasar de todo, pero esta vez la película no ha acabado con una salida traumática, sino con una continuidad ampliamente sospechada después de semanas de insistencia mediática empalagosa. "En 2-3 minutos nos entendimos", dijo Xavi. Y Laporta lo remató con un “Cuando nos saludamos ya teníamos claro que debíamos seguir”. Si todo era tan fácil, ¿había que montar un circo con suspense final? Nada nuevo en la oficina: el Barça es un vodevil infinito sin coherencia alguna.

Una vez más los miembros de la junta pueden apuntarse en la libreta “Yo, aquí, no pinto nada”. Pronto tendrán que comprar nuevas porque se están quedando sin hojas. Por eso, el mismo día puede parecerles que Laporta se está planteando prescindir de Xavi y que, en realidad, esté a punto de pasar lo contrario. En el fondo, cuando el presidente habla de unanimidad tiene razón: porque sólo debe ponerse de acuerdo consigo mismo. La estabilidad real a partir de la apuesta por Xavi se demostrará ahora: cuando quienes han dudado reiteradamente del potencial del entrenador tengan que enterrar los interrogantes y remar a favor. Por mucho que Xavi y compañía se empeñen en apuntar enemigos forasteros, los egos peligrosos los tienen en casa. También esto ha quedado claro en el descontrol comunicativo de esta semana, y no hay suficientes abrazos con wasabi que puedan taparlo.

Lo normal –y fácil–, después de todos los obstáculos, habría sido que Xavi les dijera a todos “aquí se quedan”. Sin embargo, lo cierto es que las razones del entrenador para continuar se pueden llegar a comprar a pesar del giro argumental: el regusto del proyecto inacabado, viendo un vestuario comprometido y en crecimiento, lo habría perseguido con un eterno “Y sí. ..?”. Tras sacar al equipo del agujero del 2021, merece tener esta nueva oportunidad y que le dejen trabajar a su gusto. Quién sabe, quizá este verano no se quede con un palmo de nariz después de haber obtenido un sí tan relevante como el de Bernardo Silva o le hacen caso cuando considera que no quiere a un jugador determinado. Eso sí: lo que no nos podrán tragar como si fuera el mejor sushi de Barcelona es la pretendida ilusión desbordante… aunque Laporta llore como Núñez.

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