Cuando correr detrás de una pelota pone tu vida en peligro
La selección femenina de fútbol de Afganistán vuelve a jugar pese a la prohibición de los talibanes
SabadellQue una mujer corra detrás de una pelota, nunca estuvo bien visto en Afganistán. Pero con la llegada de los talibanes al poder en 2021, quedó totalmente prohibido. Las mujeres no pueden jugar a fútbol en Afganistán, ni hacer ningún otro deporte. Sin embargo, la selección femenina de fútbol afgana ha renacido de sus cenizas y este octubre regresó al terreno de juego y participó en una competición internacional. Todo gracias a Khalida Popal, que fue la primera capitana del equipo y se negó a tirar la toalla. "Ha sido un momento de mucho orgullo y nuestra forma de luchar contra la ideología que considera que las mujeres deben quedarse en la cocina", dice convencida. Eso sí, el camino no ha sido fácil.
El debut fue en Marruecos, en el torneo organizado por la FIFA con el nombre de FIFA Unites Women's Series 2025. Las afganas se enfrentaron a Chad, Túnez y Libia. Los dos primeros partidos los perdieron estrepitosamente, porque no tuvieron oportunidad de entrenarse como selección antes de pisar el césped. Pero el tercero lo ganaron de goleada: 7-0. Sonó el himno afgano con solemnidad y se desplegó la bandera del país. Pero no la actual de color blanco de los talibanes, sino la tricolor –negra, roja y verde– de los años de la república porque, como es de suponer, los talibanes no han reconocido a la selección femenina.
De hecho, ésta ha sido la gran batalla de la futbolista Popal: conseguir que la FIFA reconociera una selección femenina de Afganistán, ya que es inviable que exista dentro del país asiático. Para eso, ha movido cielo y tierra durante cuatro años: ha impulsado una campaña de recogida de firmas y de apoyos en colaboración con la Fundación Malala, Amnistía Internacional, Human Rights Watch y Sport Rights Alliance.
Finalmente, en mayo pasado, el máximo órgano del fútbol mundial aceptó la creación de un equipo de mujeres afganas refugiadas con el nombre de Afghan Women United, con el que las jugadoras han podido volver al terreno de juego. Sin embargo, el equipo no se considera una selección oficial porque, según la normativa de la FIFA, debería contar con el aval de la Federación Afgana de Fútbol, la entidad que regula el deporte a nivel nacional en Afganistán. Y esto actualmente es inviable, porque la controlan los talibanes. Sin embargo, Popal no se rinde: su próximo hito es que el equipo sea reconocido como selección oficial.
Diáspora de jugadoras en todo el mundo
De hecho, el equipo lo forman futbolistas que jugaban en Afganistán y fueron evacuadas del país con el regreso de los talibanes al poder porque su vida corría peligro. Popal también fue clave para conseguirlo: mediante la organización Girl Power, que fundó en 2014, sacó del país nada menos que unas 200 jugadoras y sus familias, que fueron acogidas en varios países. Algunas fueron a parar a Australia, otras a Reino Unido, Portugal, Italia, Canadá… Aunque esparcidas por el mundo, Girl Power también se ha encargado de apoyarles para que volvieran a entrenar y jugar en equipos locales de los diversos países.
En junio, tras la confirmación de la creación del equipo de refugiadas afganas, la FIFA organizó tres procesos de selección, uno en Australia y otros dos en Reino Unido, para elegir a las afortunadas. Un total de 76 jugadoras fueron seleccionadas para formar parte del flamante equipo. El problema es que no tuvieron oportunidad de entrenar juntas antes de reunirse en Marruecos para participar en la competición. Pero lo más importante era jugar y representar de nuevo a Afganistán.
"Utilizamos el deporte y la educación como herramientas para empoderar a niñas y mujeres de todas las culturas y contextos sociales", explica Popal. Éste es el objetivo de Girl Power, que trabaja en países tan diversos como México o Nigeria, y pretende expandir las actividades a otros lugares. Precisamente, Popal viajó la semana pasada a Cataluña, visitó el Centro de Deportes Sabadell e impartió un taller en el Juvenil B Femenino. La futbolista, que tuvo que retirarse por lesiones en la rodilla, vive actualmente en Dinamarca, donde se exilió en 2011 tras recibir amenazas de muerte en Afganistán por jugar a fútbol, pese a que entonces faltaba todavía una década para que los talibanes regresaran al poder.