Lejos de las batallitas de cada domingo y de la irracionalidad a la que nos lleva la competición, el verano es un buen momento para intentar hacer unas reflexiones que vayan más allá de los, a menudo absurdos, debates cotidianos. Es por eso que ahora no voy a entrar en el tono y los contenidos de un programa (Once) de Esport3 hecho a imagen y semejanza deEl chiringuito y que es una constante falta de respeto a los principios de una televisión pública.
Sé que soy un sospechoso habitual y que, por tanto, lo que diga fácilmente quedará a beneficio de inventario. Para muchos será una queja más de un perico llorón que escribe para dar satisfacción a la parroquia propia. Ya cuento. Pero también cuento con la inteligencia de muchos culés, con la vivencia de muchos seguidores de diferentes clubes catalanes (ahora, el Girona en fútbol; siempre, la Penya o el Granollers en el baloncesto y el balonmano) y, sobre todo, con la gran mayoría silenciosa: la de quienes no les interesa demasiado –o nada– el fútbol. Pienso más en todos ellos que en los pericos (que bastante trabajo tenemos en casa). Y pienso más como contribuyente catalán y como catalanista que como aficionado de un equipo de fútbol.
En TV3 se habla demasiado de fútbol, es decir, del Barça. La solución no es hablar más y así darle más espacio al Girona o al Espanyol. Lo que hace falta es situar el fútbol donde toca, que nunca debería ser abriendo telediarios o comiéndose más de un tercio de su tiempo. Que el tiempo que le dedican sea hablando del mismo club es un doble escarnio. El poco espacio que se le ha dado a un Girona que ha hecho una increíble hazaña es una auténtica vergüenza para una televisión pública que sólo se explica por el hecho de que la gran mayoría de los periodistas de deportes actúan antes como aficionados de un club que como profesionales. Porque estoy convencido de que el consejo de administración no marca esta política contraria a los principios fundacionales de la nuestra. Como no marca que la mirada sea siempre la misma: el Girona de fútbol o el Granollers de balonmano nunca ganan al Barça; en cualquier caso, es el Barça quien pierde contra ellos.
Todos sabemos que tanto en términos de audiencia como de identidad hay que darle todo el protagonismo al Barça. Pero una televisión pública no puede guiarse sólo, ni básicamente, por la audiencia. El respeto por la diversidad es un bien superior a las cifras de espectadores. Además, la televisión pública no es solo espejo: también tiene una función prescriptora. Debe mantener un equilibrio entre reflejar la realidad y promover unos valores. Entre ellos, el respeto y la presencia de las minorías es uno muy importante.