Triste epitafio futbolístico del Barça de Koeman
Un equipo sin ideas y sin suerte no pasa del empate en Cádiz, donde el técnico neerlandés escribe una de las últimas páginas de su reinado (0-0)
BarcelonaEl crédito de Ronald Koeman se ha acabado. Aquel comunicado que leyó en la previa del partido contra el Cádiz quedará como testamento de su legado, un reinado con una Copa del Rey, pleno de excusas y de ningún tipo de crecimiento deportivo a nivel táctico. Su Barça, sin ideas y sin suerte, encadenó el tercer partido sin ganar en el campo de un Cádiz (0-0) que se ha convertido en la pesadilla del técnico neerlandés. En tres partidos oficiales, nunca le ha ganado. Y ahora será Laporta quien tendrá que decidir cuándo cae la espada de Damocles sobre el cuello de un Koeman destinado a hacer las maletas. Cuando Memphis, en la última jugada del partido, se quedó a un palmo de marcar, perdió la oportunidad final de salvar a su compatriota.
Por instantes, el partido fue el vacío absoluto, como ir de vacaciones a Cádiz un verano para encontrar cada día lluvia y los restaurantes cerrados. Por instantes parecía que los jugadores, ya fuera en un acto de solidaridad o para verlo caer definitivamente, daban la razón al famoso comunicado de Koeman demostrando que este equipo como mucho aspira a acabar entre los cuatro primeros. Y si pasa, hay que poner un cirio a la Mercè o Santa Eulàlia en señal de agradecimiento. Si contra el Granada el Barça jugó mal pero estaba herido y luchaba, contra el Cádiz desaprovechó 45 minutos con una indolencia alarmante, propia de quien ha perdido la fe. Y cuando reaccionó en la segunda parte, se quedó en inferioridad numérica. El Barça es un equipo huérfano.
Si el partido de Cádiz tenía que ser el del juicio final a Koeman, los futbolistas no parecían estar listos para dejarse la piel para declarar a favor de su entrenador. Vestido de negro, como si fuera a un funeral, a Koeman se le veía todo serio, sin encontrar la forma de cambiar la dinámica de un partido tan amodorrado como un film romántico sin besos ni escenas subidas de tono. No pasaba nada, sobre el césped. Y, por lo tanto, la nave de Koeman se iba hundiendo. El técnico neerlandés, buscando soluciones, hizo jugar de salida a su compatriota Luuk de Jong, que no cazó ninguno de los centros que intentaron Mingueza y Dest. El lateral norteamericano, alocado, se hartó de perder pelotas. Más centrado parecía Gavi, que por fin fue titular, en una de las pocas buenas noticias de un partido que invitaba a dejar de ver fútbol unos cuantos días. En el descanso, ni Ledesma ni Ter Stegen se habían manchado los guantes, puesto que el Cádiz ya estaba muy satisfecho con este guion. Álvaro Cervera, que perdió a Fali por lesión, es el profeta de los pobres, el técnico más defensivo de Primera; un hombre que cierra a sus jugadores en su área y que a pesar de todo se lo sabe montar bastante bien para ganar partidos de vez en cuando. El Cádiz ya era feliz, si pasaban pocas cosas. Y Koeman, que necesitaba todo lo contrario, no sabía cómo hacerlo. Una broma de mal gusto, todo ello. Como por ejemplo hace un año, cuando el Cádiz ya convirtió al Barça en una chirigota.
Reacción y roja
Koeman, una vez sabe que su cabeza tiene un precio y que Laporta le busca sustituto, ha perdido el miedo a hacer los cambios en el descanso. Ya lo hizo contra el Granada. Contra el Cádiz hizo entrar a Sergi Roberto por un Demir desdibujado en una posición donde no acaba de sentirse cómodo. Y el equipo reaccionó un poco con el de Reus reinterpretado como extremo derecho, conectando por fin con Memphis, que hizo suya la causa de salvar el cargo de su compatriota. El delantero, sin embargo, desaprovechó dos ocasiones muy claras, una de ellas mano a mano ante Ledesma. Pero cuando la inercia es negativa, no sale nada. Y en lugar de chutar a la red, Memphis remató en semifallo. Como si el destino ya estuviera escrito. Al Barça no le salía nada.
Y en cinco minutos Frenkie de Jong vio dos amarillas. La primera muy clara, la segunda injusta. Si con once jugadores el Barça ya crujía, con un hombre menos parecía una alma en pena. Koeman apostó por Coutinho, de quien todo el mundo espera una resurrección futbolística que no llega. Y por Nico, puesto que el joven Gavi, de largo el mejor, ya no podía con el alma después de haber corrido campo arriba campo abajo. Tampoco Riqui Puig hizo gran cosa, más allá de perder una pelota que casi significa el 1-0. El Barça, que venía de dar por válido un empate en casa contra el Granada, acabó sufriendo para sacar un punto de Cádiz. Coutinho, con una falta, y Memphis en el último minuto habrían podido dar los tres puntos al Barça, pero el destino estaba escrito; el triste destino de un equipo que siempre tiene excusas, entre el árbitro y las bajas, pero que, por encima de todo, no tiene proyecto en el banquillo. Y Laporta lo sabe.