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El otro legado de Ronaldinho y Romário en Barcelona quiere ser olímpico

El futvoley, el juego nacido en las playas de Brasil que se consolida en Cataluña y en todo el mundo como una alternativa al fútbol, ​​no para de crecer

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Una chica y un nueve juegan a futvoley en la playa de Barcelona.

BarcelonaRomário llegó a Barcelona en el verano de 1993. Sus goles y polémicas que protagonizó quedaron en la memoria de los aficionados del Barça, pero el mítico brasileño dejó otro legado mucho más desconocido en la ciudad. Con él se empezó a popularizar el futvoley en Cataluña. Este deporte, nacido en Brasil, combina elementos del fútbol, ​​el voley y la vida en la playa. Se juega en la arena, por parejas separadas por una red, y los jugadores pueden golpear la pelota con cualquier parte del cuerpo excepto con la mano y el brazo, lo que lo convierte en un espectáculo casi acrobático. El futbolista carioca solía practicarlo en Sitges con algunos compatriotas. Años más tarde, Ronaldinho siguió su ejemplo.

Así, el futvoley se empezó a extender tímidamente por el litoral, aunque era practicado mayoritariamente por brasileños. Un grupo de chicos catalanes se interesó por este nuevo juego, pero la práctica quedaba fuera de su alcance porque los jugadores ya tenían un nivel alto y era difícil incorporarse. Esto les motivó a crear la Asociación Futvòlei Barcelona en 2015, de la mano de algunos brasileños. El objetivo era acercar el deporte a la gente que quisiera lanzarse a la piscina de un nuevo mundo y aprender.

Cinco años después, de esta asociación nació el club BCN Footvolley, que pretendía mejorar la organización del deporte y buscar ayudas económicas para desarrollarlo. Además, el proyecto quería ofrecer entrenamientos de todos los niveles para hacer más accesible este complejo juego, de mucha exigencia técnica y física. “Para empezar a jugar bien necesitas uno o dos años de práctica regular. Cualquier error interrumpe el juego, y si no hay cierto nivel es poco dinámico”, explica Sergi Talavera, director del club.

Actualmente, BCN Footvolley cuenta con 120 socios y ofrece entrenamientos de lunes a viernes. Una de estas socias es Itziar, una joven de Barcelona que cambió el fútbol sala por la alternativa al sol de las playas de Barcelona. El deporte de Romário nada tiene que ver con el fútbol y el fútbol sala, que generalmente se juegan en campos cerrados o en pabellones. “El futvoley está abierto, está al sol, en la arena. Es la gente en torno al campo tomando una cerveza. Es mucho más festivo y social”, dice Itziar. De hecho, el club barcelonés empezó a crecer considerablemente después de la pandemia de la Covid-19, porque la gente se había aficionado a la actividad al aire libre.

Volver a ser niños

Itziar recuerda su etapa como jugadora de fútbol sala con una mirada crítica. “Hay mucha competitividad, se pierde la esencia de hacer ejercicio y pasárselo bien. Es una mentalidad que nos inculcan desde que somos pequeños ya menudo hace que acabemos quemados con el fútbol”, señala. “En el futvoley, el factor de la diversión es muy importante”, afirma Talavera, y describe que este deporte les devuelve la sensación de ser niños: “Jugar en la arena te permite lanzarte. Además, en las playas estamos en contacto con el medio natural”.

La práctica del futvoley requiere una buena condición física.

Benedikt Hofmann es el representante de Austria en la European Footvolley League, en la que compiten 15 países, y también es fundador de Bolao, una empresa que organiza torneos y eventos de este deporte. Según explica, cada vez hay mayor interés en más países diferentes, incluso en lugares sin un clima típico de sol y playa. “Ahora también se juega en Suecia, Noruega, Dinamarca o Alemania. Esto irá creciendo”.

Talavera, por otra parte, advierte que todavía queda mucho camino por recorrer. La junta directiva de su club está formada sólo por tres miembros y no disponen de una estructura de trabajadores. Los socios pagan por las actividades, pero el objetivo es encontrar otras formas de financiación para poder ofrecer más actividades, contratar a personas y remunerar el trabajo justamente. “Ahora mismo hacemos las cosas casi de forma altruista”, comenta el fundador.

El futvoley nació en las playas de Río de Janeiro.

La idea de ser un deporte olímpico

Itziar, que ha participado en competiciones europeas, paga de su bolsillo todos los gastos: los entrenamientos, los desplazamientos al extranjero y las estancias. “Si quieres mejorar, necesitas tiempo, y ese tiempo te lo tienes que pagar. Es difícil progresar significativamente en el deporte si no tienes dinero”. Por otro lado, destaca que, justamente por este motivo, el futvoley se mantiene gracias a personas apasionadas, que se implican a pesar de los obstáculos económicos.

En el mundo del futvoley se habla de la posibilidad de hacer de este juego de playa un deporte olímpico, una disciplina reconocida en la esfera más alta de la actividad física. Pero Talavera y Hofmann ponen en duda ese sueño. “Parece que para que un deporte pueda crecer debe ser olímpico. Aquí no nos interesamos por eso, si ni siquiera tenemos una federación”, indica el catalán. Hofmann asegura que, pese a las especulaciones y deseos, no habrá futvoley en los Juegos de Los Ángeles 2028, y añade: “Uno de los puntos fuertes del futvoley es que es mucho más libre. No hay normativas tan rígidas que lo regulen, y esto será un problema si queremos llegar a hacerlo olímpico”. El objetivo de BCN Footvolley es que este juego distendido nacido en Río de Janeiro se practique en todas las playas de Barcelona. En Bolao trasladan esta idea a toda Europa: “Que, vayas donde vayas, puedas jugar”, desea Hofmann. "Esto es más importante que cumplir los requisitos para ser un deporte olímpico".

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