Lo que Messi no ha dicho pero sus gestos sí
Justo al salir al escenario, Leo Messi lloraba desconsolado como un niño pequeño. Posiblemente porque el que lloraba era el niño de 13 años que llegó al Barça hace 21. Si su sueño empezó con una servilleta de papel, hoy estaba también en un pañuelo donde firmaba con lágrimas el final de su era en el club. Viendo al mejor futbolista del mundo casi incapaz de pronunciar palabras, Antonela se retorcía las manos a la altura del pecho, como si, a pesar de la distancia, consiguiera ofrecer el abrazo (empujón emocional) que su marido necesitaba para enfrentarse a las preguntas de los medios.
El argentino se va del Barça hundido, y no solo por no haberse podido despedir de la afición como habría querido. No eran solo las lágrimas las que lo evidenciaban. También su cabeza baja y sus hombros caídos. Con este choque emocional (ojos cerrados y cabeza hacia atrás para poder volver a la realidad), es imposible que Messi hubiera planificado su salida del Barça para esta temporada.
Para poder enfrentarse a una rueda de prensa tan dura (y conmovedora), ha aparecido el primer gesto de autoconsuelo cuando se ha acariciado la nuca. Cada vez que cogía todo el aire que podía para llenarse el pecho, su respiración se entrecortaba o se mojaba los labios para poder seguir, nos hacía partícipes del estrés que estaba sufriendo (ya fuera por su adiós al Barça o también porque, a pesar de ser una de las personas más conocidas del mundo, no se siente nada a gusto cuando habla en público). También ha tenido que respirar profundamente cuando le han expuesto el nombre de Javier Tebas (y después ha expirado muy lentamente antes de contestar), pero de una manera y con un significado muy diferente (calma, Leo). Pero la prudencia y la elegancia que ha mostrado con su silencio al referirse al presidente de la Liga no le ha funcionado del todo bien cuando se le ha escapado un microgesto de asco, repugnancia (fruncir el ceño).
Messi no quería irse del Barça. Ha asegurado en reiteradas ocasiones que deseaba quedarse y su lenguaje corporal (afirmando con la cabeza) lo ha corroborado. Ahora bien, cuando ha querido extremar este sentimiento (“era lo que más queríamos”, incluyendo a su familia) su cuerpo ha mostrado que quizás había exagerado un poco su orden de prioridades: se ha rascado la oreja. Y si el argentino se quería quedar, ¿qué ha pasado? ¿No había suficiente predisposición por parte del Barça? “Dicen que no se podía hacer”, ha explicado mientras apretaba los labios (frustración) y bajaba la cabeza (tristeza), poco convencido de la actitud del club.
No ha sido casualidad porque, en todos los momentos en que se ha referido a esta supuesta impotencia por parte del que ha sido hasta ahora su equipo, han aparecido gestos de duda, ocultación e ira: levantar los hombros, negar con la cabeza lo que pretendía afirmar con palabras o enseñar los dientes. Y cuando se ha mencionado el nombre del actual presidente del Barça, Joan Laporta, ha sido especialmente dura su respuesta no verbal al tragarse saliva (resentimiento), pulsar la boca (reprimirse) y hacer caer la comisura de los labios (decepción).
Messi ha sido bastante sincero en sus declaraciones, tanto en su discurso como en sus respuestas. ¿La excepción? Cuando ha aparecido la pregunta sobre su futuro y el posible fichaje por el París Saint-Germain. Según ha asegurado verbalmente, no tiene todavía ningún acuerdo con nadie. Pero justamente entonces ha aparecido una fugaz sonrisa (con la boca y los ojos), como los niños cuando juegan a mentir al adulto y se les escapa una tímida sonrisa… Lo sabremos pronto.