L'Última

Charly Rexach: "Pasar de todo va bien para jugar al fútbol, y en el Barça aún más"

Ex futbolista y ex entrenador del Barça

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BarcelonaCarles Rexach (Barcelona, 1947) fue durante muchos años el jugador que más partidos había disputado con el Barça, entre ellos el 0-5 en el Bernabéu y la final de la Recopa en Basilea. Cuando el equipo ganó cuatro ligas seguidas y la primera Copa de Europa, en Wembley, él era el segundo entrenador, junto a Johan Cruyff, en ese inolvidable Dream Team. Fue Cruyff, precisamente, quien le rebautizó como Charly, y así ha quedado para todos. Si todavía le faltara algún mérito para ser una leyenda azulgrana, añadid este: como director técnico, ficha a Leo Messi con una servilleta de papel.

¿Cuál es la última vez que has soñado que todavía jugabas en el Barça?

— ¿Quieres que te diga la verdad? Muchas veces. Me acuerdo de un gol que hice o de un partido. Fíjate si hace años que me retiré y todavía te crees que juegas.

Y en estos sueños, ¿te aplauden o te silban?

— Hombre, puestos a hacer, me aplauden, porque quiero acordarme de lo bueno. Más que nada, de partidos memorables.

¿Cuál sería tu partido memorable?

— A mí todo el mundo me habla del Feyenoord, en la Copa de Europa, que quedamos 3-0 e hice los tres goles. Pero he tenido otros partidos. Ante el Madrid siempre he marcado, por ejemplo. Yo era uno de esos tíos que los partidos importantes los vivía, pero no el domingo, toda la semana.

Hay una imagen que, como espectador, me gusta mucho: ver a los jugadores en el túnel de los vestuarios en los últimos instantes antes de saltar al campo. ¿Tú cómo vivías esos momentos?

— Yo me acuerdo que íbamos hacia el campo y otros jugadores me decían: “Ahora me gustaría que el partido ya hubiera terminado, estar en casa, tomándome una cerveza, haber ganado 1-0 y de penalti”. Pues yo no. Yo el gusto de ir al campo, lo que va a pasar, haré un espectáculo, no la tocaré, para mí aquello era vida. El gusto del momento ya nunca lo tendré.

¿Qué recuerdas del último partido tuyo, el homenaje del Camp Nou ese 1 de septiembre de 1981?

— Cuando yo jugaba, y veía que se despedía a Olivella, Kocsis, Segarra, Rifé, Sadurní, luego Asensi, cuando les hacían el homenaje a ellos, yo ya me ponía triste. Pensaba: "Pobre tío, no podrá volver a jugar a fútbol". Sabía que un día me llegaría a mí, pero lo veía lejos. El día que llegó quedé jodido. Estuve en la ducha quizás media hora. Te cambiaban, te hacían los regalos, todo el mundo te aplaudía, el partido continuaba y tú te ibas a la ducha y allí abajo pensabas: “Ahora sí que se acabó esto, ¿qué voy a hacer?”. Cuando me preguntan por el día más feliz de mi vida, futbolísticamente hablando, es el día de mi debut, que ganamos 4-0 y hago el primer gol. Y el día más triste, el que doy, por muy bonito que fuera el homenaje. El campo lleno, la selección argentina con Maradona, un éxito total, pero yo no podría volver a jugar más al fútbol.

¿Recuerdas cuánto cobrabas la última temporada que jugaste con el Barça, la 80-81?

— Exacto, no lo sé, pero creo que entre ficha, primas, debían de ser 10 o 12 millones de pesetas. Comparado con ahora, miseria. Prácticamente gané más dinero con el homenaje.

¿Quién era tu representante, quién negociaba en tu nombre?

— No lo tenía, no lo había, en aquella época. A hacer el primer contrato fui con mi padre y los demás yo solo.

Tenías fama dentro del campo de ser un poco vago y fuera del campo, de ser un playboy. ¿Eran famas que te molestaban o que te gustaban?

— Esto del playboy... Ocurre que venía un desfile de modelos y me pedían que fuera de jurado con Serrat y otra gente conocida. ¿Me veían allí y qué pensaban? ¿Que me las llevaba todas a casa? Como no me casé hasta los 32 años, y los jugadores de fútbol los había casados con 20 o 21, decían que era un crápula.

¿Y lo eras?

— No, no. Si juegas 17 años en fútbol de verdad, o te portas medianamente bién o estás listo. Hombre, he hecho de las mías, pero como todo el mundo. Más ruido que otra cosa.

Hasta el día que agrediste a unos paparazis en Madrid.

— Me acuerdo que estábamos bailando y de repente oigo el ruido de una cámara que nos hacía fotos. Me giro, los veo, salto; mira que soy tranquilo, yo; le pego un puñetazo, le cojo la máquina, se la rompo y salimos volando de allí, a bofetadas, unos a favor, otros en contra. Al final tuve que ir a declarar y tuve que pagar la cámara de fotografiar. Ahora me hace gracia haberlo hecho. Pienso en cómo se me cruzaron los cables.

Hombre, porque veníais de perder con el Barça en el campo del Burgos y os pillaban de fiesta.

— Sí, sí, eso mismo.

Y la otra fama, la de vago. ¿Has llegado a decir nunca la frase que se te atribuye: “Correr es de cobardes”?

— Sí, la dije un día. No es mía, la debí oír y me la quedé para mí. A ver, mi definición para todo en la vida es: máximo rendimiento, mínimo esfuerzo. Cuando veía una pelota que se escapaba, no hacía esas carreras de resbalar por la hierba que le gustan tanto a la gente. O en un campo embarrado, todo el mundo iba hecho una mierda lleno de barro y yo sólo tenía barro del tobillo para abajo. Cuando me decían: “¿Tú no te has ensuciado?”, yo les contestaba: “¿A fútbol cómo se juega? ¿De pie o por tierra?” Primero decía estas frases porque me las creía y ahora, con la fama, ya me aprovecho. Otra cosa que antes me molestaba es cuando me decían que yo sólo jugaba cuando quería. Si juego cuando quiero, es que soy un fenómeno. Ahora quiero, juego. Ahora no quiero, no juego.

Esa fama que tenías que pasar de todo.

— Lo de pasar de todo, en el fútbol, va bien. Y en el Barça, todavía va mejor. Antes de un partido importantísimo, siempre les decía a los jugadores: “Si perdemos, no pasa nada. No os colgarán en la plaza de Catalunya. Mañana saldrá el sol, vendremos a entrenar. No ocurre nada”. Lo decía para que no salieran tan acojonados al campo.

Últimamente, los delanteros o bien presionan o no juegan. ¿Tú serías titular ahora en el Barça?

— Cuando me dicen alguna cosa así, yo enseguida analizo: cuando en nuestra época chutabas y se te iba a las nubes, el portero rival sacaba de portería y todos los delanteros bajábamos al mediocampo. Si recuperábamos el balón enseguida, teníamos que volver a subir. Si hay presión, no tengo ni que bajar ni subir, ya estoy allí.

Estas últimas semanas se ha subastado la famosa servilleta con la que fichaste a Leo Messi. Al parecer, alguien ha pagado 900.000 euros. ¿Has sido tú?

— Yo, no. A ver, la servilleta se la quedó el representante de Messi, Horacio Gaggioli. Él me llamó hace poco para decirme que había querido dar la servilleta al Museo del Barça y que lo habían echado escaleras abajo. Me explicó que la subastarían y que el precio de salida serían más de 300.000 euros. Le dije: “¿Y tú crees que alguien te pagará algo por eso? Que tengas mucha suerte”. Y me dijo: “Si me pagan mucho, ya me acordaré de ti”. "No, no quiero nada", le contesté.

Es tu letra, ¿no podríais ir a medias?

— Mi letra y mi firma. Pero no, habría gente que diría: “Éste, Rexach, todavía quiere hacer negocio...”

Es muy raro que el Barça no quisiera esta servilleta para el Museo.

— Esto son palabras del Horacio. A mí, particularmente, me gusta que hayan pagado casi un millón de euros por una servilleta. Yo soy una persona que busco soluciones rápidas. Cuando la familia Messi se cabrea y hace que se va, allí en el Tenis Pompeia, es cuando pido un papel y un lápiz. “Papel no tengo”, me dice aquél, y busco una servilleta de aquellas tan delgadas, porque con las más gruesos el bolígrafo se enganchaba.

¿Es lo mejor que has hecho para el Barça, la servilleta de Messi?

— Haciendo cachondeo digo que ahora, sobre todo los jóvenes, me conocerán por ser el que firmé la servilleta de Messi, con todos los años que he estado yo aquí jugando al fútbol, entrenando y haciendo de todo.

Últimamente se habla mucho de cómo el Barça ha tratado a Xavi. ¿A ti el Barça te ha tratado bien?

— Podría decir que, a lo largo de mi carrera deportiva, me han tratado bien, pero tampoco les he complicado mucho la vida. Me han hecho alguna, eh, que ya no quiero ni recordar. Por ejemplo, después del episodio con los paparazis que me comentabas antes, me apartaron del equipo tres meses, a mí y a Marcial. En líneas generales, no puedo quejarme. Pero fíjate que los tres últimos tíos de gran nivel en el Barça, Koeman, Messi y Xavi, todos han salido mal, habiendo sido el que han sido.

¿Cuál es el último amigo del mundo del fútbol que se te ha muerto?

— Josep Maria Fusté. Es uno de los grandes amigos que he tenido. Para mí, o para Lluís Pujol, era como un hermano mayor. Cuando había alguien que se metía con nosotros, él ya salía a defendernos. Ha sido un gran amigo toda su vida.

Hay gente a la que le gusta oírte a hablar de otras cosas que no son fútbol. ¿Cuál dirías que es tu filosofía de vida?

— Primero, estar contento con lo que has hecho y con lo que tienes. Hay gente que me dice: “¿Tú has visto lo que ganan ahora los futbolistas?”. En mi época también nos ganábamos muy bien la vida. O eras torero o eras futbolista. Saber conformarse con lo que tienes y con lo que haces. Con esto, puedes ser bastante feliz. Cuando era pequeño, quería ser futbolista. Mi padre me decía: "Hay miles que juegan y llegan muy pocos". Pues esa ilusión que yo tenía de pequeño, llegar a hacerla, ser jugador del Barça, que era lo que yo quería, y estar tantos años allí... He sido un privilegiado. Me he ganado la vida no trabajando, jugando, porque el fútbol no deja de ser un juego. Ser feliz y ganarte la vida con lo que te gusta no se paga con dinero.

Si el último entrenador del Barça, Hansi Flick, te llama y quiere comer contigo, ¿qué le dirías?

— Le diría que ningún problema, pero que no quiero darle clases de nada. A lo sumo, podría darle una opinión. Le diría que es un equipo difícil, o muy difícil, diferente a todo, y que lo importante es que muera con sus ideas. Si él considera que Ter Stegen debe jugar de delantero centro, que juegue de delantero centro. Si juega y no da ni una, y la gente empieza a quejarse, en el siguiente partido delantero centro otra vez. Porque al final te marcharás y siempre pensarás que no has hecho lo que querías hacer. Difícil, distinto y morir con tus ideas. Que no te quede nada por hacer.

Ahora mismo, ¿cuál es tu última ilusión?

— Ir haciendo lo que hago ahora: los nietos, los hijos... Juego a tenis, voy en bici, hago lo mismo que hacía, pero a menos ritmo. Mi padre siempre me decía que la vida cuando llega cierta edad es una renuncia continua. Ahora ya no hago esto, ahora ya no hago lo otro, hasta el final, que nada te queda. Pues yo todavía estoy en la fase de que lo hago todo a menos gas. Quizás porque antes tampoco iba al límite. ¿Sabes lo que quiero decirte? Me lo tengo que tomar un poco a cachondeo.

Las dos últimas son iguales para todos. ¿Conoces alguna canción de El Último de la Fila?

— Seguro que he oído cincuenta mil canciones suyas, pero de título ni uno.

Las últimas palabras de la entrevista son las tuyas. Termina como quieras.

— Que ya hemos hecho unas cuantas entrevistas, en la tele, en la radio, ahora en el diario, y que siempre es un placer. Para lo que quieras, ya lo sabes.

Carles Rexach en bicicleta volviendo a casa después de la entrevista
Una llamada con el padre de Xavi

Nos ha citado a las once de la mañana en el Tenis Barcelona. Hoy no tiene partido, pero el club está muy cerca de su casa de Pedralbes. Nada más entrar, le veo sentado en un sofá, junto a la ventana, con el móvil en la oreja. Luego me contará que hablaba con el padre de Xavi Hernández, que también fue futbolista. Tienen una foto juntos, Charly con la camiseta del Barça y Joaquim Hernández con la del Girona.

Le traigo un regalo: un ejemplar de la revista Barça del 24 de julio de 1968, en el que hay un reportaje de cuatro páginas y una fotografía a toda portada de Charly Rexach y Lluís Pujol vestidos de militares, haciendo el soldado en el campamento de Sant Climent Sescebes. Se lleva la revista a casa, a un archivo que le han hecho entre su madre y un fan que le ha regalado todo lo que coleccionaba de él. Se marchará tal y como ha venido: con una bici que era de su amigo Josep Maria Fusté, fallecido el año pasado.

Albert Om es periodista
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