Una hipótesis sobre Ramis

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Luis Miguel Ramis dirigirá al Espanyol hasta final de temporada.

Se nos acumulan los sentimientos. Quizás la fuerza de un sentimiento era eso. No tanto una intensidad difícil de contar como una mezcla de sentimientos contradictorios que necesitan mucha fuerza para aguantarlos. Tras el éxtasis –que era una señal– de Eibar, la decepción del partido contra el Huesca. Y cuando nos marchábamos a casa tristes por un 0-0 que más que un resultado es una filosofía, nuestro entrenador nos remata con la peor rueda de prensa de la historia.

No me cansaré de repetirlo: el problema del Espanyol no es Ramis, es Chen. El peor presidente de nuestra historia, el posible verdugo de una institución con más de 120 años de historia. Hay decisiones que han terminado con nuestra esperanza y lo ha hecho siguiendo una lógica que no consigo entender; entre ellas, mantener Ramis de entrenador. Porque con él, a pesar de la señal de Eibar, no subiremos.

El problema de Ramis no es sólo ni básicamente la mediocridad de resultados. Lo es también, y muy importante, que no existe ninguna progresión en el juego. Y, definitivo, que da la sensación de que ya le parece bien. Y aquí volvemos a la rueda de prensa. Eibar –pese a ser un golpe de suerte– nos devolvió la ilusión. El sábado podíamos ponernos líderes y nos visitaba un equipo de la parte baja. Hubo una buena entrada (más de 22.000 espectadores). Era un partido muy importante. La consolidación de una buena racha –hubiera sido la tercera victoria consecutiva–. Todos los pericos lo vivíamos así. ¿Todos? No. Porque hay uno –el responsable del equipo– que insiste en que Segunda es muy difícil y que equipos como el Huesca tienen muchas armas para ganar al Espanyol.

Por tanto, contra la ilusión, una prudencia que es una traición porque se confunde con la mediocridad. Ramis, en la rueda de prensa, no expresó el sentimiento perico. Su mensaje, más o menos implícito, era que el resultado no estaba tan mal. Que si la portería a cero y que si habíamos mantenido el orden. Ni durante el partido ni después del partido se rebeló contra el resultado. Ya le parecía bien.

¿Por qué? Tengo una hipótesis: por tener razón. Hace tanto tiempo que nos dice, contra nuestro criterio, que todo será muy complicado, que los equipos de Segunda son buenísimos y que el nuestro no es ninguna maravilla, que ahora quiere demostrarlo. Desde la mediocridad nos quiere arrastrar a más mediocridad. Por un “yo ya lo decía” absurdo. Por eso hay que cesarlo lo antes posible: para que no nos deje en Segunda recordándonos que ya nos había avisado.

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