Ter Stegen, Ansu Fati y los cuadrados

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Ansu Fati, jugador del Barça

Una de las claves para que el Barça haya conseguido sumar cinco puntos en las dos primeras jornadas de Liga ha sido Ter Stegen. Sin sus paradas, los análisis, y quizás también los resultados, habrían sido diferentes. Los cuadrados, triángulos, bloques altibajos, líneas o espacios han sucumbido ante la contundencia en las áreas: un portero que para y delanteros que marcan. Pim pam.

No es poca cosa, aunque los sabiondos se quedan sin poder soltar sus discursos, porque ante la simplicidad no hacen falta muchas explicaciones. El Real Madrid, por ejemplo, no habría conseguido el doblete la pasada campaña sin las brillantes contribuciones de Courtois y Benzema. Y por mucho que se obstinen en desprestigiar la sencillez, el fútbol se encarga de desarmar a menudo a los fanáticos de las pizarras. 

El Barça, además, se enreda en su propio laberinto ante la evidencia de que en la época más gloriosa, cuando más títulos se ganaron y de forma más bella, había una idea detrás. La de Pep Guardiola, concretamente, y Xavi Hernández fue uno de los pilares sobre los cuales se construyó el templo con un mediocampo que no era una estación de paso que te podías saltar sin más. Desde el banquillo ahora Xavi sigue hablando de modelo, a pesar de que el suyo resulte todavía poco reconocible y requiera tiempo y paciencia. De probar, insistir y resistir, pero entre la pasta que el club se ha dejado en los fichajes activando palancas y el exigente grupo que le ha tocado en la Champions League, vale más que encuentren pronto la tecla. 

Mientras el equipo cuaja y sin tener la plantilla cerrada –este sábado el técnico admitió otra vez su deseo de que el mercado se acabe de una vez por todas– sería recomendable no desmerecer lo que ya se tiene con análisis grandilocuentes o poco ajustados a la realidad. También se vale ganar, por ejemplo, con un Ter Stegen inspiradísimo en la primera parte ante la Real y con la aparición estelar de Ansu Fati en la segunda. ¡Y tanto que se vale! Disfrutar de la contundencia en las áreas hasta que el cuadrado, el triángulo o la figura geométrica que se invente funcione de verdad no es pecado. Admitirlo con naturalidad, tampoco.

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