"Con las cirugías estéticas, todo el mundo tiene la misma nariz"
El artista francés Philippe Shangti presenta en Andorra su colección más crítica y visualmente impactante
BarcelonaSi no fuera por una fotografía sensual en gran formato de una novia submarina a punto de picar un anzuelo, el estudio de Philippe Shangti (Tolosa, 1983) pasaría desapercibido para los peatones. Sería una más de las construcciones de piedra y pizarra que inundan Andorra. allí se celebra un acontecimiento: el fotógrafo francés –residente en el Principado desde hace una década– presenta una nueva colección. de No judgement here, una colección que trata sobre los prejuicios físicos y que sigue la estética provocadora de sus trabajos previos. Shangti siempre ha tenido tendencia a decir las cosas por su nombre y hablar de temas polémicos, como las drogas, el sexo y la prostitución, a través de sus fotografías. Y es que antes de poder dedicarse a esta disciplina artística, trabajó en el sector de la alta hostelería de Saint-Tropez y pudo observar el mundo de la jet set de puertas adentro.
"Siempre me ha gustado transmitir mensajes fuertes, sacudir conciencias", reconoce. Una temática como los prejuicios físicos le obligó a replantearse su casting habitual y apostar por personas reales. "En esta colección quería carne, quería verdad, quería emociones, quería cicatrices. Y eso me hacía estar en una situación no necesariamente confortable, porque estoy acostumbrado a trabajar con modelos que tienen un estereotipo bien definido. Pero hacerlo de otra forma habría estado fuera de contexto", confiesa. Con No judgement here, Shangti quería encontrar esa diferencia que nos hace bellos a los humanos. Y eso le llevó a hacerse preguntas: "¿Qué es realmente la belleza? ¿Lo que nos han dicho que es bello? ¿O quizás hoy lo bello es lo raro?" A nuestro alrededor, una docena de fotografías en gran formato hablan de la obesidad, de la trisomía, de la edad, del género, de las razas, de la fealdad, de las amputaciones... conformando un micromundo libre de miradas juzgadoras. "En realidad, la belleza es la diferencia. Y que no nos parezcamos unos a otros es lo más bello. Hoy en día, con las cirugías estéticas, todo el mundo tiene la misma boca, la misma nariz... Todos tenemos estas presiones y es una lástima. Hay que aceptarse y no tener miedo a los juicios", afirma.
La simbología de la obra
Aparte de la provocación, la obra de Shangti es una bomba de color, está rellena de detalles y se concibe de una forma muy escénica, como la famosa serie Luxury dinners, inspirada en el formato de la Última Cena de Jesucristo y que le sirve de coartada para poner muchos temas sobre la mesa. En la colección No judgement here se ha empleado en la composición. "Me inspiré en obras maestras, imaginándome escenas como si fueran películas. Quise congelar un instante, captar la emoción y la intensidad de estas grandes escenas", continúa. Shangti cita a las mujeres con curvas de Botero, la peculiar habilidad de Van Gogh para convertir la fealdad en belleza y la conciencia social de Basquiat. Pero al que más admira es en el fotógrafo James Bidgood, un maestro de la luz. "A menudo me dicen que me parezco a David LaChapelle, pero mi fuente de inspiración es Bidgood, que a su vez inspiró a LaChapelle, Pierre et Gilles, Guy Bourdin... De hecho, en una de las obras he incluido un retrato del propio Bidgood", dice sonriente mientras le señala. Un juego metafotográfico recurrente en una obra llena de simbología y significados ocultos.
A Shangti –de formación autodidáctica– no le importa recordar sus inicios en Saint-Tropez. "Con 20 años, vivía en un estudio de veinte metros cuadrados y tenía 10 euros en el bolsillo. Los primeros años fueron muy duros. No sabía qué pasaría. Pero el primero en creer en mi obra fui yo", asegura. Lo que ocurrió es que le dejaron colgar fotografías en el establecimiento donde trabajaba –que contaba con una clientela de alto poder adquisitivo– y un día la suerte le sonrió. Shangti supo conducir su carrera y actualmente sus clientes son coleccionistas privados de arte –entre ellos celebridades como David Guetta–, galerías y museos internacionales. También ha sabido apuntalar su prestigio: en el 2019 representó a Andorra en la Bienal de Arte de Venecia y el año pasado una fotografía suya –una paradoja sobre la belleza del lujo y la degradación medioambiental– se adjudicó por 290.000 euros en una subasta celebrada en Mónaco, lo que le convirtió. "Cada artista tiene su burbuja. Yo tengo la mía y al principio entraba sin tener claro el camino. Pero una vez entendí que me podía lanzar de lleno, que era un espacio seguro, me volqué por completo. Ya no me preguntaba: «¿Puedo decir esto?», «¿Puedo hacer esto?» Es muy importante entender que hoy en día podemos llegar hasta el fondo de nuestras ideas, profundizar en los mensajes que queremos transmitir y no dejarlos escapar.
La pasión que Shangti siente por su oficio se transforma en una meticulosidad obsesiva a la hora de crear sus escenas. "Una serie como No judgement here puede llevarme un año de trabajo entre la reflexión previa, que es la parte más dura, toda la producción y la sesión fotográfica en sí misma. Con esta última colección estuvimos un mes seguido fotografiando", explica. A todo esto hay que añadir la postproducción de las imágenes. Y aquí empieza un gran melón. "Nunca he tenido miedo a la IA. Hay que entender que no es inteligente, es un accesorio, es una herramienta como Photoshop o la propia cámara. Es la tecnología de ahora, y esto es un hecho que hay que aceptar, no podemos quedarnos obsoletos por miedo a utilizarla. Yo la domino ya veces la utilizo si he de limpiar algo de la imagen porque me puede ganar tiempo. Los fotógrafos que dicen que no la utilizan son unos mentirosos, porque sólo las herramientas de Photoshop ya la tienen integrada. Debemos utilizar la IA como una esclava y explotarla. No tiene nada que ver con la creatividad", asegura.
De hecho, una característica que hace la obra de Shangti muy reconocible es su costumbre de dejar una huella tan personal como es la letra manuscrita. "Siempre he tatuado mis mensajes directamente en la piel de los modelos, quizá por esta angustia. También es mi forma de ser más provocador, más contundente. Lo hago durante la sesión, cuando siento la necesidad de escribir, de colocar mi mensaje en la obra. Por tanto, en este gesto hay intuición, hay emoción y una conexión con el modelo. Es a partir de esa frase que se despliega toda la composición y se inicia la lectura de la obra", afirma. No age here. Estas tres palabras se leen en el escote pegado por el paso del tiempo de una señora de pelo blanco, enjoyada y perfectamente maquillada que, con toda la indolencia del mundo, se derrama una copa de vino tinto por encima de la chaqueta blanca mientras con la otra mano sostiene un puro que humea. En todas las obras expuestas se repite el mismo patrón: No gender here, No racismo here, No weight here... "Lo que hace falta es aprender a mirar y dejar de juzgar", insiste Shangti. "No me importa tanto que la obra sea bonita o agradable como que llegue bien adentro, que toque el corazón. No es decoración".