Ruta arquitectónica

Los Países Bajos a través de cuatro casas que te enamorarán

Holanda tiene una historia arquitectónica muy rica y que se puede conocer a través de distintos edificios

La casa Rietveld Schröder en Utretch
16/11/2025
7 min

BarcelonaRembrandt, Vermeer, Van Gogh. Países Bajos tienen un importante legado pictórico, pero también arquitectónico. De hecho, las casas y edificios icónicos repartidos por todo el territorio son una gran excusa para crear un itinerario turístico que, a menudo, une arte y naturaleza. Proponemos cuatro edificios singulares que sirven para conocer de cerca la historia arquitectónica del país.

Museo Van Loon, Amsterdam

El interior del Museo Van Loon.
El patio del Museo Van Loon.

Si su puerta de entrada a los Países Bajos es Amsterdam vale la pena descubrir las casas históricas de los canales de la ciudad. En este sentido, una de las mejor conservadas y abiertas al público es la actual casa-museo Van Loon, que destaca por su jardín, donde podrá disfrutar de un pastel de manzana que hacen en la cafetería, y por sus cocheras. De hecho, se trata del único museo en los Países Bajos que permite ver cómo era totalmente una casa del canal.

Situado en el corazón del distrito del canal, el edificio es un palacete de 1672 y su interior, que se mantiene intacto desde hace siglos, es una muestra de la riqueza que se vivía en Amsterdam durante el siglo XVII, el siglo de oro holandés. El museo está bautizado en honor a la familia Van Loon, los últimos residentes de la casa y originarios de una ciudad sureña de los Países Bajos. Muy implicados en la vida política y social de Ámsterdam –uno de sus miembros llegó a ser su alcalde–, los Van Loon adquirieron la casa en 1884. Porcelanas, pinturas y mucha plata dan una idea bastante esmerada de cómo vivían los vecinos más adinerados de Ámsterdam.

Casa Rietveld Schröder, Utrecht

Una imagen de la casa Rietveld Schröder.

Con poco menos de media hora en tren desde Ámsterdam llegamos a Utrecht, donde se pueden visitar varias casas que son auténticas joyas de la modernidad de principios del siglo XX. Seguramente, una de las más impactantes e importantes es la Rietveld Schröder, que desde el año 2000 forma parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Con un exterior de líneas rectas verticales y horizontales, y colores primarios, es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura desarrollada por De Stijl, el movimiento de vanguardia que nació en Países Bajos en 1917 impulsado por varios artistas distribuidos por todo el país. La construcción de esta casa es obra de uno de los máximos representantes de este estilo, Gerrit Rietveld, y de Truus Schröder, una mujer que no era arquitecta de formación, pero que siempre estuvo fascinada por las artes. Rietveld y Schröder se conocieron en 1911, cuando él fue a casa de la familia de ella a entregar un escritorio que había fabricado en el taller de su padre. Desde ese momento, siguieron en contacto y, después de que cada uno tuviera su propia vida familiar y sentimental, acabaron siendo amantes y colaboradores artísticos. Educada en Londres y en Hannover, Schröder no tenía ningún problema para desafiar las convenciones de la época.

En 1923 Schröder enviudó –se había casado con un abogado en 1911, el mismo año que conoció a Rietveld–. Con tres hijos aún pequeños a cargo, quería un nuevo hogar para criarlos. Con su amigo y amante se pusieron manos a la obra para construir una casa que respondiera a las necesidades de la familia y, sobre todo, de Truus, que siempre había valorado muchísimo su independencia. El resultado fue una casa que se adelantaba en su época, con grandes ventanales, austera y sin espacio para posesiones superfluas –prácticamente no hay espacio de almacenamiento–. Una casa que era tanto obra de Schröder como Rietveld. La vida familiar se hacía en una primera planta diáfana que se puede compartimentar gracias a unas puertas correderas y paneles que quedan fácilmente escondidos. De hecho, uno de los momentos más especiales de la visita es la demostración por parte de una trabajadora de la casa-museo de cómo se podía pasar de un espacio tipo loft en una planta con las habitaciones privadas que tanto reclamaban las hijas de Schröder.

Imagen del interior de la casa Rietveld Schröder (1924)

La casa fue habitada hasta 1985 y Schröder vivió allí en diferentes etapas. La pareja no convivió en la casa de Utrecht hasta 1957, después de que la mujer de Rietveld muriera. Él tenía 68 años y ella, 67, y esa casa que había despertado recelos y admiración a partes iguales era su gran proyecto en común. "Esta casa es nuestro hijo. Con un hijo no preguntas de qué parte es responsable cada uno, ¿verdad? Rietveld empieza con la experimentación y yo me mantengo en la teoría", explicaba Schröder.

Jachthuis Sint Hubertus, Parque Nacional de Hoge Veluwe

El pabellón de caza dentro del Parque Nacional Hoge Veluwe.

La tercera parada de la ruta tiene como protagonista a una mujer que, como en el caso de Truss Schröder, también es fundamental para entender el arte de los Países Bajos. A cincuenta minutos en coche desde Utrecht (también se puede llegar en transporte público) encontramos el Parque Nacional de Hoge Veluwe, una gran reserva natural que alberga el espectacular museo Kröller-Müller, donde podrá disfrutar de la segunda colección más grande del país de obras de Van Gogh. La responsable de la existencia de esta deslumbrante selección es Helene Kröller-Müller, hija del propietario de una empresa dedicada al hierro y al carbón. En 1988 se casó con el socio de su padre, Anton Kröller, que acabó siendo el jefe de la empresa familiar. Era una unión con separación de bienes y, por eso, ella mantuvo el apellido de soltera y pudo disponer siempre de su propio capital, que le permitió hacer realidad su sueño: construir una gran colección de arte que, además de cuadros de Van Gogh, incluye obras de Henri de Toulouse-Lautrec, Pablo Picasso, Diego Rivera y muchos.

Sólo para disfrutar del museo Kröller-Müller ya vale la pena la visita al gran parque de Hoge Veluwe, que se puede realizar en bicis gratuitas disponibles en las diferentes puertas de entrada. Pero si le interesa la arquitectura, una parada obligatoria es el pabellón de caza Sint Hubertus del matrimonio Kröller-Müller. Situado junto a un lago artificial, el palacete destaca por una gran torre que le da una apariencia casi medieval. Siguiendo el estilo de una casa de campo típicamente inglesa, el pabellón es obra de uno de los arquitectos de referencia de los Países Bajos, Hendrikus Petrus Berlage. Pese a tratarse de un profesional muy respetado, el entendimiento entre él y Kröller-Müller no fue fácil: se enfrentaron en varias ocasiones y la construcción se retrasó. Una de las exigencias de ella fue, precisamente, la torre, que aunque era habitual en las construcciones de Berlage, no acababa de encajar en el estilo de casa de campo inglesa. El matrimonio quería tener una atalaya desde la que disfrutar de las vistas del parque y finalmente la consiguieron.

La vidriera de Jachthuis Sint Hubertus.

A la hora de construir la residencia, Berlage quería que hubiera una unidad tanto en el exterior como en el interior y, por eso, domina la presencia del ladrillo: incluso los techos están hechos con ladrillos, que forman varios mosaicos. El pabellón está dedicado al patrón de la caza, san Hubert, que protagoniza la gran cristalera de la entrada principal.

Casa Sonneveld, Rotterdam

Exterior de la casa Sonneveld.
Uno de los laterales de la casa Sonneveld.

Para los amantes de la arquitectura Rotterdam es parada obligatoria. En 1940 la segunda ciudad más grande de los Países Bajos fue duramente bombardeada por el ejército nazi y como resultado su centro quedó arrasado. Terminada la Segunda Guerra Mundial, la ciudad se convirtió en laboratorio de ideas de todo tipo de estilos arquitectónicos y hoy es considerada uno de los grandes ejemplos del urbanismo más moderno. Pese al destrozo provocado por la guerra, milagrosamente algunos edificios históricos sobrevivieron y son éstos los que demuestran que Rotterdam siempre ha tenido un carácter pionero. Para entenderlo, lo mejor es visitar la casa Sonneveld, diseñada en 1933 y uno de los testimonios mejor preservados del funcionalismo holandés.

Los arquitectos Brinkman y Van der Vlugt construyeron la casa para Albertus Sonneveld, entonces director de la fábrica Van Nelly, otro icono del funcionalismo holandés, conocido como Niuwe Bouwen. Siguiendo los preceptos de este estilo, en la casa Sonneveld, arquitectura, interiorismo y mobiliario funcionaban como una unidad y todo estaba pensado en el milímetro para dar respuesta a las necesidades de la familia. Pese a que su exterior es todo blanco y minimalista, el interior es un mundo de colores (desde el rojo hasta el amarillo canario) y de artilugios tecnológicos para hacer la vida más fácil, como un toallero con calefacción.

El comedor de la casa Sonneveld.
La sala de lectura de la casa Sonneveld.

El otro gran protagonista de la casa es la luz. Casi todas las habitaciones disponen de grandes ventanales con vistas al jardín adyacente, por lo que la naturaleza parece casi formar parte del interior. Aparte de la luz natural, la luz artificial también tiene un papel destacado. Brinkman y Van der Vlugt trabajaron con el diseñador industrial WH Gispen, responsable del mobiliario, para realizar luces que aportaran luz indirecta sin crear sombras. "La casa Sonneveld ha inspirado el estilo de las viviendas holandesas desde que se construyó. Es un ejemplo destacado de cómo todavía vivimos nuestras vidas, casi un siglo después", remarca Hetty Berens, comisaria del Nieuwe Instituut, encargado de la conservación de la casa-museo.

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