Vivir bien la menopausia: no hemos venido a la vida a sufrir
Mi imprescindible Imma Sust publicó un vídeo en Instagram explicando que no lo estaba pasando bien por algunos de los síntomas de la menopausia. El vídeo tuvo muchísimos comentarios y lo que más nos sorprendió es la cantidad de mujeres que llevaban años y años sufriendo determinados inconvenientes de salud y la resignación con la que los vivían. Tanto Sust como yo hemos buscado un buen asesoramiento médico para vivir bien la menopausia y era chocante leer a tantas mujeres que normalizaban estar mal. Pero hace poco me di cuenta de que por mucho que haga y diga, tampoco soy inmune a cierta normalización del dolor físico.
Hace tiempo que tengo artrosis y dolores musculares y articulares que van y vienen. No es grave y lo vivo como si oyera el zumbido de una nevera estropeada, que de tan presente ya ni lo oyes. Pero está ahí. Y una semana que el dolor fue más intenso, de repente me pregunté qué estaba haciendo y por qué no le ponía remedio. La respuesta era clara: soy mujer.
Las mujeres soportamos el dolor físico como si fuera una carga obligada. Naces y te cuentan que cuando tengas la regla dolerá, que si quieres tener hijos, parir dolerá. Y ves qué hacen las mujeres mayores que tú: estar disponibles lo que ahora se llama 24/7, los trescientos sesenta y cinco días del año, para cuidar a los demás. En casa era un clásico que mi madre se automedicara cuando se acercaban las fiestas de Navidad. No se planteaba que podía estar enferma. Tenía que estar al pie del cañón, pase lo que pase. Porque estaba convencida de que en la vida había venido a sufrir y así nos lo hacía saber. Y cuando me vino la regla y, efectivamente, había días que me dolía, la respuesta era "tómate algo y tira millas". Y esa cosa, aparte de la píldora de turno, era una buena dosis de resignación y resistencia.
En consecuencia, cuando nos quejamos y pedimos que se le ponga remedio, no se nos hace mucho caso. El sistema está tan acostumbrado a que aguantemos el sufrimiento, que cuando ya no podemos más, o sencillamente nos negamos a aceptarlo, nos ignora. Todas las historias de mujeres que tienen fibromialgia y fatiga crónica explican que durante mucho tiempo nadie las creía. Y lo mismo con demasiadas mujeres cuando quieren ponerse manos a la obra y mejorar su calidad de vida durante la menopausia. Porque la otra consecuencia perversa es que no somos dignos de estudio médico. Y sin estudios, sin datos, no hay suficientes avances científicos que puedan ayudarnos.
Mi madre tenía sus propias razones para aceptar el sufrimiento. Aparte de ser mujer cargaba una historia personal. Pero yo no. Aquella era su historia. Lo único que comparto con ella en ese sentido es haber absorbido por ósmosis social que ser mujer es, también, aguantar. Y mira, no. Me niego. Y quiero que mi hija también se niegue. Y mis hermanas. Y sobrinas. Y amigas. Que todas las mujeres se nieguen. Que invadamos las consultas médicas pidiendo cuidado, atención, credibilidad y empatía. Y soluciones.