Alimentación

Así sabe Bon Preu cuándo falta papel de váter en el súper

El epicentro de la empresa es su ciudad logística, que gestiona 9.500 productos

Con la llegada de la pandemia el primer producto que se acabó en los supermercados fue el papel de váter. Después de unas semanas confinados en casa, lo que se convirtió en una especie de misión imposible fue encontrar levadura para hacer pasteles. Situaciones extremas aparte, y que son casi imposible de predecir, en un contexto de normalidad ¿cuál es el proceso que se sigue cuando un producto se acaba de las estanterías del supermercado? Para explicarlo, el Emprenem se ha adentrado en la ciudad logística del Bon Preu. Ubicada en els Hostalets de Balenyà (Osona), ocupa 83.700 metros cuadrados y antiguamente era la tejería donde se fabricaban piezas de barro para la construcción. Se conserva una gran chimenea similar a las que hay repartidas, por ejemplo, por el distrito 22@ de Barcelona. Como las grandes ciudades, esta tampoco duerme: trabaja 24 horas al día los 365 días del año para hacer el suministro de 131 supermercados Bonpreu, 56 hipermercados Esclat y 13 minimercados, que están ubicados junto a sus gasolineras.

Ninguno de estos 200 establecimientos, sin embargo, se encarga de hacer él directamente el pedido de los productos que le faltan. Se hace desde la misma ciudad logística y la responsable de hacerlo se llama inteligencia artificial. “A través de un software nos llega diariamente un fichero con todos los productos que se han vendido en cada uno de los establecimientos y, a la vez, cuál es su previsión de venta para el día siguiente, que se calcula con un algoritmo”, explica el director de operaciones, Joan Sabartés, que asegura que durante la pandemia no había ningún algoritmo capaz de predecir la psicosis del papel de váter o de la levadura.

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En la ciudad de Bon Preu tienen cabida hasta 9.500 productos diferentes, que se reparten básicamente en dos grandes almacenes: en uno se concentran todos los frescos (fruta, verdura, charcutería, carne o los platos preparados) y, en el otro, los productos secos (los que no necesitan refrigeración), que son la mayoría, puesto que llegan a los 8.500. Los dos almacenes, además, tienen una parte que funciona de forma automatizada y otra de manera convencional, que guarda el género que ocupa más espacio. La fotografía de este último recuerda las grandes estanterías numeradas que te encuentras al final del circuito de Ikea donde se cogen los muebles que quieres comprar.

En la parte de automatización es donde Bon Preu ha hecho una inversión millonaria en los últimos años. La de los productos frescos la estrenó en 2017 y tuvo un coste de 8,3 millones de euros mientras que la de los secos se estrenó apenas en mayo y ha supuesto una inyección económica de 13,3 millones de euros.

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Pero ¿cuál es el funcionamiento de estos almacenes? Imaginemos que llega un camión lleno de cajas de botellas de agua. Como todo el género, lleva una etiqueta electrónica (que sería como una especie de DNI) en la que se especifica qué tipo de producto hay, qué cantidad, de qué proveedor viene... Bon Preu volca esta información a su sistema informático y, una vez comprobado que todo es correcto, el trabajador coloca las botellas en el lugar de la estantería que le corresponde y que siempre es el mismo para que sea fácil a la hora de localizarlo para cuando se tienen que preparar los pedidos para enviar a las tiendas.

El funcionamiento de la parte automatizada, sin embargo, es un poco diferente. “La filosofía es a la inversa que la del método tradicional: aquí lo que se mueve es el producto y, en cambio, en la convencional es la persona”, explica el director de operaciones. Lo primero que se hace es sacar el empaque de todos los productos (cartón, plástico...), que se lleva a la planta de reciclaje que también hay en la ciudad. El segundo paso es guardar cada producto en una caja de plástico que lleva una cinta transportadora. Por ejemplo: los desodorants de la marca Sanex se pondrán todos en el mismo recipiente. A partir de aquí, la mano humana deja de intervenir y el resto de trabajo lo hace la cinta transportadora, que tiene muchos metros tanto de longitud como de altura y unos robots de color rojo que llevan la caja de desodorantes, en este caso, al lugar del almacén que le corresponde y la colocan por orden de caducidad (las primeras que caducan son las primeras que saldrán).

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Y es en este punto cuando volvemos a la pregunta inicial del reportaje. ¿Cómo se preparan los pedidos para las tiendas? Una vez la inteligencia artificial te dice lo que necesita cada uno de los establecimientos, este género se va poniendo sobre unos palés. Los trabajadores de la parte del almacén convencional buscan el producto en la estantería que le corresponde, mientras que en el lado automatizado quien hace esta búsqueda es el robot, que a través de las cintas transportadores lo lleva a un trabajador. Este valida en una pantalla táctil que lo ha recibido y lo pone en una gran caja de 1,20 metros (ved la primera imagen) que el supermercado recibirá junto con los productos de la parte del almacén tradicional.

Si a la hora de recoger el pedido el camión se equivoca y coge el pedido dirigido a alguna otra tienda, se le encienden dos semáforos rojos para indicarle que no lo está haciendo bien. Por la ciudad logística pasan cada día 650 camiones que mueven 40.000 palés semanales. Solo un proveedor queda excluido de este engranaje. Se trata de Bimbo, que sirve directamente a los supermercados por las casuísticas de su pan fresco.

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A pesar de que Bon Preu nació en 1974, no fue hasta 2010 cuando empezó una expansión que actualmente ha cogido velocidad de crucero. Su crecimiento anual medio es de un 10% de facturación, excepto el año pasado, que debido a la pandemia llegó a ser del 20%. “La finca donde está la ciudad logística está al 100% de su capacidad, por lo tanto, para hacer frente a este crecimiento tenemos que mejorar en nuestra efectividad y esto nos lo permite hacer la automatización”, explica Sabartés.

Los primeros supermercados de la cadena se concentraron en Osona, en 1992, pero compró los establecimientos de Vallès Preu y desembarcó en Barcelona. La expansión se aceleró en 2010 con la adquisición de la red de supermercados de la francesa Intermarché. A finales de 2020 la compañía también estuvo negociando la compra de Caprabo, que finalmente este mismo año ha descartado.

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Entre los planes de futuro de Bon Preu está automatizar también la parte de los productos de charcutería. De hecho, toda esta robotización les ha permitido entrar en la ciudad logística un millar de nuevos productos. En cuanto a la venta online, que también se gestiona desde la ciudad logística y que actualmente representa solo un 2% del total de ventas, la compañía no tiene prisa para incrementarla y asegura que es un proyecto de largo recorrido. Aparte de la alimentación, Bon Preu ha apostado por otras vías de negocio: tiene 56 gasolineras y el año pasado arrancó su comercializadora de energía, que actualmente ya tiene 10.000 clientes.