Homenotes y danzas

De amigo de Lenin a gran magnate del petróleo

Armand Hammer se convirtió en la conexión extraoficial de Estados Unidos con el régimen soviético

Armand Hammer
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A finales de 1921 el líder de la revolución soviética, Vladimir Lenin, escribió una carta muy cariñosa a un joven americano que había conocido poco antes en Moscú. En la carta le deseaba un gran éxito en la concesión y le daba recuerdos para su padre. El joven al que hacemos referencia se llamaba Armand Hammer, acababa de licenciarse en medicina y cuya concesión hablaba la carta tenía como finalidad la explotación de algunos recursos naturales de la Unión Soviética. Medio siglo después Hammer era uno de los grandes magnates mundiales del petróleo a través de su compañía, el Occidental Petroleum.

La historia comienza bastante antes, con el nacimiento del padre de Hammer en la Rusia Imperial y emigrado a Estados Unidos a finales del siglo XIX. Una vez instalado, apoyó a los revolucionarios rusos, al tiempo que se afilió al Partido Socialista Laborista de América y más tarde fundaría el Partido Comunista de Estados Unidos (1919), de orientación bolchevique. Con estos antecedentes es comprensible que Armand Hammer tuviera acceso a Lenin, con quien estableció una estrecha relación: hasta 1930 su presencia en Moscú fue permanente y, de hecho, desde ese momento se convirtió en la conexión extraoficial de Estados Unidos con el régimen soviético. En esta primera etapa montó una fábrica de lápices en Rusia, la Hammer Pencil Company (1926), que le permitió ganar mucho dinero. Aprovechó esta larga estancia en la URSS para empezar a construir una gran colección de objetos de arte, en buena parte procedentes de las propiedades de la familia Romanov, y también para representar en ese país a decenas de compañías americanas. El final de su etapa soviética vino marcado por su apuesta personal por Lev Trotski, en vez del vencedor en la trifulca interna, Ióssif Stalin.

La gran operación petrolera

Su regreso a Estados Unidos coincidió con la abolición de la ley seca, una situación que le empujó a entrar en el mundo de las destilerías de whisky a través de una empresa que con los años tomaría el nombre de United Distillers of America. Con este negocio, por supuesto, también logró ingentes cantidades de dinero. Otros ámbitos en los que invirtió fueron las emisoras de radio –fue uno de los accionistas de la mítica Mutual Broadcasting System– o las galerías de arte. Aunque a estas alturas ya era multimillonario, su gran operación vino justo cuando había decidido jubilarse y es que a mediados de los años cincuenta invirtió parte de su fortuna en adquirir un paquete mayoritario en la petrolera Occidental Petroleum, antigua compañía que pasaba por muchas dificultades para sobrevivir. Poco antes de morir, a finales de los ochenta, le había convertido en una de las ocho grandes firmas de crudo de Estados Unidos. Antes de eso, en la década de los setenta, la compañía fue parcialmente nacionalizada por el gobierno de Libia y los acuerdos a los que Hammer llegó con ellos cambiarían para siempre la industria del petróleo: las míticas Siete Hermanas perderían repentinamente influencia en la fijación de los precios del crudo en beneficio de la organización de los países productores.

Por otra parte, pasado el estalinismo, las relaciones con la URSS reverdieron, entre otros motivos porque Hammer estaba convencido de que establecer vínculos culturales y comerciales era una buena manera de evitar un conflicto nuclear. Pero no sólo mantenía relaciones estrechas con las élites comunistas, sino que la red se extendía por todo occidente, incluida la familia real británica. Decía de sí mismo que era "por encima de todo un catalizador, dedicado a unir a personas y situaciones". Lo cierto es que era un gran adulador de sonrisa generosa, atrevida y llena de energía.

En el ámbito político, durante mucho tiempo se dijo de él que era el financiador a la sombra de los movimientos comunistas en Estados Unidos. En otro ámbito, durante muchos años estuvo vinculado al Partido Demócrata, un vínculo que no fue óbice para hacer donaciones a la campaña de Nixon, un gesto que más tarde fue considerado ilegal y por el que fue multado. Y como ocurre con frecuencia con los magnates americanos, no se puede dejar de lado su vertiente filantrópica. Además de colaborar con muchas instituciones, creó la Armand Hammer Foundation, a la que dio millones de dólares destinados a fines caritativos.

Su importancia fue relevante y tan duradera que cuando murió, en 1990, el presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, emitió un comunicado alabando su papel como pieza clave en las relaciones entre soviéticos y americanos.

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