Discurso político, realidad económica


Desde principios de año, con la toma de posesión de la nueva administración norteamericana, nos encontramos con que EEUU ha aumentado sus aranceles respecto a determinados países, y esto no sólo es una respuesta económica ante la situación de la balanza de pagos, sino que también se hace uso de esta herramienta para presionar en otras cuestiones (inmigración, lucha contra las drogas, etc.).
Obviamente, por la intensidad y amplitud de los aranceles, los países afectados se verán obligados también a dar una respuesta proporcional. Por tanto, encontramos situaciones de acción y reacción de proporciones similares que anulan, en parte, el efecto buscado por el primer movimiento. Así, no habrá una mejora del nivel de comercio entre ambos países, sino un empeoramiento. También encontraríamos el efecto conjunto que estas medidas tienen sobre los países implicados, además de sobre terceros: un país que tenga dificultades por el encarecimiento derivado del arancel para vender sus productos en EE.UU. puede colocarlos en otro mercado, como Europa, con mayor oferta y bajadas de precios.
El precedente del Crac del 29
Esto es un clásico que vimos en los años 30 a los países que quisieron transferir al exterior esta pérdida de actividad y de mayor proteccionismo de la industria nacional con la política de empobrecer al vecino. Esto es lo que se hizo con las devaluaciones competitivas de los años 30, después del Crac de 1929, cuando cada país realizaba una devaluación de su moneda (o incrementaba los aranceles) para preservar el mercado interior para los productores nacionales. Sin embargo, hay que darse cuenta de que el resto de países no estaban de brazos cruzados. Y así, el resto de países se vieron arrastrados a una serie de devaluaciones competitivas o aumentos de los aranceles que, como resultado final, no mejoraron la situación económica de ningún país en particular: hubo un fuerte bajón del comercio internacional y de la actividad en todo el mundo.
Culpabilizar a los de fuera de lo que no hemos querido hacer para mejorar nuestra capacidad competitiva y de productividad no es una herramienta que resuelva la cuestión, sino que puede ser una estrategia que desencadene un efecto boomerang. En definitiva, la realidad económica termina siendo un empeoramiento del conjunto. Éste es otro ejemplo de una cuestión que ya tuvo una gran relevancia mediática a raíz del Brexit. Cinco años después se ha visto que la consecuencia es exactamente la contraria de la que anunciaban las posiciones aislacionistas, y la realidad muestra un empeoramiento de la economía británica.
Las estrategias cooperativas
Sabemos que las estrategias cooperativas son las que mejor funcionan, como nos enseña el dilema del prisionero. Este esquema se aplicó después de la Segunda Guerra Mundial, con un nuevo esquema de la gobernanza y de la economía internacional y que fue opuesto a lo antes visto, con tipos de cambio fijos –sólo movibles en circunstancias de graves problemas de balanza de pagos–; una política de liberación y de reducción de los aranceles para favorecer el comercio internacional con el GATT y, posteriormente, con la OMC. Este proceso derivó en la Unión Europea, con un proceso de integración económica interesante y de valor, aunque a menudo era lenta de movimientos. La idea era rehuir la confrontación de determinadas posiciones populistas que después no aportan nada a la realidad económica, y apostar por acciones de carácter cooperativo e integrador que permitan niveles de mayor progreso.
Por último, también hay que huir de posiciones políticas radicales, como propugnar una política contra el cambio climático extremadamente exigente y que contraste con las demás que se realizan en todo el mundo. No olvidemos que podríamos tener un problema grave de competitividad, por un lado, y un problema de agravamiento de este cambio climático por otro, porque si exigimos regulaciones e impuestos elevados a las empresas europeas, como consecuencia tendrán dificultades para competir con otros países con normas menos exigentes, lo que disminuirá la actividad económica europea y hará que los factores de contaminación y factores de contaminación. De nuevo, una decisión política puede llevar a una realidad mucho peor que la situación que se quería evitar.