Periscopio global

Dr. Martens, la patada de los fondos de inversión en las contraculturas

La icónica marca de botas inglesas, también apropiadas por la extrema derecha, proyecta una bajada de ingresos y sufre un estremecimiento en bolsa

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Un par de dr. Marteens Sinclair.

LondresDr. Martens no tiene los pies en el suelo. El negocio de las famosas botas no funciona. O no tanto como se esperaban los responsables de la icónica marca inglesa en el momento en que la compañía salió a bolsa, a principios del 2021. Tres años y pico después, las acciones han caído del valor inicial de 3,70 libras por cada título al actual de 0,86 libras, a finales de la semana pasada. El descenso fue de un 76,88%. Pero a mediados de abril de ese mismo año, el precio se había hundido al mínimo histórico de 0,67 libras, un 81,99% menos en relación a lo que costaba ser accionista en el momento del lanzamiento de la empresa en el mercado.

¿Cuál es el problema? ¿Acaso el resto de los productos, desde sandalias hasta accesorios como bolsas o carteras, no ha cautivado al segmento de consumidores que se asocia con las botas? ¿Quizás es que la oferta estrella ha dejado de ser una pieza atractiva para un tipo determinado de consumidores, especialmente para los jóvenes de distintas tribus urbanas, y ahora solo es para clases medias? ¿O quizás es que, lisa y llanamente, son demasiado caras en tiempos de vacas flacas?

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Las clásicas 1460, de color negro con las costuras amarillas distintivas alrededor de la suela y con ocho ojales, valen 200 euros en la web oficial, si bien pueden encontrarse determinados modelos por entre 120 y 165. Pero si quieren hacerlo con las Made in England –una pequeña parte de la producción todavía se hace en Reino Unido; el resto se deslocalizó en China, Vietnam, Laos y Tailandia–, son más caras: la versión vintage sube hasta los 260 euros. Es mucho dinero, sobre todo si se compara con la cultura de la marca en el momento de su nacimiento, en 1960, cuando era muy popular entre los trabajadores británicos que pasaban muchas horas de pie, como policías, carteros o mineros. Entonces, las 1460 valían dos libras (45 en valor de 2024, una vez aplicado el ajuste inflacionario, que son 53 euros). Hace 60 años, un policía o un cartero cobraban de media 14 y 10 libras a la semana, respectivamente. Las botas suponían el 14% y el 20% de su sueldo semanal. Pero la gran durabilidad y resistencia de un par de dr. Martens era garantía de buena inversión.

Oportunidad de mercado

En los próximos meses la compañía deberá hacer frente al relevo del consejero delegado, Kenny Wilson, después de seis años en el cargo. En su adiós ha advertido de que "probablemente" los ingresos caerán en el ejercicio actual, en relación al de 2023 (1.180 millones de euros). Su mayor mercado, Estados Unidos, no está respondiendo a las expectativas, afectado por problemas de distribución y marketing, y por una falta de pedidos al por mayor para la temporada otoño-invierno de este 2024. Al mismo tiempo , los costes de producción han aumentado en los últimos meses. Y en Europa y Oriente Medio las ventas también han caído un 15% interanual hasta marzo. La única región donde se mantiene con fuerza el tirón es Japón y Corea del Sur.

Son justamente las dudas que arrastra –cuyo síntoma evidente es la devaluación del valor en bolsa de los 3.700 millones de libras del 2021 hasta los 860 actuales– las que hacen de la compañía un negocio atractivo para compradores con olfato para oportunidades de mercado . Informaciones recientes de la prensa británica y estadounidense especializada han situado a dr. Martens en la órbita de pretendientes como LVMH, del francés Bernard Arnault, oa VF Corporation, gigante estadounidense que tiene, entre otras, marcas como Timberland, Vans o The North Face. Si existe algún movimiento en este sentido, los analistas se inclinan por el segundo grupo, ya que destacan que es poco probable que LVMH, muy centrada en el lujo y el superlujo, con nombres como Dior o Louis Vuitton, se envuelva en una empresa que vende poco más que botas, cuyas más caras no llegan ni a los 300 euros.

El médico alemán

La historia comercial de las Docs, como también se conocen las botas, y el posible destino de la compañía ponen de manifiesto ese axioma que une capitalismo y revolución. El Che Guevara amenaza al sistema hasta acabar convertido en camiseta e icono pop. Las dr. Martens eran propias de las tribus urbanas de los años sesenta que rechazaban la sociedad británica de entonces hasta que se convirtieron, sesenta años después, en un elemento imprescindible de la moda teenager que se exhibe en Instagram. No en vano, son muy populares –las botas y también los zapatos– entre los alumnos de secundaria de institutos donde estudian los cachorros de las clases medias.

El origen de la marca no es inglés. Es alemán. La creó el médico de Wehrmacht Klaus Maertens. En 1945, mientras se recuperaba de una lesión en un pie, diseñó una bota con una cámara interior de aire y suela de neumáticos y cuerpo de piel que robó a un zapatero. Comercizó una bota que resultó un éxito, sobre todo entre las mujeres mayores de 40 años.

Varios estilos de botas Martens durante The Great Skinhead Reunion el 7 de junio de 2015 en Brighton, Inglaterra, para celebrar esta subcultura.

En 1959, Maertens consideró la expansión en el mercado del Reino Unido. Y el fabricante británico de botas de trabajo de propiedad familiar Griggs adquirió la licencia de la tecnología, anglicizó su nombre y así nació la dr. Martens 1460, la bota original, denominada así por la fecha de su lanzamiento: el 1 de abril de 1960. A finales de la década, se habían convertido en un símbolo del orgullo de la clase trabajadora y las llevaba gente como Pete Townshend de The Who o el político laborista Tony Benn. Elton John también lo llevaba a la película musical Tommy, de 1975. The Clash y Sex Pistols también las harían suyas. Y pasaron a formar parte del uniforme de los punks, góticos y entusiastas del grunge. Las botas eran fáciles de decorar y personalizar, a la vez que eran cómodas y asequibles. Pero, al mismo tiempo, también las adoptaron los skinheads de extrema derecha y los supremacistas blancos.

En 2013, el negocio, entonces todavía en manos de R. Griggs Group Limited, lo compró el fondo de capital privado Permira, que ahora sigue teniendo el 40% de las acciones. Cualquier decisión futura sobre las casi 13 millones de botas que se venden al año en 60 países del mundo pasa por su consejo de notables.

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