ALIMENTACIÓN

La fiebre del oro verde para cerveza llega a Cataluña

El éxito de las cervezas artesanas ha permitido la implantación de los primeros productores de lúpulo en nuestro país

Albert Cadanet
3 min
La fiebre del oro verde para cerveza llega a Cataluña

Hay muchos sectores que se retroalimentan. Si la vivienda crece, los fabricantes de cemento tienen mayor demanda. Las empresas que se dedican a producir componentes para el automóvil tienen más trabajo si se venden más coches. Y lo mismo está ocurriendo con las cervezas artesanas y los fabricantes de lúpulo en Catalunya. En 2010 se creó el primero Gremio de Elaboradores de Cerveza Artesana y Natural (GECAN), fundado por nueve microcerveceros. Actualmente, el número de miembros ya se ha triplicado a pesar de que todavía no agrupa a todos los cerveceros artesanos de nuestra casa. Este boom, que comenzó hace unos diez años y sigue al alza, ha motivado que empiecen a aparecer las primeras plantaciones de lúpulo en el territorio.

El lúpulo es uno de los cuatro ingredientes básicos de la cerveza. Aporta amargura y componentes aromáticos dependiendo de la variedad, y también evita que las bacterias puedan dañar la cerveza. En Cataluña, el del lúpulo es un sector muy joven. Según datos de la Generalitat, actualmente hay apenas siete hectáreas plantadas de este cultivo, repartidas entre los municipios de Almacelles (Segrià), Crespià (Pla de l'Estany) y Cassà de la Selva (Gironès). En este último municipio se encuentra Lupulina, una plantación ecológica que nació en 2013 de la mano de Jordi Sánchez. "Empecé a hacer cerveza por ocio y vi que había muchas dificultades para conseguir lúpulo", explica. Fue entonces cuando decidió invertir en ese negocio. Sánchez puso 30.000 euros de su bolsillo para montar toda la infraestructura necesaria para poner manos a la obra. Comenzó con media hectárea, donde plantó 11 variedades de lúpulo distintas. Tres años después, Lupulina ya tiene 3 hectáreas pero todavía se encuentra en una fase de prueba y error y plantando diferentes variedades para saber cuáles se adaptan mejor al territorio. Por eso la producción también es inestable y difícil de controlar. Además, la planta del lúpulo no despliega todo su potencial productivo hasta el tercer o cuarto año.

A pesar de ser una iniciativa muy joven, Sánchez ya tiene una veintena de clientes fijos en toda España. "Lo que suele comprar un cervecero artesano son pedidos de cinco kilogramos de lúpulo, que pueden valer entre 130 y 150 euros, dependiendo de la variedad", explica. También hay particulares que deciden realizar pequeños pedidos de 50 gramos, a razón de unos ocho euros cada uno. Aparte de eso, Lupulina también vende plantas de lúpulo. En este caso, actúa como distribuidor de distintas variedades. Una sola planta vale unos 10 euros, y los pedidos pueden ir desde una sola unidad hasta las 300.

Lupulina también tiene una finca experimental donde se cuece un proyecto con un objetivo muy claro: poder crear una variedad de lúpulo 100% catalán. Al igual que Jordi Sánchez, en Tremp también hay un grupo que trabaja con este propósito. Catalana de Llúpol nació de la fusión de cuatro socios del mundo agrícola que, movidos por el consumo y producción de la cerveza artesana, decidieron parir una variedad del territorio y al mismo tiempo dar rentabilidad a un proyecto. Ahora mismo, los cuatro socios tienen otro trabajo principal, y la idea es ofrecer este negocio a alguien que quiera dedicarse a ello. “Es una forma de dignificar el trabajo del campo y evitar el éxodo. La comarca tiene 14.000 personas y encontramos un problema de fijación de población. La idea es dar un valor añadido a un producto y que después la gente pueda dedicarse a él”, dice Martí Armengol, ingeniero agrónomo y uno de los cuatro socios fundadores de Catalana de Llúpol.

Desde los sectores cervecero y de plantaciones de lúpulo son optimistas de cara al futuro. “Tenemos una cultura que sabe apreciar los buenos productos. Las cervezas artesanas han venido para quedarse”, afirman desde Lupulina. Los datos de uno de los productores referentes dentro del panorama catalán, Cerveza del Montseny, corroboran la buena marcha del sector. El año pasado facturó un millón de euros, su producción crece a un ritmo de un 20% anual y llevan ya tres años con beneficios, que se acercan a los 40.000 euros anuales, según datos de la propia empresa. Jordi Llebaria, maestro cervecero de la firma, asegura que “veníamos de la nada”. “La oferta de cervezas -añade- era muy limitada y vimos que ofrecer un producto diferente podría funcionar. Al fin y al cabo, es un producto que gusta a casi todo el mundo”.

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