Reportaje

El imperio 'catalán' tras la MotoGP que se ha vendido por miles de millones

Dorna Sports lleva más de tres décadas organizando campeonatos de motociclismo

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Un gran premio de MotoGP

Barcelona"Cuando se abren los sobres y se ve que la mejor oferta es la nuestra, la gente de los equipos no sabía quién éramos. Nos hemos pasado muchos años demostrando en el mundo anglosajón, que dominaba el paddock, que un grupo de bajitos y morenitos éramos capaces de gestionar todo esto". Son palabras de un histórico directivo de la compañía que hace 33 años hizo saltar la sorpresa al mundo del motociclismo.

No era un concurso cualquiera. En 1991 la Federación Internacional de Motociclismo (FIM) puso los derechos televisivos del campeonato mundial de MotoGP. Entre los diferentes concursantes estaba un viejo conocido del mundo del motor, el magnate británico Bernie Ecclestone. Pero todas las propuestas, también la de quien con el tiempo se convertiría en amo y señor de la Fórmula 1, quedaron derrotadas por la de una desconocida empresa española. Ahora esta compañía es ampliamente conocida entre pilotos, fabricantes y el resto del paddock. Pero también más allá, sobre todo desde que se ha visto inmersa en una operación milmillonaria. Ésta es la historia de Dorna Sports, el gigante detrás de la MotoGP que empezó representando jugadores de fútbol.

Dorna Promoción del Deporte nació en 1988 de la mano del empresario gallego del sector de la construcción Carlos García Pardo. Esa compañía, que llevaba por nombre la clásica embarcación de pesca de las rías gallegas, fue la primera empresa española que se dedicó a comercializar derechos deportivos. Lo hizo empezando por jugadores de fútbol y, más tarde, con la adquisición de derechos de equipos como Real Madrid. Era pionera en un sector en el que hasta entonces el único player había sido TVE.

A finales de los 80 y principios de los 90 empezaban a nacer las televisiones privadas y autonómicas, y los derechos que adquiría Dorna Promoción del Deporte tenían cada vez más valor. De hecho, aquella compañía ya había despertado interés entre inversores, llegando al famoso concurso de MotoGP de 1991 bajo el paraguas del extinto Banesto, que un año antes había comprado el 50% de la empresa.

Aquellos primeros años fueron intensos. "El primer gran premio que organizamos fue en el Circuito de Suzuka, en Japón. Entonces éramos ocho personas de Dorna, y ahora somos 500", explica en elEmpresas el director financiero de Dorna, Enrique Aldama. En el primer año también tuvieron que ponerse de acuerdo con Ecclestone, que había adquirido los derechos de los equipos a través de la International Road-Racing Teams Association (Irta), que finalmente terminaron en la propia Dorna. El mundo de las motos iba finalmente a la par.

Pero no todo eran las motos. Paralelamente fue también una etapa de engordar el catálogo de servicios: desde adquirir los derechos del Partizan de Belgrado hasta organizar conciertos de Frank Sinatra y los Rolling Stones en España. "Llegamos a hacer corridas de toros", explica Aldama. Incluso intentaron comprar todos los derechos internacionales de las Olimpiadas de Atlanta para después ir a venderlos país por país, pero no ganaron el concurso. Una etapa de expansión, prueba y error, que se prolongó hasta el año 1993, cuando tocó abrocharse el cinturón. "No había un control estricto de todo lo que comprábamos, empezamos a perder dinero [...] y tuvimos que empezar a vender por sólo quedarnos con lo que nos aportaba realmente valor, que principalmente era el campeonato del mundo de motociclismo", explica Aldama en elEmpresas.

Quizás Dorna no había organizado nada similar, pero su dirección, con un marcado acento catalán, venía de levantar las bases del motociclismo en Catalunya. "La labor del Carmelo fue clave para explicar que veníamos a hacer un deporte mejor y más atractivo para todos. El Carmelo ya venía del mundo del motorsport, y esto le permitía hablar de tú a tú con todo el mundo. Fue entonces cuando el motociclismo pasó a ser el activo principal de la compañía", explica Aldama sobre los inicios de los 90. "Todo el mundo nos veía como unos españoles que venían a gestionar el campeonato y que no tenían ni idea", añade. , en la misma línea que las palabras de Manel Arroyo que abren este reportaje, vecino de Vic, fue directivo de la compañía entre 1992 y 2023, encargado del área de marketing. en la directiva del Barça entre 2010 y 2018.

Una figura clave

Carmelo Ezpeleta aterrizó en Dorna en 1991 y califica aquellos primeros años, cuando la compañía aún pertenecía a Banesto, de "difíciles". Ingeniero de formación, venía de supervisar la construcción y promoción del Circuito de Calafat en los años 70, que también dirigió, hasta que se trasladó a Madrid para dirigir el Circuito del Jarama hasta 1988. Paralelamente empezó a trabajar para en el RACC, ya finales de los 80 regresó a Barcelona como director ejecutivo del consorcio para acabar construyendo lo que es ahora el Circuit de Barcelona-Catalunya. En 1991 aterrizó en Dorna, donde a los pocos meses se llevó a gente de su confianza, como Manel Arroyo y Jordi Pons. Más tarde también pasó por la compañía Jaume Roures.

"En aquellos años pensábamos que llegaría una gran multinacional del deporte, o el propio Ecclestone, y nos compraría los derechos y se llevaría la actividad a París o Roma, o donde estuviera. Nosotros hacíamos el campeonato de motos año a año y pensando que podía acabar en cualquier momento, por lo que también hacíamos otras cosas. Nos movía hacer carreras y conseguir buenos resultados", recuerda Arroyo sobre esa época.

Fue a finales de la década, en 1998, cuando Dorna fue objeto de una gran operación. El buen trabajo de la compañía despertó el interés del fondo CVC Capital Partners, que compró Dorna, dejando parte de las acciones para la dirección comandada por Ezpeleta. Pocos años antes, en 1994, el Santander había adquirido la mayor parte de Banesto, y decidió desprenderse de todas las participaciones industriales, entre ellas Dorna Sports. Fue ese mismo año, en 1998, cuando Aldama, que venía de Banesto, dio el salto a la compañía. Llegaba la estabilidad.

El negocio de Dorna ha consistido a lo largo de su historia en comprar derechos de emisión para revenderlos, un modelo que ahora sigue vivo con sus motos. Los ingresos de la compañía provienen de los promotores locales de cada circuito –que se ocupan de vender las entradas y la comida, entre otros, y pagan una tarifa a Dorna–, de las televisiones –a las que vende los derechos para que puedan retransmitir las carreras– y también de las empresas publicitarias que quieren anunciarse. Con todos estos ingresos, Dorna Sports paga un dinero a los equipos que participan a través de Irta, y también a la FIM. El primer contrato de Dorna para organizar MotoGP fue de cinco años, hasta 1996, y lo ha ido renovando sucesivamente a lo largo de los años.

La expansión del nuevo milenio

Bien entrado el nuevo milenio, la compañía siguió creciendo: compró los derechos comerciales, de promoción y televisión del campeonato del mundo de motocross, que mantuvo hasta el 2003. Y al cabo de tres años, cambió de manos después que CVC Capital Partners decidiera comprar en 2006 los derechos de la Fórmula 1, una adquisición que la Comisión Europea validó con una condición: CVC debía desprenderse de Dorna por cuestiones de competencia. Fue entonces cuando entró el fondo Bridgepoint, que fue el gran propietario de Dorna hasta el 2013, cuando vendió el 39% al fondo de pensiones canadiense CPP Investment Board.

Pasaban los años y Dorna seguía ganando musculatura. Fue el mismo 2013 cuando la compañía se apoderó del Campeonato del Mundo de Superbike (WorldSBK), el campeonato de motos de serie modificadas. "Existen muchas disciplinas, como el motocross, el supercross, el enduro o el Endurance, que organiza la federación internacional, pero creemos que ésta era muy complementaria a la nuestra y se hace con características similares", explica Aldama alEmpresas. El negocio de Dorna bebe en casi su totalidad de la MotoGP, y también del WorldSBK, JuniorGP y otros campeonatos para atraer talento; todos juntos representan el 98% de los ingresos. El resto salen de otros negocios como Ad-time, un servicio de publicidad que la compañía vende desde los años 90 y consiste en suministrar las vallas publicitarias en eventos de otros deportes, como fútbol y baloncesto. Son módulos de Led que se pueden comprar o alquilar y que se ven por la televisión en torno al campo.

Una carrera en Montmeló

Superadas tres décadas de existencia, con la cóvid-19 aún estaba por llegar uno de los momentos cruciales de la compañía. "Volvíamos del Gran Premio de Qatar, estábamos parados y no podíamos hacer nada, no sabíamos si la pandemia duraría mucho y nos podíamos encontrar que el próximo año no tuviéramos nada. Estoy muy agradecido al consejo de Dorna ya los accionistas de ese momento , que acordaron que, aunque no hiciéramos ninguna carrera, pagarían lo que costaba a los equipos continuar", explica Ezpeleta alEmpresas. Los seguidores más acérrimos de esta disciplina recordarán cómo los pilotos tuvieron que cambiar las motos por los eSports. "Los juntamos para que participaran en carreras virtuales", añade Aldama. En esa época, estas simulaciones no daban dinero y Dorna no volvió a facturar hasta que corrieron de nuevo. La vuelta a la normalidad tuvo lugar en el Circuito de Jerez en 2020, y la compañía subsistía con el dinero de los derechos televisivos y de patrocinio. "Nos permitió mantener el deporte pero perdiendo dinero", añade Aldama, ya que los circuitos no podían pagarlos porque estaban vacíos.

Ahora, cuatro años después, Dorna ha vivido otro momento importante, pero en los despachos. Ha sido adquirida por Liberty Media, la compañía propietaria de la Fórmula 1. Se trata de un conglomerado estadounidense de medios de comunicación que se ha apoderado del 86% de Dorna Sports, empresa que tiene el catalán como tercera lengua, en una operación que valora a la compañía en más de 4.200 millones de euros. Bridgepoint y CPP Investments, que tenían el 80%, se ha vendido toda su parte, mientras que el 6% restante sale de los directivos de la misma empresa, que hasta ahora habían acumulado un 20% y ahora se quedan con 14%.

"La operación no sólo pone en valor el trabajo realizado hasta ahora por un equipo extraordinario, que continuará ante la gestión, sino también el enorme potencial de futuro que Liberty Media ha visto en Dorna", destaca el directivo Adolf Todó , histórico aficionado a este deporte y que destaca que gracias a Dorna "en los boxes se vive un ambiente profesional y cosmopolita donde se hablan todo tipo de idiomas, con predominancia del inglés, del castellano .... y del catalán".

Por parte de la dirección que capitanea Dorna desde sus inicios, este movimiento milmillonario es una buena noticia. "Pretende que ambas modalidades -la Fórmula 1 y la MotoGP- sigan creciendo", asegura Aldama. De entrada, permitirá abrir el motociclismo a nuevos mercados, como Estados Unidos. "Queremos que nos ayude y mejore la parte del hacen engagement haciendo un producto más atractivo", añade. Para Ezpeleta, supone estar con un socio que, además de ser un importante socio financiero, entiende muy bien el negocio: "Nos ayudará a explicar mejor este deporte maravilloso".

Pendientes de Competencia

Estas dos grandes competiciones sobre ruedas cuentan con modelos de negocios similares, aunque el público que les sigue es distinto: el seguidor de las motos es más de clase media, mientras que la Fórmula 1 cuenta con un consumidor de clase alta. Al mismo tiempo, las fábricas de coches tienen mucho más dinero: no cuesta lo mismo hacer un coche que una moto. "Nosotros prevemos facturar 500 millones de euros este 2024, mientras que la Fórmula 1 debe estar en torno a los 3.000 millones. Esta diferencia antes era mayor", concluye Aldama.

El futuro inmediato de Dorna está en manos de los reguladores. Falta ver si esa autorización de Bruselas de hace 18 años, que obligó a separar a la Fórmula 1 y la MotoGP, se convierte en un precedente o bien en una olvidada piedra en el camino que no impidió que las dos disciplinas que llenan desde hace décadas los circuitos de alta velocidad de todo el mundo estén, por último, bajo el paraguas de un solo dueño.

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