Pedir préstamos utilizando nuestras carteras de inversión
El profesor Boar analiza formas de hacer frente a un gasto importante a través de la pignoración de patrimonio
Hoy seguimos con la gestión del patrimonio. Imaginemos que necesitamos liquidez para hacer frente a un gasto importante, pero no disponemos del dinero necesario. En cambio, sí tenemos una cartera de inversión en funcionamiento: acciones, bonos y fondos de inversión. Una opción en este caso sería pignorar las acciones, es decir, dejarlas en garantía para obtener financiación.
Por poner un ejemplo claro: en lugar de que la garantía sea la vivienda, como en una hipoteca, aquí lo es la propia cartera. Con este instrumento conseguimos liquidez a través de un préstamo con un tipo de interés inferior al de un préstamo personal tradicional. Recordemos lo que decíamos la semana pasada: si el rendimiento del capital es superior al coste del préstamo, ¿por qué descapitalizarnos?
Como contrapartida, el banco puede limitar las operaciones que realizamos con la cartera mientras dure el préstamo. Esto sólo nos afectará si gestionamos directamente nuestras acciones. En cambio, si tenemos un fondo de inversión, al no ejecutar las órdenes nosotros mismos, prácticamente no nos afecta.
Esta opción tiene varias ventajas. Desde el punto de vista fiscal, no pagaremos impuestos hasta que no liquidamos la inversión. Si la cartera está en pérdidas, ganemos tiempo para recuperarlas; y si tiene beneficios, disponemos de tiempo para dejarlos crecer. Ahora bien, hay que tener cuidado: si la cartera baja por debajo de un umbral establecido por el banco, éste puede exigir más garantías o liquidar parte de las posiciones para cubrir su riesgo.
En cualquier caso, la pignoración de carteras, a pesar de las ventajas que ofrece, es un producto con riesgo que sólo se aconseja a inversores con conocimientos suficientes del mercado financiero.