¿Se cuece el queroseno verde para aviones en biorreactores de Texas?
La compañía biotecnológica Cemvita, con sede en Houston, intenta redefinir el significado de 'combustible fósil'
Porto Alegre (Brasil)En un discreto complejo de laboratorios en Houston (Texas), la empresa Cemvita intenta redefinir el significado de combustible fósil. Su fundadora y directora científica, Tara Karimi, asegura que su objetivo es simple pero radical: "Transformar el dióxido de carbono y los residuos industriales en productos de alto valor, como combustibles, fertilizantes o cosméticos".
El ARA ha podido hablar en la ciudad de Porto Alegre (Brasil), en el marco de los actos de la Semana Caldeira, a la que el diario ha sido invitado por parte delInstituto Caldeira, uno hub tecnológico de la capital del estado de Río Grande do Sul que impulsa proyectos de innovación y sostenibilidad, y que quiere ubicarse como un centro de referencia en el mapa global para empresas emergentes, nuevas tecnologías y soluciones para los desafíos que supone el cambio climático.
Cemvita, fundada en 2017 por Karimi y su hermano Moji, ha desarrollado una plataforma biotecnológica llamada FermWorks capaz de hacer que microorganismos diseñados específicamente para esta función conviertan CO₂ y residuos orgánicos en lo que llaman fermoil, un aceite base que puede servir para fabricar tanto combustible de aviación como detergentes o cremas. "Nuestro proceso implica deforestación cero y puede producir varios tipos de productos. El aceite que fabricamos puede ser utilizado no sólo para combustibles, sino también en productos de cuidado personal o de limpieza", explica Karimi.
Hasta ahora, su apuesta más ambiciosa la ha llevado a cabo en el campo de los combustibles de aviación sostenibles (SAF, en sus siglas en inglés), un mercado emergente impulsado por la presión sobre la industria para reducir las emisiones. En 2023, United Airlines firmó con Cemvita un contrato a veinte años para suministrarle 50 millones de galones anuales de combustible alternativo. "Nuestro producto tiene cinco veces menos emisiones de carbono que el SAF actual del mercado, porque empezamos el proceso a partir del dióxido de carbono. Convertimos el problema en materia prima", dice Karimi, quien asegura que también está en contacto con aerolíneas europeas para desarrollar programas similares.
Sin embargo, los métodos científicos de Cemvita, basados como se ha apuntado en biología sintética para convertir CO₂ en combustibles y productos químicos, son innovadores pero todavía altamente experimentales. Pese a su potencial para reducir emisiones, su viabilidad a escala industrial es incierta y depende de un coste energético y económico todavía elevado. Además, la manipulación genética de microorganismos abre interrogantes sobre seguridad y control ambiental. En cualquier caso, Cemvita aporta una visión disruptiva, pero necesita validación independiente y transparencia de resultados para consolidarse como alternativa real al petróleo.
¿Viabilidad económica?
El modelo de negocio no se basa sólo en la tecnología, sino también, necesariamente, en la viabilidad económica, más aún en unos momentos en los que el presidente de Estados Unidos repite el lema, "¡Drill, baby, drill!" (perforaremos, por supuesto que perforaremos), como si el cambio climático no fuese un problema. "Desde el principio queríamos tener un negocio autosostenible, sin depender de fondos públicos ni créditos adicionales. Por eso decidimos empezar a partir de los residuos. Si utilizas un flujo de desechos, reduces drásticamente los costes de producción", explica la cofundadora de la compañía. El resultado es un producto que, según sus palabras, es ya más barato que el SAF convencional, porque no parte de materias primas mucho más costosas como el aceite de soja o la caña de azúcar.
El valor diferencial de Cemvita está, además, en su capacidad de crear varias líneas de negocio a partir de un mismo proceso. Del residuo inicial aproximadamente el 30% se convierte en aceite; el resto se destina a biofertilizantes y bioestimulantes utilizados en reforestación o agricultura regenerativa. "Nuestro proceso produce dos productos y prácticamente no genera residuos. Lo que queda se utiliza para mejorar los suelos y restaurar la biodiversidad", asegura Karimi.
Este enfoque nature positive (positivo para la naturaleza) es parte central de la filosofía empresarial de ambos hermanos al frente de Cemvita. "No sólo queremos reducir emisiones; queremos tener un impacto positivo en la biodiversidad y el medio ambiente", subraya. Esta visión también se ha traducido en su estrategia de expansión internacional: Brasil ha sido uno de los primeros destinos escogidos para la producción fuera de Estados Unidos. "En nuestro plan, todos los valores fundamentales se basan en la sostenibilidad. Y vemos que estos valores están bien establecidos en Brasil. El país tiene una infraestructura consolidada en biofabricación y economía circular, con logros en biocombustibles como el bioetanol o el biodiesel", explica.
Para Karimi, la clave es aprovechar lo que ya funciona. "Empezamos en un país que tiene una historia de éxito y una infraestructura existente. Nosotros añadimos valor: no venimos a sustituir nada, sino a complementar y mejorar lo que ya hay". La empresa, además, apuesta por colaborar con proveedores locales para reducir la dependencia de importaciones y reforzar el desarrollo del talento científico local. "Queremos trabajar con proveedores locales y aprovechar el talento existente. Solo hace falta formación adicional para adaptarlo a nuestra tecnología", asegura.
El futuro de Cemvita pasa ahora por escalar la producción industrial. La compañía prevé producir hasta 500 barriles diarios de aceite sostenible en su primera planta comercial, manteniendo un impacto ambiental mínimo: el "99% menos de uso de tierra y agua respecto a la producción tradicional de aceite vegetal. Esta capacidad industrial es la que puede convertir una innovación de laboratorio en una alternativa real dentro del mercado energético global.
Todo ello la sitúa climático. En 2025, Cemvita ha sido reconocida por el consorcio Greentown Labs como Climate Impact Startup of the Year. impulsar desde Houston: "La sostenibilidad no es un lujo, ni un coste. Es un negocio."