El rearme de Europa cambia las reglas del juego
El debate sobre flexibilizar o congelar las normas fiscales gana fuerza entre los líderes de la Unión Europea

BruselasLas reglas del juego son las siguientes: los estados miembros de la Unión Europea deben mantener el déficit público por debajo del 3% de su producto interior bruto (PIB) y la deuda por debajo del 60%. Si no cumplen estas normas fiscales, como es el caso de al menos 13 socios europeos en la actualidad, Bruselas amenaza con enviar los temidos hombres de negro –los supervisores de la Comisión Europea– para tutelar los presupuestos estatales y, en los peores de los casos, acabar sancionando al gobierno en cuestión. Teóricamente, estos topes de déficit y deuda son sagrados, y ningún ejecutivo puede escapar. Las reglas están ahí por algo y deben cumplirse a toda costa, o al menos eso repite Bruselas hasta el aburrimiento. Sin embargo, la voluntad de los líderes europeos por rearmarse a cocida corrientes puede volver a hacer saltar por los aires el corsé fiscal de la UE, al igual que durante el cóvido.
Ni durante el peor momento de la crisis económica del 2008 la Comisión Europea dio oxígeno a los estados miembros más estrangulados por las restricciones fiscales del bloque comunitario, como eran entonces Grecia, Portugal o España. Bruselas y los estados más dogmáticos de la austeridad económica, como Alemania o los Países Bajos, no daban tregua y condenaron el sur de Europa a recortes traumáticos. Esta rigidez fiscal no resultó ser la mejor receta y contribuyó, coinciden los expertos, a que la recesión se alargara, y mucho, en el tiempo.
Con este trauma tan reciente, la crisis derivada de la pandemia se afrontó de forma completamente opuesta. La misma gran defensora de las reglas fiscales, la excancillera alemana Angela Merkel, acabó aceptando la emisión de deuda común para crear los fondos europeos de recuperación postcóvido, y la congelación de las reglas fiscales. Es decir, durante los años más álgidos del coronavirus, la UE fomentó políticas económicas expansivas y, además, los gobiernos estatales carecían de techo de gasto, lo que facilitó una rápida recuperación económica.
Una vez superada la pandemia, sin embargo, se acabó la barra libre y la UE acordó otras reglas fiscales casi igual de restringidas que las de la crisis económica del 2008. Han entrado en vigor este año y, según ha subrayado Bruselas hasta ahora, habían venido para quedarse y ya no han venido para quedarse. Ahora bien, pocos meses después, la amenaza que supone el expansionismo del régimen de Vladimir Putin y la presión de Donald Trump para que los países europeos multipliquen el gasto en defensa, han hecho que el club comunitario abra la puerta a aceptar algunas excepciones en el cumplimiento de las reglas.
Así lo planteó la propia presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en la cumbre de líderes europeos de este pasado lunes en Bruselas. Según fuentes comunitarias, la conservadora alemana propuso varias opciones para financiar el rearme de la Unión Europea y una de las que más apoyo recibió entre los jefes de estado y de gobierno es la de modificar las normas fiscales. "Para tiempos extraordinarios, deben tenerse en cuenta medidas extraordinarias", dijo abiertamente Von der Leyen en la rueda prensa posterior al encuentro.
En las nuevas reglas fiscales, que se acordaron el año pasado, ya se prevé que determinadas partidas presupuestarias en materia militar no computen a la hora de abrir procedimientos por déficit excesivo en los Estados miembros. Ahora, Bruselas propone ir un paso más allá y dejar de contabilizar todos los gastos en defensa, incluidos los que están destinados, por ejemplo, al coste del personal o de mantenimiento de las infraestructuras. Más aún: la Comisión Europea no descarta la posibilidad de volver a suspender las normas fiscales como se hizo durante la covid. "Si se cumplen unas condiciones muy específicas, como en el caso de la pandemia, sigue existiendo la posibilidad teórica de activar [la cláusula de congelación de las reglas]", respondió en rueda de prensa este martes el portavoz comunitario de Economía, Balazs Ujvari.
Otra de las opciones que discutieron Von der Leyen y los líderes europeos es el incremento de gasto militar en el próximo presupuesto de la Unión Europea. Ahora bien, no entrará en vigor hasta el 2028 y los estados miembros más belicistas creen que sería demasiado tarde. En este sentido, defienden que es necesario sacar dinero de donde sea y optar por diversas vías de financiación. Por tanto, el aumento de la partida presupuestaria que se destina a defensa puede ser complementaria a otras medidas, como la reforma de las reglas fiscales o su congelación temporal.
Evitar otros eurobonos
La propuesta de Von der Leyen ha llegado en pleno debate sobre la conveniencia de crear nuevos eurobonos, como los Next Generation para la recuperación de la covid. Cada vez son más los países que apuestan abiertamente por esta posibilidad y lo ven como la mejor forma de financiar el rearme de la UE, como hace el plan del expresidente del BCE, Mario Draghi, que calcula que para salvar el modelo europeo se necesitan unos 800.000 millones de euros de inversión. Sin embargo, hay estados que, como es habitual, se oponen rotundamente. Es el caso de los Países Bajos o Alemania, que es el estado más grande e influyente del club.
En este contexto, el planteamiento de la líder alemana desvía la discusión sobre cómo pagar el incremento de capacidad militar de la UE de los eurobonos para situarlos en la modificación de las reglas fiscales. Aunque a Alemania le hace más flexibles los topes de déficit, claramente lo prefiere antes que una nueva emisión de deuda común y, en el fondo, cada Estado miembro acabaría costeando con su dinero el rearme. Así pues, el país germánico y sus socios habituales evitarían que la UE financie la potenciación de la industria armamentista europea y los ejércitos de forma conjunta.
De hecho, la opción de aprobar unos nuevos eurobonos es una idea que cada vez ha ido ganando más adeptos. No ha sorprendido a nadie que, por ejemplo, el presidente francés, el liberal Emmanuel Macron; el jefe del gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, o la primera ministra italiana, la ultraderechista Giorgia Meloni, hayan apoyado públicamente esta iniciativa. Sin embargo, la gran diferencia respecto a la cóvida es que esta vez se han sumado países como Dinamarca o Finlandia, que históricamente han sido muy contrarios a cualquier medida que implicara más gasto público a escala comunitaria o la emisión de más deuda común.
Más presión sobre Calviño
La UE busca dinero bajo las piedras y no le basta con una potencial modificación de las reglas fiscales, la creación de unos nuevos fondos comunitarios o destinar mucho más dinero en defensa en el próximo presupuesto. Por eso, también presiona al Banco Europeo de Inversiones (BEI) para que incremente sustancialmente las inversiones en proyectos tecnológicos que puedan tener un uso militar, como los drones, la ciberseguridad o los controles de fronteras. De momento, la presidenta de esta entidad, la exvicepresidenta española Nadia Calviño, lo está evitando y durante el 2024 sólo destinó poco más del 1% del total del presupuesto que tenía en sus manos.
Esta inversión tan irrisoria ha indignado a una parte mayoritaria de los socios europeos y hasta 19 líderes –incluidos Scholz, Macron y el propio Sánchez– le pidieron por carta la semana pasada que multiplicara la financiación en proyectos que puedan tener un uso final militar. En la misma línea, la misiva de estos Estados miembros también apuesta por cambiar los estatutos de esta institución y permitir que por primera vez en su historia pueda financiar directamente proyectos militares y que no tengan que tener obligatoriamente ninguna utilidad civil. "La movilización de financiación en el sector de la defensa es una necesidad urgente", insisten en la carta.
El éxito o el fracaso de las vías de financiación que están sobre la mesa determinarán en gran parte si la Comisión Europea vuelve a permitir una flexibilización de las normas fiscales o, en el caso más extremo, de una suspensión temporal de estos límites. Pero lo que está claro es que Europa está empeñada en recuperar su autonomía militar e incrementar su poder en materia de defensa, y está dispuesta a sacar dinero de donde sea para conseguirlo. De hecho, según los propios líderes europeos, no les queda otra opción.
Trump ha amenazado en más de una ocasión con dejar en la estacada a los aliados europeos de la OTAN si reciben un ataque de un país tercero y no han aumentado su gasto militar y ya les pide que al menos destinen un 5% de su PIB. Aunque el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, ha cogido el guante al magnate neoyorquino, él prefiere subir el mínimo obligatorio en gasto en seguridad sólo hasta el 3%, un punto porcentual más de lo que imponen actualmente los tratados de la Alianza Atlántica. Sin embargo, hay aliados que, como España, que se encuentra en el 1,28%, están muy lejos de alcanzar este objetivo y necesitarían –tal y como dice la propia Von der Leyen– “medidas excepcionales” para conseguirlo a medio plazo, incluso modificando o congelando unas reglas fiscales que parecían intocables.