Relojero, ¿profesión de futuro?
En Tempora, en la calle Córcega de Barcelona, los clientes incluso hacen cola en la calle
"Ahora todo el mundo mira la hora en el teléfono móvil". Seguro que ha oído muchas veces esta afirmación y, muy probablemente, también la ha dicho o pensado usted mismo. En efecto, somos muchos los que lo hacemos, pero esto no significa que el reloj de muñeca esté en recesión. Al contrario. Sigue siendo un compañero de viaje —o complemento o dígalo como desee— muy habitual. Lo saben bien Rafael de la Torre y Toni Gimeno, los dos socios de la relojería Tempora de la calle de Còrsega 238 de Barcelona. Es habitual que si pasas por delante a media mañana haya cola de clientes en la calle. El local es pequeño, vale, pero es que la cola puede llegar a ser de diez personas. Una relojería de toda la vida, de las que te cambian la pila y te renuevan la correa, o te hacen una reparación exprés o poniendo en su punto el reloj de sobremesa, el despertador o el reloj de pared.
Ah, pero ¿hay todavía muchos relojes de pared para estos mundos de Dios? ¡Por supuesto que sí! Basta con echar un vistazo a las paredes del local, apretadas de ejemplares que esperan que el cliente los pase a recoger. "Tenemos lo que nos pide y necesita el barrio", explica Rafael. En Tempora puedes pedir una reparación o puesta al día como renovar el reloj. Disponen de una selección de relojes de gama media, de cierta calidad, prácticos, cómodos, que se vean bien y de precio razonable, de acuerdo con el poder adquisitivo dominante en esta zona del Eixample, junto a la parte baja de Sant Gervasi y también de Gràcia. "Si fuéramos un poco más arriba, deberíamos ofrecer más producto de gama alta". ¿Oscilación de precios? Pues entre los 9 euros de cambiar un montón a los 500 de poner al día un Rolex.
No trabajan el mundo de la compraventa, pero sí tienen bastante trabajo con la autentificación —hay mucha falsificación rondando por el mundo— y la descripción de relojes de valor para casas de subastas. El cliente de calle suele ser el de la pila y la correa, pero también tienen mucha clientela de hace muchos años que les contagia el mantenimiento de los relojes de pared: "En el barrio, en tiempos del siglo XX, solía haber entre dos y tres relojes por piso". Aún hay trabajo en ese sentido. ¿Cuánto dura, más o menos, un montón de reloj de muñeca? De media, año y medio. No sólo se nutren de la gente del barrio, sino que al ser una zona de bastantes consultorios, mutuas y el Hospital Clínic, hay mucha gente también que aprovecha que acude al médico y pasa por Tempora a cambiar la pila o la correa.
En el emplazamiento actual, están desde el año 2002, pero Rafael aprendió el oficio a pocos metros, en la calle Aribau, junto al anticuario Xarrié y el relojero alemán Demel. Entró en 1980 y aprendió el oficio. La clientela esencial eran los anticuarios que encargaban reparaciones. Hasta que en 1992, Xarrié le dio la oportunidad de abrir su propia relojería en un local de al lado. Entonces, el barrio carecía de un local de reparación de relojes a disposición de los vecinos, de la gente de a pie. Así, la clientela se fidelizó y el negocio pudo prosperar.
Como decíamos antes, el reloj no pasa de moda. Y la afición por los relojes de alta gama es todo un mundo a tener en cuenta. Aunque no es estrictamente su terreno de actuación, sí se benefician. "Es un mundo atractivo, que llama la atención y que tiene buenos escaparates". ¿Un ejemplo? La última ganadora del US Open, Aryna Sabalenka, no celebró la victoria sin antes ponerse el Audemars Piguet Royal Oak Selfwinding Chronograph, valorado en más de 230.000 dólares. Más ejemplos, Fernando Alonso tiene un Richard Miller de 150.000 euros y la colección de relojes de Lamine Yamal parece que, pese a su juventud, es ya de categoría. En Tempora no es habitual que comparezcan estas piezas, pero justo antes de realizar la entrevista ya han cambiado las pilas de un par de Hublots y de Chaumets. ¿Es un territorio masculinizado éste? En general, sí, explica Rafael, pero Angie Cárdenas luce en Aruseros un Rolex Submarinero que se acerca a los 15.000 euros.
¿Y la profesión? Pues Rafael nos da un dato interesante. Sólo existe una escuela oficial de relojería en el Estado. Y está en la Zona Franca de Barcelona. Este año se han matriculado treinta personas, una cifra nada despreciable. ¿Y sabe usted qué ha contribuido? Un programa reciente del 3Cat sobre profesiones con futuro que incluía, precisamente, la de relojero.