Aerolíneas

Vueling, la aerolínea catalana que pudo llamarse Vengavale.com

Intrahistoria de cómo se fundó la compañía 'low cost' que ahora cumple 20 años

Un avión de Vueling aterrizando en el aeropuerto de El Prat
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BarcelonaA pocos metros de las pistas donde despegan y aterrizan los aviones en el aeropuerto de Standsted hay un pub típicamente inglés. Es una casita de color blanco con un techo de paja gris, y en la entrada ondea una gran bandera del Reino Unido. La barra donde se sirven las peines de The Ash ya existía durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los pilotos de las fuerzas aéreas estadounidenses frecuentaban el local por su proximidad al aeropuerto. Muchas décadas después, los clientes más habituales de este pub pintoresco siguen siendo viajeros y trabajadores de Standsted que matan las horas entre vuelo y vuelo con una cerveza.

Eduardo Fairén no recuerda si la idea apareció en la conversación con la segunda o tercera copa vacía. Era junio de 2002. Él y Sue Smith eran compañeros de trabajo en una aerolínea de leasing que no pasaba por un buen momento. "Mirábamos los aviones atravesando el cielo y nos preguntábamos qué pasaría con nuestra compañía", rememora este ingeniero industrial y antiguo comandante de vuelo. Entre trago y trago, Fairén y Smith fantaseaban con la idea de crear su propia aerolínea, con la diferencia de que aquella vez hicieron aterrizar el proyecto en la realidad: “Hacemos una low cost”. Aquel encuentro en un pub a las afueras de un aeropuerto británico hace más de 20 años es el germen de Vueling, actualmente la principal aerolínea en pasajeros en el aeropuerto de El Prat.

Una semana después de esa tarde de cervezas, los primeros protagonistas de esta historia organizaron una reunión con otros pilotos y directivos del sector. En el Reino Unido ya habían aparecido compañías aéreas de bajo coste como easyJet, y Ryanair estaba sentando las bases de su futuro reinado. El británico era un mercado que empezaba a estar saturado y decidieron girar el foco hacia España. En esas primeras conversaciones les quedó clara una cosa: financiar una aerolínea era muy caro. Para que la iniciativa tuviera salida hacía falta dinero, y Fairén y Smith llegaron hasta la persona que les podía ayudar a encontrarlos.

El murciano Carlos Muñoz tenía una trayectoria empresarial considerable por sus 33 años. Había trabajado en San Francisco para la consultora McKinsey y también gestionando la empresa de cítricos y zumos de su familia. Según su versión del relato, cuando conoció al grupo aún hablaban de crear una compañía que se llamaría Ideal Air y operaría una ruta entre Manchester y Valencia, la tierra natal de Fairén. “Esa Navidad del 2002 me fui a California y con compañeros de McKinsey nos sentamos durante algunas sesiones para decidir qué queríamos hacer. Entonces el mercado de las low cost era sólo el 7% y la gente no entendía cómo podías volar por 30 euros”, explica Muñoz desde su despacho en la aerolínea Volotea, capítulo al que llegaremos más adelante.

A su vuelta del otro lado del Atlántico vio claro el plan de negocio y hoy asegura que la empresa la arrancó él solo. “Pero siempre he reconocido a Sue y Eduardo como los números 1 y 2 de Vueling”, dice. La primera sede de la compañía fue en Madrid, en su casa, y tomó el nombre provisional de Evia (European Ventures in Aviation) porque así se llamaba el restaurante griego de Palo Alto donde se había gestado la hoja de ruta.

Desde finales del 2002 hasta principios del 2004, el equipo liderado por Muñoz –al que también se había incorporado Lázaro Ros, que venía de trabajar en la aviación en Mallorca– llamó a una cincuentena de puertas hasta a obtener un sí. "Los de aquí no nos hicieron ni caso, les entraban los temblores", dice el empresario. Recuerda que uno de sus mejores amigos del máster en Harvard era de Dallas y viajaron a la ciudad tejana para reunirse con inversores estadounidenses, “siempre más valientes”. A través de estos contactos logró el primer grupo de capitalistas de Vueling, entre los que también estaban los fundadores de la low cost estadounidense JetBlue.

Hasta ese punto todavía no había aparecido ningún nombre catalán en los orígenes de Vueling. Oriol Pinya –más tarde fundador de Abac Capital– era entonces uno de los socios del fondo británico Apax Partners y tras coincidir con Muñoz en un evento fue quien convenció a la gestora de invertir en él. Sin embargo, faltaba un socio nostrat de referencia que apostara por la idea. Después de que candidatos gordos como La Caixa, el Sabadell o el fundador de Catalonia Hotels, Manuel Vallet, descartaran sumarse, la familia Lara, propietaria del grupo Planeta, acabó asumiendo este papel a través del suyo family office Inversiones Hemisferio. El mérito de decidir entrar en Vueling, jugada arriesgada, puede adjudicarse a José Creuheras, ahora presidente del conglomerado editorial y audiovisual.

La madrugada del 11 de febrero de hace 20 años, después de muchas horas de papeleo y puntualizaciones en los acuerdos de socios, se firmaba la constitución de Vueling como sociedad empresarial en una notaría de la calle Pau Casals, muy cerca de la plaza Francesc Macià. Por cierto, en ese grupo de once directivos que eligió Barcelona como base de operaciones para su aerolínea había murcianos, madrileños, valencianos y británicos, pero ni un solo catalán. De hecho, como recuerda en elEmpresas el primer director financiero de aquella incipiente Vueling, Álvaro Espinosa de los Monteros, la mayoría se instalaron a vivir en un hotel NH del polígono Mas Blau, junto al aeropuerto de El Prat.

Durante un par de meses las oficinas también las improvisaron en un palacete que les ofreció José Manuel Lara Bosch situado junto a su residencia en el barrio de Pedralbes. “Con poco hacíamos lo que podíamos. Teníamos uno o dos cables para conectarnos a internet que nos íbamos pasando de uno a otro”, explica Víctor M. Bañares, entonces director comercial de la compañía y ahora fundador y director general del operador de trenes de alta velocidad Iryo.

La puesta a punto de Vueling fue una carrera a contrarreloj en la que también fue clave el diseño de la marca y, por supuesto, el nombre que lucirían sus aviones. Esta misión se encargó a Saffron Brand Consultants, los artífices que finalmente la compañía adoptara elspanglish como seña de identidad. “Cuando Carlos [Muñoz] y Lázaro [Ros] se nos acercaron el mundo de las low cost todavía era desconocido en España. Queríamos desarrollar una personalidad que fuera diferente a las aerolíneas convencionales y fundamentalmente rebelde. Que los clientes lo vieran como una forma diferente de viajar”, ​​explica Jacob Benbunan, cofundador y consejero delegado de Saffron.

El proceso hasta llegar a la palabra Vueling dejó a otros candidatos descartados por el camino como Aeroterapia.com –era demasiado largo, pero evocaba la idea de que subir a un avión podía ser una forma de terapia–, BeAerolinia.com, Marchando .com o Vengavale.com. Otras voces recuerdan una última propuesta: Comandante Carlos, un guiño a su impulsor murciano, que él mismo niega haber oído en aquellas reuniones previas al bautizo. “Después nos tocó convencer al consejo de que Vueling era una marca seria, porque a algunos les parecía demasiado informal”, dice Bañares. Los Lara fueron los más reacios en esta pugna por el nombre.

Un lanzamiento a toda velocidad

Si en febrero se había constituido la empresa, sólo tres meses después ya se ponían a la venta los billetes de la nueva Vueling y en junio despegaba un primer vuelo de prueba del aeropuerto de Barcelona hacia el de Valencia con la bodega del avión llena de maletas vacías para comprobar que los protocolos de facturación funcionaban a la perfección. El primer vuelo oficial de la aerolínea salió a las siete y media de la mañana de Barcelona con dirección a Ibiza y 180 pasajeros a bordo. Todos los asientos estaban vendidos.

Vueling empezó a operar con una flota mínima en comparación con la actual. Solo dos aviones y una plantilla de unas 120 personas, entre tripulantes, personal de suelo y empleados de las oficinas. Los inicios suelen ser convulsos y no todos los que formaron parte de ese arranque guardan el mismo recuerdo de épica y entusiasmo. Carlos Muñoz Fernández tenía 36 años y llevaba ya unas 8.000 horas de vuelo en los hombros cuando vio en la prensa que una nueva aerolínea buscaba pilotos en Barcelona. "Los primeros vuelos fueron ilusionantes, porque todos los que entramos en la primera convocatoria estábamos plenamente dispuestos a contribuir para que la compañía tuviera éxito", dice. Aun así, le sorprendieron algunas de las formas de hacer de aquella primera low cost catalana, como que las escaleras en los aeropuertos fueran de 30 minutos en lugar de la hora de margen que era habitual en el sector. "Supuso un reto cumplir con esa política", asegura.

Este antiguo piloto defiende que trabajaron muy duro en un contexto díficil –hacía pocos meses de los atentados del 11-M en Madrid– y que las condiciones económicas de los inicios estaban por debajo de la media de la industria: “Pero esto ya lo sabíamos antes de firmar el contrato”. Muñoz Fernández se marchó después de dos años tripulando aviones de Vueling, “agotado y descontento”. “Hubo un goteo constante de fugas que no podían reemplazarse a la misma velocidad, lo que implicaba trabajar más duro y menos tiempo para reparar la fatiga acumulada. Aún siguen algunas personas de entonces veinte años después, y creo que tienen muchísimo mérito”, dice el aviador.

Una de las personas que han cumplido dos décadas en Vueling es Leila Taberné. Ya había trabajado en Air Nostrum y también vio la convocatoria de que buscaban tripulantes de cabina en un anuncio en el diario. “Me hizo la entrevista de trabajo el propio Carlos Muñoz”, dice. En ese momento le pareció una compañía más innovadora de lo que existía entonces en España. Por ejemplo, fue de las primeras en permitir comprar los billetes por internet y dejar atrás los documentos impresos en papel. "Hasta el primer vuelo los mismos trabajadores estuvimos haciendo publicidad para dar a conocer la aerolínea y no nos daba pereza participar en eventos porque queríamos que funcionara", añade Taberné, que ha cerrado el círculo y ahora se dedica la selección de los nuevos tripulantes .

Pero mientras Vueling abría nuevas rutas y se expandía, llegaron también las primeras turbulencias desde Madrid. “Al principio Iberia no hizo mucho caso al lanzamiento. Pensaban que duraríamos dos minutos, algo bastante típico de las compañías grandes. Tuvimos la suerte de pasar desapercibidos un par de años”, rememora Muñoz. Cuando Iberia les prestó atención fue para realizar una oferta para comprarlos: “Los inversores estuvieron en contra porque creían que teníamos un potencial tremendo y tuvimos la suerte de que en Iberia no fueron muy generosos”.

Ante la negativa, la respuesta de Iberia, que entonces prácticamente no tenía actividad en El Prat, fue crear ClickAir, su propia low cost en Barcelona que empezó a operar en octubre del 2006. En ese momento se inició una guerra de precios que algunos de los implicados recuerdan por su crudeza. “No anticipamos que fuese con la intensidad y la velocidad con la que se produjo. Fue depredador, se incurrió en pérdidas millonarias. No prevaleció el sentido común y cometimos algunos errores”, valora ahora Eduardo Fairén, director de operaciones de Vueling.

La aerolínea había salido a bolsa el 1 de diciembre del 2006 y poco después se halló en medio de una tormenta perfecta: a la presión de ClickAir se sumaba la crisis de precio del petróleo y más tarde el inicio de la Gran Recesión, con la consiguiente caída en la demanda de viajes. El 24 de septiembre de 2007 Vueling celebró un consejo crucial, en el que algunos de los accionistas –principalmente los Lara– defendieron que la mejor salida era una fusión con ClickAir. Muñoz decidió que no podía librar una batalla fuera de la empresa y otra dentro y, pese a estar en desacuerdo con la operación, acordó su dimisión para salir adelante con ese plan. En menos de cinco años creaba también con Lázaro Ros una nueva compañía low cost, Volotea. Con la fusión, realmente fue Vueling quien absorbía la aerolínea de Iberia y mantenía su marca, pero con el tiempo ambas terminaron bajo el control del holding IAG.

Aquella nueva etapa arrancó en el 2009 con el bilbaíno Alex Cruz como consejero delegado (hasta entonces al frente de ClickAir) y el expresidente del Partido Popular en Catalunya Josep Piqué en la presidencia. “Siempre hemos dicho que ha sido la fusión de aerolíneas más exitosa del mundo. No sólo la nueva empresa empezó a ser rentable de inmediato (ninguna de las dos había tenido beneficios), sino que inició una fase de crecimiento vertiginoso que logró establecer la nueva Vueling como uno de los principales players de Europa”, declara Cruz en elEmpresas. Aún así, algunas fuentes del sector atribuyen a ese despegue a toda velocidad algunos de los problemas con los que se topó la compañía más adelante.

Las imágenes del verano de 2016 –Entonces Cruz acababa de marcharse hacia British Airways y Javier Sánchez-Prieto le había tomado el relevo– son difíciles de olvidar. Una crisis operativa en el aeropuerto de El Prat dejó a miles de afectados por retrasos y cancelaciones. “Yo no lo atribuiría a nadie en concreto. Cuando ocurrió aquello, Vueling era una compañía en plena etapa de adolescencia. Había tenido un crecimiento enorme de rutas y destinos en los últimos años y eso hizo que alcanzara una dimensión muy grande para la estructura y los recursos que tenía en ese momento", dice un extrabajador que vivió ese colapso, cuando incluso le llamaban amigos de amigos pidiendo ayuda. , añade.

Otra fuente que pide el anonimato y que estuvo en las trincheras de ese estado de alarma admite que “indudablemente” es lo más grave que vivió en la compañía. Una vez pasado ese trance, Vueling hizo una serie de cambios internos para reforzar algunas áreas como el departamento de datos y evitar repetir el desastre. Desde Sánchez-Prieto la aerolínea todavía ha tenido otros dos presidentes, el italiano Marco Sansavini y la argentina Carolina Martinoli, que tomó las riendas del negocio a principios de año, pocos meses antes de este 20 aniversario. La ejecutiva se ha encontrado con una Vueling que en 2023 transportó 36,8 millones de pasajeros, operó 215.000 vuelos a 100 destinos y cuenta con 16 bases operativas, cinco de ellas fuera de España.

Contactado por elEmpresas, el primer director de operaciones de la aerolínea, Eduardo Fairén, celebra que por primera vez ha tenido la oportunidad de contar este relato con precisión y todos los detalles. Pero la historia de Vueling, después de veinte años de resultados récord y crisis imprevisibles, es la de una compañía en la que nunca nadie podrá presumir de haber sido el único fundador.

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