Tecnología

Qué puede esperar Catalunya (y qué no) del PERTE de los microchips

Una fábrica está casi descartada, pero el sector aspira a inversiones en el campo del diseño de semiconductores

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El MareNostrum, del Barcelona Supercomputing Centeral recinto de la capilla de Torre Girona.

Barcelona“Nadie sabe nada… Más allá del hecho de que es mucho dinero”. Son palabras de una voz del sector de los microchips, habitualmente un gran olvidado en nuestro país, pero que vive semanas de convulsión desde el inesperado anuncio del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ahora hace un mes, de que la administración invertiría 11.000 millones de euros en un PERTE de microchips y semiconductores. 

La importante inyección económica ha hecho mucho ruido y ha levantado expectativas en Catalunya, especialmente después de ver cómo la codiciada fábrica de baterías acababa en el País Valenciano (y una segunda puede ir rumbo a Extremadura). A pesar de que diferentes voces apuntan a que Sánchez hizo un anuncio apresurado y sin ningún tipo de plan en el horizonte, hay un cierto optimismo en el sector tecnológico catalán. Ahora bien, este optimismo va acompañado siempre de un aviso claro: Catalunya se tiene que olvidar de tener una gigafábrica de microchips.

Entonces, ¿a qué puede aspirar Catalunya? “Tenemos una posibilidad clara alrededor del Barcelona Supercomputing Center (BSC)”, explica una voz que pide el anonimato. Esta infraestructura tecnológica es de primer nivel a escala mundial y cuenta con solo dos competidores en el ámbito de la Unión: solo los supercomputadores Leonardo (en Bolonia, Italia) y LUMI (en Kajaani, Finlandia) competirán con el barcelonés MareNostrum 5. “El BSC nos conecta con Francia y Alemania, y nos deja en muy buena posición”, añade esta misma fuente.

Josep Maria Martorell, director asociado del BSC, explica al ARA que el sector de los microchips tiene tres ámbitos: la investigación, el diseño y la fabricación. El ecosistema tecnológico alrededor del MareNostrum 5 es muy fuerte en el primer ámbito y también tiene presencia en el segundo, pero en el tercero es inexistente. Según explica, el objetivo de la Comisión Europea es ahora “recuperar soberanía tecnológica”, que entre otros ámbitos pasaría por intentar que los supercomputadores como el del BSC estén hechos “tanto como sea posible con tecnología europea antes de que acabe la década”, lo que ahora no se da. “Si la línea es esta, esto traerá un impulso muy fuerte de investigación en este ámbito y el crecimiento de empresas de microelectrónica potentes. Son centenares de lugares de trabajo calificados”, dice. 

En el sector de los microchips hay una máxima: para invertir en investigación y desarrollo basta con decenas de millones de euros, pero para dar el salto al diseño ya hacen falta centenares de millones. Y, si la cuestión va de fabricarlos, el salto lleva a la necesidad de miles de millones de euros. Estas magnitudes requeridas para hacer una fábrica son uno de los factores que hacen que sea prácticamente imposible que una de estas factorías llegue a España. Pero no el único. “Ni Catalunya ni España tienen capacidad tecnológica propia para hacer una fábrica de semiconductores, ninguna empresa catalana o española podría asumirlo”, dice esta otra voz. “Y, seguramente, Alemania, en solitario, tampoco”, remata. De hecho, en marzo la norteamericana Intel anunciaba que construirá una fábrica de semiconductores en Alemania que le costará 17.000 millones de euros, en un plan que incluye también ampliar las instalaciones que tiene en Irlanda y hacer una planta nueva en Italia.

La pugna territorial

La pregunta, una vez más, es si la inversión en la materia que el Gobierno central pueda iniciar iría a Catalunya o a otras comunidades. Y diferentes voces consultadas muestran aquí un cierto optimismo. “Si hay proyectos de investigación y diseño, somos nosotros, no hay lugares en España tan bien posicionados”, apuntan en el sector. Sí que admiten que también hay actividad en el ámbito de la microelectrónica en el País Vasco, en Madrid o en Málaga. 

Otras voces habituadas al pulso territorial para captar estas inversiones lanzan una advertencia en el sentido de que es posible que el Gobierno español prefiera tener una fábrica a aspirar a la investigación o el diseño. “Aquí hay dos tendencias y se enfrentan el conocimiento por un lado y la ocupación y la España vaciada de la otra”. 

Esta misma voz lanza un mensaje de preocupación: “Nuestra tradición industrial favorece las inversiones en Catalunya, pero este argumento, que funcionó para Seat con Franco, ya no ha funcionado para la fábrica de baterías y no creo que funcione ahora”. 

Fuentes del departamento de empresa son prudentes al respecto: “Estamos trabajando intensamente; Catalunya está muy bien posicionada para ser un actor relevante en la cadena de valor del chip europeo". Estas voces apuntan a que la economía catalana es especialmente competitiva en "el ámbito del diseño y el prototipaje" de los chips.

A pesar de la incertidumbre y falta de información, vuelve a haber optimismo en el sector: meses después del chasco de la fábrica de baterías, los microchips pueden equilibrar la balanza.

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