Europa invierte en innovación una tercera parte menos que EEUU
El grupo de reflexión Europe G alerta del riesgo de perpetuar el retraso en productividad, rentabilidad empresarial y liderazgo tecnológico
BarcelonaNo hay forma de superar la asignatura. Europa invierte en innovación una tercera parte menos que EEUU y ésta es una brecha que se mantiene y hace perder competitividad y productividad. Es el aviso de Europe G, el grupo de opinión y reflexión dirigido por el exconseller de Economia Antoni Castells a través de su último papel. Los datos de la OCDE y de Eurostat lo reflejan muy claramente: el gasto europeo en investigación e innovación (I+D) equivale al 2,3% del producto interior bruto (PIB) frente al 3,5% de Estados Unidos. Esta diferencia del 35% "explica el retraso en productividad, rentabilidad empresarial y liderazgo tecnológico", aseguran los autores.
En este papel, este grupo reclama duplicar los fondos comunitarios destinados a innovación, reformas a la política de competencia y mayor integración política "si Europa quiere preservar su soberanía económica y tecnológica". El trabajo realizado por Rafael Myro, de la Universidad Complutense de Madrid, y Vicente Salas, de la Universidad de Zaragoza, recuerda las recomendaciones de los informes del ex primer presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, y del ex primer ministro italiano, Enrico Letta, recogidos en la Brújula de la Competitividad combinando el de EE.UU. y el chino.
En el primer caso predomina la regulación y la política industrial y, en el segundo, la competencia y política industrial. En todo caso, es necesario modificar la fórmula europea de predominio de la regulación y la competencia, avisan. Además, los europeos vuelcan sus esfuerzos en sectores maduros como la automoción o la maquinaria industrial, mientras que EEUU y China concentran las inversiones en tecnologías emergentes como la inteligencia artificial, la biotecnología o los semiconductores.
Una de las recomendaciones consiste en duplicar el presupuesto del programa marco de investigación y desarrollo (I+D), hasta los 200.000 millones de euros, y crear una agencia europea al estilo de la ARPA de EEUU, que impulsó en su día avances como internet o el GPS. Una de conclusiones clave es que "hay que revisar el equilibrio entre la defensa de la competencia y la intervención pública". El objetivo, explican, debe ser permitir "estrategias comunes, flexibilizar las ayudas de Estado y diseñar una política de competencia para promover campeones europeos en sectores estratégicos". Dado el reto mayúsculo de la transición tecnológica, que requiere ingentes recursos económicos, se necesitan "instrumentos financieros europeos más potentes y coordinados". En opinión de los autores, "Europa no puede seguir siendo un regulador global sin músculo industrial propio".
Despliegue de la IA
Una muestra de la falta de musculatura queda reflejada en los recursos destinados al despliegue de la IA. La inversión europea es seis veces inferior a la de EE.UU. Si se sigue por ese camino, "sin una coordinación real entre los estados miembros, la UE corre el riesgo de quedar atrasada en la carrera tecnológica global".
Este análisis coincide también con el último número de la Revista Económica de Cataluña, dedicada a la reconversión industrial. En un momento de llamadas a ser más autónomos e invertir más en industria de la defensa, el director de la revista, Guillermo López Casasnovas, afirma que "el futuro de la reindustrialización es incierto". Asegura que son necesarias medidas destinadas a fomentar la industria como una financiación "decidida" de los proyectos incipientes, como las empresas emergentes, o una fiscalidad "generosa" como la que se aplica a sectores como la producción cinematográfica.
Los autores explican que la política industrial sólo puede prosperar en una Unión Europea con "instituciones más fuertes y una visión común". Agregan que "la intervención selectiva del Estado beneficia a unos sectores y territorios más que otros y que, por tanto, requiere una legitimidad política que hoy la UE todavía no tiene plenamente desarrollada".
Una de las conclusiones de Europe G es que la política industrial "ha pasado de ser un asunto marginal para convertirse en un eje central de la agenda económica europea con el objetivo de conseguir una Europa más competitiva".
Además de Castells, también forman parte de este grupo de reflexión Josep Oliver, catedrático de economía aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), como codirector; Rafael Myro; Martí Parellada, catedrático de economía aplicada de la Universidad de Barcelona (UB); Vicente Salas, y Gemma García, profesora de economía aplicada en la UB.