España mantiene el pulso de la actividad económica mientras Europa avanza hacia la recesión
El indicador PMI apunta a una reducción de la actividad del sector privado en la zona euro, pero no en el Estado
BarcelonaLa economía española mantiene su solidez en un contexto europeo que se complica cada vez más. La actividad económica del sector privado (familias y empresas, sin contar las administraciones públicas) en la zona euro encadenó en diciembre siete meses de contracciones, según el índice compuesto de gerentes de compra (PMI). España fue uno de los dos únicos países donde la actividad privada se expandió.
El índice PMI, elaborado por la consultora Markit, es uno de los indicadores de referencia para entender la evolución de la economía. El indicador PMI, que mide la actividad del sector privado, se situó el pasado mes en 47,6 puntos, el mismo dato que en noviembre. Si el indicador se encuentra por encima de 50 significa que la actividad crece, mientras que si está por debajo significa que disminuye. Así, la actividad del sector privado en la eurozona se encuentra en contracción.
Si se desglosa el indicador para el sector servicios y el sector manufacturero, los datos de diciembre son de 48,8 y 48,7 puntos, respectivamente, aunque las cifras mejoran las registradas en noviembre, cuando en ambos casos se encontraban por debajo de 45 puntos. La conclusión, por tanto, es que tanto la industria como los servicios están sufriendo una bajada de la actividad en el conjunto de los estados que comparten el euro.
Por países, la mala salud de la zona euro se traduce en malos datos del PMI del sector privado en las grandes economías del Viejo Continente. Alemania, Francia e Italia, las tres mayores, cerraron diciembre con 47,4 puntos, 44,8 puntos y 48,6 puntos, respectivamente, por lo que las tres se situaron por debajo de los 50 puntos que marcan expansión de la actividad. Por el contrario, España –la cuarta economía del euro– se mantiene como el país con mejor actividad del sector privado, con un PMI de diciembre situado en los 50,4 puntos, sólo superado por Irlanda, con 51,5 puntos.
La recesión, por el momento esquivada
Los datos no son sorprendentes, ya que desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania y la crisis energética e inflacionaria que le siguió, la eurozona se ha situado cerca del decrecimiento económico en varias ocasiones, pero los datos oficiales del Eurostat –la agencia estadística comunitaria– muestran que de momento todavía no ha encadenado dos trimestres seguidos con caídas del producto interior bruto (PIB, el indicador que mide el tamaño de una economía), que es el criterio según el cual un país entra en recesión.
De hecho, la economía de la zona euro cerró el tercer trimestre del año pasado (el último con datos disponibles) con una caída del 0,1%, pero antes había encadenado en los dos trimestres anteriores con un leve aumento del 0,1%. En 2022, la tasa también fue negativa en el cuarto trimestre pero el resto del año el PIB creció.
El PMI de diciembre señala las mismas carencias que en los últimos meses. En concreto, el indicador detecta una reducción a escala europea de los pedidos de exportación y un debilitamiento generalizado de la demanda. Además, aunque existe una desaceleración en el encarecimiento de los costes empresariales, muchas compañías siguieron incrementando precios, lo que tiene un impacto negativo en las ventas.
El retrato para acabar el año, pues, es similar al que arrastra la economía europea desde el fin de la pandemia. Con la reapertura de la economía, el 2021 estuvo marcado por cuellos de botella y desabastecimiento en muchos sectores, sobre todo industriales, como por ejemplo la falta de microchips, que ralentizó la producción de coches.
Esta escasez de productos ya provocó una primera escalada de precios, que en Europa se disparó aún más con el ataque ruso a Ucrania, que provocó un incremento repentino del coste del petróleo y el gas natural y, posteriormente, de la electricidad y los carburantes. Además, materias primas como fertilizantes o ciertos minerales procedentes de Rusia o Ucrania también se encarecieron. La subida del coste de la vida obligó a muchas familias europeas a recortar gastos, con el consiguiente impacto negativo sobre la economía.
Para luchar contra la inflación, el Banco Central Europeo subió sus tipos de interés con el objetivo de dificultar el acceso al crédito de familias y empresas, lo que ha supuesto una disminución del consumo y de las inversiones, tanto empresariales como de las familias, que ven cómo pedir una hipoteca les resulta mucho más caro que hace unos años. Estos factores han ralentizado la economía.
En el caso español, sin embargo, la economía ha resistido mejor que en el resto del continente gracias a la fortaleza del turismo, a la menor dependencia de la energía rusa –que ha moderado la economía inflación– ya medidas como el tope del gas y otras políticas públicas para paliar los efectos de la crisis de precios.