La nueva Siria hereda una economía ruinosa
Es el único país del mundo que está por debajo de 1990 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU


DamascoMes y medio después de la caída del dictador sirio Bachar al Asad, la vida en Damasco ya ha recuperado el pulso habitual. Lejos queda esa ciudad fantasma que se encontraron los primeros rebeldes que entraron. Ahora bien, para los damasquines el concepto de normalidad es particular, alejado no sólo de lo que rige en las ciudades occidentales, sino incluso en la propia Siria antes de trece años de una guerra brutal. La destrucción de muchas infraestructuras, el efecto de un severo régimen de sanciones internacionales y la hiperinflación han convertido la cotidianidad de millones de sirios en un ejercicio de supervivencia.
Para hacerse una idea de la dimensión de la tragedia, sólo cabe apuntar que Siria es el único país del mundo que ha empeorado las cifras del año 1990 en el Índice de Desarrollo Humano que elabora la ONU y que recoge indicadores como los años de escolarización o calidad del sistema sanitario. Si nos fijamos en la renta per cápita, en 2011 era de unos 3.000 dólares, y ahora sólo es de un tercio, 970 dólares. "La destrucción en muchos lugares es total. De todos los hospitales que he visitado del país, sólo uno es medio funcional. Algunos parecen estables", comenta Mouafak al Assad, jefe de oftalmología del Hospital de Terrassa y que ha visitado su país natal por explorar posibles proyectos de cooperación.
La situación ruinosa de la economía influyó de forma directa en el colapso del régimen. La remuneración mensual de los soldados del ejército, la mayoría reclutas que hacían un servicio militar de duración indefinida, no alcanzaba los 9 euros, lo que explica por qué muchos optaron por huir ante el avance de los rebeldes. Los funcionarios, que representan casi un 40% de la mano de obra, no ganaban mucho más. "Mi sueldo era de 20 euros al mes. Con esto es imposible vivir. Todos los funcionarios deben tener dos o tres trabajos. La clase media ha desaparecido", comenta Mohsena Maithawi, una mujer de mediana edad que vive en la ciudad de Sueida, ubicada una hora al sur de Damasco.
Los sueldos en el sector privado no son mucho mejores. Por ejemplo, un jefe de sección en un banco, una posición privilegiada, no alcanza los 100 dólares al mes. Y aunque es cierto que los precios son más bajos que en otras ciudades de la región, como Ammán y Beirut, la diferencia no es tan grande. Así, un kilo de naranjas cuesta unos 75 céntimos de euro y el plato por excelencia de la comida rápida siria, los deliciosos shawarmas, no bajan de un euro.
En un país con unos siete millones de refugiados en el extranjero –más de un cuarto de la población anterior a la guerra–, la ayuda que llega en formas de remesas es un salvavidas auténtico para muchas familias. Ahora bien, no es fácil hacerla llegar. Debido a las sanciones, los bancos sirios están desconectados del sistema financiero internacional. Nada se puede pagar con una tarjeta extranjera ni tampoco retirar dinero de los cajeros. Incluso el envío de divisas a través de compañías como Western Union, clave en países con economías menos desarrolladas, no es una opción válida en Siria.
De exportar petróleo a importarlo
"Las sanciones son en parte responsables de la dura situación económica. Los bancos de inversión, las grandes multinacionales no quieren arriesgarse a invertir aquí... El sector de la energía quedó muy tocado. Necesitará muchos meses para recuperar la producción previa a la guerra", explica Munaf Kuman, economista del think tank sirio Omran Studies, que aboga por una retirada inmediata de todas las sanciones. La exportación de petróleo era el principal ingreso del estado antes de 2011, con una producción de 382.000 barriles de petróleo al día. Actualmente, con los pozos en manos de la entidad kurda del noreste, apenas alcanza los 40.000 y Siria ha pasado a ser un importador neto.
Ahora bien, la principal queja de los sirios es la falta de electricidad. Así como antes de la guerra estaba corriendo las 24 horas del día, ahora se limita a unas cuatro horas diarias. Esto obliga a las familias que pueden permitírselo a comprar generadores que funcionan con diesel. Pero ni siquiera abastecerse de gasolina o derivados es fácil. La escasez se ha agravado después de que Irán, estrecho aliado de Al Asad, haya dejado de proporcionarlo.
Con tantos problemas, la tarea de reconstrucción parece hercúlea. "El coste estimado es de entre 250.000 y 400.000 millones de euros. Pero hay un coste que es aún mayor: la pérdida de capital humano. Cientos de miles de personas han muerto y 2,5 millones de niños no van a la escuela. Son unas pérdidas irreparables", apunta Kuman. Entre tantas dificultades, un rayo de optimismo: la libra siria se ha apreciado en pocas semanas un 20% frente al dólar.