Puentes y circulación de talento

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El supercomputador MareNostrum de Barcelona, uno de las equipaciones esenciales para la búsqueda.

BarcelonaCon los fondos del Next Generation aspiramos a fortalecer el sistema de salud, a contribuir significativamente a los objetivos descarbonizadores del Acuerdo de París, asumido con entusiasmo por la Unión Europea, y a culminar la digitalización de la administración pública y de la economía. Estos tres propósitos tienen algo en común: todos interpelan a los sistemas de investigación e innovación. Sin adelantos científicos y tecnológicos importantes no lo lograremos, y sin que los adopten las empresas, tampoco.

De momento esto se ha entendido. Las diversas convocatorias de los gobiernos español y catalán para expresiones de interés incluyen un requisito de presencia destacado de socios aportadores de conocimiento. Es un valioso pequeño empujón, pero ahora hay que garantizar que no quede en manifestación retórica. Los objetivos con sustancia tendrán que ser dos. Uno es conseguir que nuestras empresas y administraciones se impliquen en proyectos que incorporen buena ciencia y tecnología de manera esencial. Aquí ayudará la presión competitiva de los mercados y, en el caso de las administraciones, los buenos asesores. El otro consiste en asegurar que esta demanda de conocimiento, en principio dirigida a quien lo pueda proveer en mejores condiciones, estimule la oferta de proximidad.

Es decir: hay que aprovechar la oportunidad para asegurar que nuestros agentes de investigación (universidades, centros y otros) contribuyan al máximo de sus capacidades al gran proyecto transformador que el Next Generation puede hacer posible. Ahora bien, también aquí tendremos que impulsar medidas facilitadoras. Acercar administrativamente empresas y agentes de investigación no será suficiente. Hará falta, como mínimo, contar con puentes entre los dos mundos; puentes, además, por donde circule el talento y se trafique con las ideas.

El mundo de la universidad y el de la empresa viven, entre nosotros, en diferentes universos legales: uno en el derecho administrativo, y el otro en el el derecho mercantil. Incluso, si tienen la voluntad de comunicarse -y por hoy la tienen-, la comunicación es difícil. Necesitamos puentes, en forma de entidades de intermediación regidas por el derecho privado (empresas, fundaciones) que sean cercanas y conocedoras tanto del tejido de la investigación como del de la empresa.

Los ejemplos europeos de más éxito en la relación universidad-empresa, como Warwick u Oxford en el Reino Unido, o la Universidad de Lovaina flamenca, disponen de puentes. Entre nosotros tenemos fundaciones, generadas por las universidades, que, en formación, han jugado bien este papel pero mucho menos el de la transferencia de conocimiento hacia el mercado. Quizás porque no son empresas. Por otro lado tenemos los centros tecnológicos -utilizo el término en un sentido genérico-, que indudablemente pueden acomodar, si se lo proponen, la lógica de intermediación que estoy recomendando. En todo caso: hay que hacer crecer el ecosistema de instituciones puente, ya sea para que los centros tecnológicos existentes se vayan adaptando a este papel o para que las universidades, individualmente o en cooperación, los vayan creando.

Transferencia de conocimiento

Los puentes los pueden utilizar personas que transportan ideas y pericia. El reto de la transferencia de conocimiento sería más manejable si hubiera más circulación de talento entre universidad y empresa, si una y otra no fueran compartimentos estancos en cuanto a carreras profesionales. En el modelo de universidad más simple y tradicional solo hay un momento de quiniela del puente: el graduado universitario pasa al sector privado y se queda ahí toda la vida.

En modelos más avanzados, y que habría que ampliar, el profesional hace de vez en cuando estancias formativas, y también formadoras, en la universidad. Pero es en la estructura de las carreras investigadoras donde habría que dar un paso más. Tendríamos que impulsar carreras como la de la investigadora que ha hecho el doctorado en una universidad, ha seguido con uno o dos postdoctorados en instituciones de primera línea y, a continuación, ha dado el salto hacia un centro tecnológico, lo que le aporta un conocimiento fronterizo.

Y quizás en el futuro dará otro salto hacia una posición ejecutiva en una empresa. Perfiles y trayectorias como esta beneficiarían al investigador, a la universidad, a los centros de investigación, a los centros tecnológicos, a las empresas y también a la economía.

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