Laboral

Los otros sindicatos del Primero de Mayo

El incremento más alto de los precios de los últimos 30 años marca el Día Internacional de los Trabajadores de este año

El colectivo de las Kellys de Barcelona en una imagen de archivo.
01/05/2022
4 min

MadridCuando parecía que, después de dos años de pandemia, por el Día Internacional de los Trabajadores estos últimos podrían celebrar una jornada reivindicativa "normal", el contexto con el que chocan es complicado por completo. El incremento de los precios, agravado por la guerra en Ucrania, ha vuelto a poner encima de la mesa un Primero de Mayo "caliente", como han definido CCOO y UGT, los dos sindicatos mayoritarios, marcado por la pérdida de poder adquisitivo de la clase trabajadora. Ahora bien, no solo CCOO y UGT saldrán a la calle para exigir unas mejores condiciones laborales. En todo el Estado, otros sindicatos también buscan marcar la agenda.

A escala estatal, son organizaciones minoritarias si se comparan con los dos sindicatos tradicionales de clase (975.000 afiliados a CCOO y 978.000 a la UGT, según datos facilitados por las organizaciones al ARA). Más allá de la CGT o la CNT –con presencia en diferentes comunidades autónomas y sectores–, algunos territorios tienen un ecosistema de conflictividad laboral propio. Uno de los casos más singulares es el del País Vasco, donde los sindicatos ELA y LAB son los que tienen más fuerza: los dos suman el 70% de la representación sindical. "Históricamente ha habido organizaciones sindicales que están muy vinculadas a los movimientos políticos", apunta Alberto Riesco, profesor de sociología en la Universidad Complutense de Madrid e investigador sobre las transformaciones del trabajo. Riesco vincula el surgimiento de estos espacios a las reivindicaciones independentistas o soberanistas, como pasa en Euskadi. Pero, más allá de esto, ELA y LAB se definen como un sindicato autónomo y de contrapoder que apuesta por la "confrontación". "A diferencia de CCOO y la UGT, entendemos que la acción sindical va de la mano con la confrontación y que esto requiere una dinámica de trabajo diferente para que la lucha no esté dirigida por el sindicato, sino que sean los mismos trabajadores los que lo encabecen", defiende el secretario de acción sindical de LAB, Xabier Ugartemendia.

Pero esta no es la única comunidad con sindicatos propios. En Galicia destaca la central gallega CIG, nacida en 1994. Esta también es la organización con más representación en la comunidad, por delante de CCOO y la UGT. En Catalunya está la Intersindical-CSC (I-CSC), fundada en 1990 y también vinculada al movimiento independentista. En este caso, sin embargo, cuenta con poco más de 6.000 afiliados, de forma que suma mucha menos representación de la que tienen CCOO, la UGT o incluso la CGT, que con 20.000 afiliados representa el anarcosindicalismo histórico catalán. También está el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), nacido en 2007 en Andalucía; OSTA, en Aragón, o el sindicato 25 de Marzo, en Extremadura.

"Si bien las dos grandes estructuras con más relevancia social son CCOO y UGT, y, por lo tanto, firman los grandes acuerdos con la patronal CEOE, en función del sector y del territorio se pueden encontrar otros sindicatos con más capacidad de movilización", apunta Víctor Climent, profesor de economía de la UB. De hecho, de las 600 huelgas que registró el año pasado el ministerio de Trabajo, casi la mitad tuvieron lugar en Navarra y el País Vasco, donde los sindicatos mayoritarios son otros. Por eso, Climent añade que, a pesar de que la afiliación es importante, "no tiene por qué estar vinculada con la capacidad de influencia real". El economista pone de ejemplo el sector de la educación en Catalunya, donde la USTEC tiene un papel clave en las negociaciones. "En el ámbito sectorial es viable y lógico. A escala estatal, la capacidad de influencia [de CCOO y UGT] es muy difícil de igualar", añade Climent.

Nuevos sindicatos sectoriales

A la retahíla de sindicatos vinculados a una comunidad concreta se añaden los profesionales y otros vinculados a sectores concretos, pero que no dependen de los mayoritarios. La gran mayoría no son nuevos, recuerda Riesco, que los vincula a "profesiones muy definidas que constituyen organizaciones propias", es decir, que normalmente defienden intereses corporativos. Para el profesor, lo que llama la atención es el surgimiento –o su visibilidad más reciente– de colectivos como los riders, las kellys o las trabajadoras del hogar. "Tienen unas reivindicaciones que no estaban siendo cubiertas por los sindicatos mayoritarios, ya sea porque están sujetos a nuevas formas de trabajo [como las plataformas digitales] o por la fuerte precariedad y las malas condiciones laborales", apunta el sociólogo. "Cuando los trabajadores no encuentran un lugar en las estructuras sindicales que ya existen, buscan alternativas para mejorar su situación", apunta.

"No solo han hablado por nosotros, sino que nuestra manera de organizarnos es diferente", apunta Rafaela Pimentel, miembro del primer Sindicato de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados del Estado. "Tenemos reuniones los domingos o los sábados, cuando libramos, no un martes a las 9 de la noche", pone de ejemplo, y añade que en el caso del trabajo del hogar "no ha sido reconocido nunca como un trabajo". Aun así, Pimentel reconoce que últimamente los sindicatos mayoritarios los llaman y se han reunido con ellas –sobre todo a raíz de la última victoria: la ratificación del artículo 189 de la OIT– para conocer sus reivindicaciones. "No siempre la ruptura es total, es un proceso más complejo", matiza Riesco. De hecho, algunos colectivos como Riders X Derechos o Las Kellys han trabajado de la mano con UGT o CCOO.

En cualquier caso, ninguno de ellos lo ha tenido fácil. La última década ha estado marcada por tres crisis importantes: la financiera, la pandemia y, ahora, la crisis de los precios, que ha empobrecido a los trabajadores. Es un contexto que ha impactado en los sindicatos, tanto en España –donde la afiliación hace tiempo que ronda el 15% del total de personas asalariadas– como en Europa, coinciden los expertos consultados. Si bien la lógica lleva a pensar que, cuanto más precariedad laboral, más movilización, la realidad no coincide. "Movilizarse tiene un coste económico y social. Hace falta una cierta seguridad para hacer frente a posibles penalizaciones", explica Riesco. Estos son precisamente los elementos con los que no cuentan los trabajadores más vulnerables, añade el sociólogo de la UCM. Además, en el caso español un tejido empresarial pequeño tampoco facilita la creación de comité de empresa. "Por esto, que se refuerce la negociación de los convenios colectivos sectoriales permite arrastrar los centros de trabajo más precarios", añade el profesor.

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