"Era un zombi": el trauma de moderar vídeos de pedofilia y suicidios para Facebook
La Seguridad Social decreta la incapacidad permanente absoluta para un trabajador que filtraba los contenidos que los usuarios colgaban en la red
Barcelona[Este artículo contiene información explícita que puede herir la sensibilidad de los lectores]
Entró a trabajar en la Torre Glòries en enero del 2019 a través de una oferta de trabajo que le había llegado a un compañero. Dos años después, en mayo del 2021, Jerome –nombre ficticio– cogió la baja por estrés postraumático. Es uno de los moderadores de contenidos de Facebook, contratado por la empresa CCC Barcelona Digital Services, que dijo basta –en total son 400, según La Vanguardia– por la dureza de los contenidos que tienen que analizar. Desde violaciones a suicidios, pasando por agresiones sexuales a bebés, actos de terrorismo o zoofilia. Hace un mes la Seguridad Social le concedió la incapacidad permanente absoluta. No puede trabajar debido a las consecuencias de lo que cada día tenía que visualizar y analizar para Facebook (Meta).
"Era un zombi. No podía dormir, tenía las emociones descontroladas. Ahora no puedo concentrarme", resume Jerome. En seis meses perdió más de 50 kilos y empezó a necesitar ansiolíticos para convivir con el estrés del trabajo. Después de 28 meses trabajando, explotó cuando le tocó analizar páginas de pedofilia. Sobre todo por un caso de una niña alemana a la que mutilaron las extremidades y extrajeron los dientes. Cuando topó con ese contenido notó cómo se le aceleraba la respiración y le faltaba aire. Fue al CAP y le dieron la baja. Un terapeuta hizo un informe que describía lo que sufría Jerome: estrés postraumático, ansiedad, ataques de angustia, depresión, agotamiento físico y psíquico, insomnio crónico, terror nocturno... "La niña alemana no me la quito de la cabeza" , resume dos años y medio después.
Cada día más
Cuando le realizaron la entrevista para contratarlo, asegura que no le hicieron ningún test psicológico de aptitudes. Eso sí, le plantearon una pregunta que cogió sentido a medida que pasaban los meses: "¿Qué es lo peor que has visto en tu vida?" Durante quince días efectuó un proceso de aprendizaje, pero prácticamente no existían contenidos perturbadores. Cada mensaje que tenía que analizar, ya fuera un vídeo, un texto, un directo o una fotografía, tenía que etiquetarlo en diferentes categorías, y eliminarlo, validarlo o reportarlo –escalar, lo llaman– para que terminara, por ejemplo, en manos de las autoridades policiales pertinentes. Cada etiquetado se conoce con el nombre de ticket. En los primeros meses hacía 350 al día. Al cabo de un tiempo, 600 de media, pero llegó a alcanzar más de 1.100 en una sola jornada. Pero cada vez le exigían más. También en relación con la calidad. Los moderadores tienen que acertar en un 98% a la hora de etiquetar los contenidos. Un dato que se obtiene porque cada ticket lo verifican más de un moderador y un superior –un analista de calidad– que mira los casos en los que no existe unanimidad de criterio.
A medida que Jerome aumentaba la productividad, el nivel de toxicidad crecía. "Iba con miedo al trabajo", asegura. Además, no podía explicárselo a nadie porque tenía un contrato de confidencialidad. Cuando el médico del CAP lo visitó, lo derivó a la Agencia de Salud Pública y se recomendó que se iniciaran un conjunto de medidas legales. Así fue como Jerome se puso en manos del bufete Coronas Advocats. Decidieron emprender una serie de demandas por la vía laboral. En primer lugar, que la baja no fuera por enfermedad común, como se tipificó inicialmente, sino como accidente de trabajo. Una resolución que ganaron y fue recurrida por la empresa, que también se opone a la incapacidad permanente absoluta del trabajador, puesto que quieren que se reincorpore al trabajo. Jerome ha demandado a la compañía por una vulneración de derechos fundamentales y por las lesiones a la integridad física y psíquica que sufrió. Además, Inspección de Trabajo impuso a la empresa una sanción por falta de medidas de seguridad. Los trabajadores tenían un servicio de bienestar –conocido por su nombre en inglés, wellness– que no servía para prevenir las situaciones de riesgo, sino que estaba orientado a mitigar los efectos de la jornada de turnos y el estrés propio de un trabajo que suponía trabajar en fines de semana y noches. Tenían una sala de juegos, con ping-pong y billares, que podían usar, según Jerome, un máximo de 45 minutos a la semana.
"La labor de moderación de contenidos se ha estado realizando sin ninguna actividad preventiva en riesgo psicosocial, y por personas a las que no se exigía preparación ni capacitación específica. Como resultado de ello nos encontramos con que un porcentaje altísimo de la plantilla enfermó psíquicamente", explica el abogado que lleva el caso, Joan Josep Gimeno, que ha pedido una condena solidaria a Facebook (Meta), porque creen que las órdenes de trabajo a los moderadores las daban ellos.
Casi dos años y medio después de decir basta, a Jerome todavía le atacan los flashes de los contenidos que tenía que visualizar desde la planta seis de la Torre Glòries. El sonido es l.o peor. "Cuando oigo el grito de un bebé por la calle me vienen a la cabeza imágenes de abusos", confiesa.